jueves, febrero 23, 2006

Con las intensas

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador


Hace un año escribí sobre nuestra peligrosa y vergonzosa carretera a la costa. Se acerca un nuevo carnaval, y este monumento a la ineficiencia sigue tan peligroso como antes. Y como si los puentes sin construir y los obstáculos mortales no fueran suficientes, los conductores creamos más caos. Algo parecido a lo que sucede en nuestro país tan lleno de barreras. En lugar de facilitar las cosas, podemos añadir problemas. He aquí algunos de los responsables:

El sabido: El sabido avanza porque avanza. El resto de vehículos no importa. Suele conducir un cuatro por cuatro o un bus. Maneja a toda velocidad e impone su tamaño para abrirse espacio. En la noche, el sabido utiliza las luces intensas. ¡Qué importa que el resto se encandelille mientras yo vea bien! Para el sabido cualquier espacio libre en el camino es transitable. Por eso cuando se forman embotellamientos, no tiene inconveniente en conducir por la tierra junto al carretero, sin importar el caos y la nube de polvo que genera. En el día a día, el sabido es el clásico sinvergüenza. Aplica su lema de la carretera a los negocios y la política: yo avanzo aunque tenga que fregar al resto.



El ignorante: No todos los que crean caos en la carretera lo hacen a propósito. Muchos son víctimas de la falta de educación. El ignorante detiene el tránsito desconociendo que el carril izquierdo es para rebasar, y no para pasearse a 50 km/h. Cuando uno le hace luces desde atrás para que se cambie de carril ni se inmuta. Una buena campaña de comunicación haría que muchos ignorantes dejen de serlo. Pero nadie invierte en ellos. Igual sucede fuera de la carretera. Un sistema educativo decadente les negó el conocimiento y los condenó a conducir por el carril equivocado de la vida, mientras el progreso les hace luces y los pasa de largo.

La víctima: Las víctimas somos quienes sufrimos los actos de los sabidos, los ignorantes y de nuestra falta de acción. Somos la mayoría. Manejamos por nuestro carril y seguimos las leyes mientras los sabidos nos hacen a un lado y los ignorantes bloquean el camino. Conducimos a la defensiva y solo nos preocupamos por llegar sin molestar. Muchas víctimas deciden no volver al carretero ante tanto desorden. Igual que inversionistas que deciden no meter ni un centavo más en el país, o el hombre trabajador que decide emigrar ante tantas trabas para producir. Las víctimas nos pasamos quejando de los sabidos y los ignorantes. Al comienzo nos proponemos hacer algo para cambiar las cosas. Pero a la mitad del camino nos resignamos y dejamos que los sabidos y los ignorantes tomen el poder.

El Gobierno es culpable del mal estado de la carretera nacional, pero nosotros somos culpables de convertirla en un camino menos transitable. Los sabidos y los ignorantes son la minoría, pero causan suficiente caos para que nos provoque largarnos. Solo enfrentando a los primeros e invirtiendo en la educación de todos, el resto de conductores, que somos la mayoría, llegaremos tranquilos y en poco tiempo a ese destino de bienestar y progreso que seguimos. Mientras tanto, enseñemos con el ejemplo, en lugar de seguir al sabido que tomó un atajo fuera del camino.

jueves, febrero 16, 2006

¿Y por qué no?

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

En letras grandes aparecía la frase: ¿y por qué no? Era una presentación que hacían los creativos de una agencia de publicidad. Nos explicaron que la creación de nuevas ideas, campañas y conceptos nace de tener siempre una actitud abierta a decir “¿por qué no?”. Si les proponen algo loco, o se les ocurre algo absurdo, en lugar de descartar la idea, la acogen y la estimulan. ¿Por qué no hacer aquello que nadie ha hecho, por qué no ir más allá, por qué no intentarlo? Solo así nacen nuevas ideas. Solo así se logra crear.

Me vino a la cabeza aquella presentación viendo los diseños del nuevo edificio del Registro Civil del Guayas. Un edificio moderno en el que sacar la cédula o hacer un trámite dejará de ser un martirio, para convertirse en un acto civilizado. Los guayaquileños hemos soportado la ineficiencia y males del centralismo en su máxima expresión en el desastroso Registro Civil. Seguro que muchos nos dijimos “imposible, este monumento al subdesarrollo no lo arregla nadie”. Pero por suerte, alguien dijo “¿por qué no?”. “Por qué no traer la competencia del Registro Civil a la ciudad y transformarlo”. Gracias a esa actitud, lo imposible será real.

Así como con el Registro Civil, podemos pensar en muchos otros “imposibles”. Se me ocurre nuestra Comisión de Tránsito. Cada vez que nos detiene un vigilante y nos lanza indirectas bastantes directas para que arreglemos las cosas ahí nomás, pensamos: “imposible, a esta institución no la arregla nadie”. La idea de una Comisión de Tránsito efectiva, honesta, constructiva suena absurda e irreal. Pero, ¿por qué no? ¿Acaso el Registro Civil no es tan o más desastroso? Por qué no empezamos de cero, mandamos a todos los malos elementos a su casa, e iniciamos una Comisión de Tránsito con gente preparada, con buenos sueldos solventados con multas serias. ¿Por qué no?

Llevado a un plano nacional los aparentes imposibles se multiplican. Requieren de un “¿por qué no?” gritado a todo pulmón. Pensemos en nuestro Presidente. ¿Por qué no nuestro Presidente se presenta una noche en cadena nacional y con la mano en el corazón, nos dice: “les he fallado y quiero rectificarme. Quiero dejar un legado positivo. Olvidaré la refundación, la constituyente y todo aquello que defendí para aparentar que hacía algo. Desde hoy hasta el fin de mi gobierno me concentraré en un solo objetivo”. Y el Presidente nos presentaría un solo objetivo claro y real: en salud, educación, infraestructura, o el simple objetivo de no botar más plata en objetivos que nadie cumple. Un solo plan, un solo logro por el cual lo podamos recordar. ¿Imposible? ¿Por qué no, señor Presidente?


En un país que nos vuelve negativos y pesimistas solemos cerrar puertas, poner trabas, decir que no antes de tiempo. No pensamos fuera de la caja. Nos encerramos en las cuatro paredes de nuestro fatalismo. Digamos: “¿por qué no?”, cuando nos presenten algo que parezca muy difícil o hasta imposible. Invitemos a nuestros políticos, empresarios y líderes a decir “¿por qué no?”. Las limitaciones existen solo en nuestras cabezas. Ningún pueblo se hace grande diciendo que no. El país posible, el país que queremos, empieza en nuestras ganas y nuestra actitud por cambiarlo. Hoy mismo podemos iniciar aquello en lo que casi nadie cree. ¿Por qué no?

miércoles, febrero 15, 2006

Revista la U - Febrero 2006

Ya está circulando la U de Febrero!



En esta edición:

- Carnaval, aquí y más allá.
- Reviews de todo un poco.
- Bitácora de viaje por las playas de Ecuador.
- Andrea Vinueza: Poder femenino en las olas.
- ¿Cómo alcanzar el trabajo ideal? - La entrevista de trabajo.
- El lUK carnavalero con mucha espuma.
- Estudiar en U.S.A.
- Noticias de tu U.
- El cuestionariU a James Whitman, rector del Brookdale.
- Gánate una caja de vinos de El Bodegón, explorando la ciudad!
...y mucho más.

Para mayor información o publicidad escríbeme a manueligomez@yahoo.com. Para colaborar con artículos, fotos, ideas o comentarios escríbenos a revistalau@yahoo.com.

jueves, febrero 09, 2006

Vivir y dejar vivir

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador



Caricaturas sobre el profeta Mahoma causan disturbios en el mundo islámico. Vuelven las escenas de violencia, que por muy acostumbrados que estemos a ver, se nos hacen difíciles de comprender. Ya son varios muertos. Muertos de la intolerancia y los prejuicios. Los fanatismos religiosos, raíz de tantos conflictos en la historia, vuelven al escenario.

Cada uno está en su libre derecho a desaprobar las burlas de otro, sobre todo hacia aquello que uno considera sagrado. Pero hay maneras más civilizadas de hacerlo. Quienes hoy crean disturbios y caos podrían simplemente haber enviado una carta al diario que publicó las caricaturas. Pero en las mentes de fanáticos y fundamentalistas, la libertad de expresión no existe, y ante eso nada mejor que la violencia.



Las religiones saben hacer el bien. Pero varios fundamentalistas dentro de ellas, suelen tener problemas en distinguir dónde termina el terreno religioso. Hoy grupos de musulmanes traen muerte y caos por unas cuantas caricaturas. Gringos ultraconservadores quieren imponer en las escuelas el cuento de Adán y Eva y relegar la teoría de la evolución de Darwin como una simple teoría más. Y así, varios grupos extremistas en distintas religiones siguen metiendo sus narices en la libertad de seres humanos que nada tienen que ver con su religión y visitan oficinas gubernamentales para que eso de la separación entre Estado y religión se cumpla solo en papel.



Ante estos disturbios y retrocesos debemos pensar cómo estamos aportando nosotros a la intolerancia o la tolerancia en el mundo. ¿Enseñamos a los más chicos en nuestras casas y colegios que hay un mundo fuera de nuestra urbanización, de las rejas del colegio, de la ciudad, en el que no todos son iguales a mí? ¿Saben nuestros niños que lo que les enseñan en clases de religión no es lo mismo que aprenden todos los niños del mundo? ¿Celebramos la diversidad de pensamientos, creencias y religiones?

Los fanatismos impiden que muchos vean más allá de sus narices ese mundo maravilloso con diversidad de razas, creencias, y formas de pensar. Nueva York, por ejemplo, es un buen modelo para vivir de cerca la diversidad de este mundo en paz. Musulmanes, judíos, católicos, protestantes, ateos, todos comparten juntos las calles. Cada uno adora a quien quiere y nadie se mete. Viven y dejan vivir. Los niños neoyorquinos entienden que el compañero de al lado no tiene que creer lo mismo que él. Yo acá, en cambio, crecí sintiendo lástima por aquellos niños que no se “salvarían” por estar en la religión “equivocada”. Crecemos con prejuicios y convicciones que nos impiden aceptar que no somos dueños de la verdad.



En un mundo que cambia, se mezcla y avanza, nuestras ciudades, antes con poblaciones homogéneas, son cada vez más diversas. Debemos enseñar, antes que todo, la tolerancia para evitar la violencia e injusticias que generan fundamentalistas que intentan imponer lo relativo como absoluto. Enseñar que el ideal no está en “evangelizar” o “iluminar” a quienes no conocen mi religión, sino en aceptar, tolerar y celebrar el hecho de que no todos creen en lo mismo. Fomentar ante todo la libertad: libertad para expresarse; libertad para adorar a uno o varios dioses, o a nadie; libertad para vivir dejando vivir.

jueves, febrero 02, 2006

Protestar por protestar

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

A veces preocupa eso de que “los jóvenes seamos el futuro de la patria”. Sobre todo cuando el futuro de la patria se dedica a protestar violentamente por lo que sea. Y sale a la calle a gritar gastadas consignas y a lanzar piedras contra inocentes ventanas y carros.

Está muy bien reclamar ante una injusticia. Está muy bien salir a hacerse escuchar. Nada de malo en eso. Pero hay maneras y hay maneras. Eso de salir con un combo de reclamos en el que se empaca a la Oxy y el TLC, junto a un carné estudiantil y el pasaje del bus, muestra más ignorancia y búsqueda de protagonismo que un reclamo legítimo. Y muestra también la falta de decisión de unas autoridades que se asustan con cada pedrada y ceden ante cualquier grito.

Preocupa cuando el futuro de la patria se parece tanto al presente de la patria. Cuando los jóvenes siguen repitiendo frases tan parecidas a las de quienes llevan décadas contribuyendo a nuestro atraso. ¿Acaso estos estudiantes han analizado realmente el tema de la Oxy o los efectos que tendrá el TLC como para justificar su violencia? El futuro de la patria sale a protestar por protestar. Linda cosa.

Los jóvenes somos el motor de cambio. Protestar es nuestro derecho legítimo. Pero, ¿que tal si somos un poco más creativos y llamamos la atención sin violencia? Salir a lanzar piedras no gana aliados. Hay formas más civilizadas de llevar un mensaje legítimamente sin necesidad de destruir ciudades. Al fin y al cabo, lo que toda protesta quiere es salir en los periódicos y la televisión. Y las cámaras no solo acuden ante la violencia. Acuden también ante protestas pacíficas y originales.

Por otro lado, aquellos que tienen el papel de responder ante estas protestas, no se han complicado la vida y nos pasan la cuenta de su indecisión. Nuestro Ministro de Educación ha dicho que sí a todo, como profesor asustado frente al relajo en clase. Para nuestra burocracia de chequeras alegres dos millones más, dos millones menos para imprimir los centralizados carnés no quitan el sueño. Para el resto del país que sí trabaja, dos millones son varios ceros de producción y empleo. Papá Estado acude a salvarnos y paga nomás lo que las pedradas exijan.



Estas recientes protestas violentas muestran la triste realidad de una juventud manipulada y con una voz y una actitud demasiado parecida a la de quienes fueron jóvenes hace mucho. Muestra ideas y posturas caducas. Muestra más atraso y un Gobierno sin decisión. Muestran un futuro de la patria color de hormiga.

Exigir justicia es sano y es bueno. Pero exijamos justicia cuando el reclamo sea legítimo. Que la creatividad le gane a la agresividad y la violencia, incluso cuando no quieran escucharnos. Que los jóvenes cambien las piedras y las bombas tan primitivas y tercermundistas por nuevas formas de hacerse escuchar. Si queremos ser el futuro de la patria, empecemos por hacer las cosas de una manera distinta y mejor. Y a ver si las próximas protestas son para exigir mejor educación y reclamar por el profesor que faltó.