jueves, octubre 25, 2007

Buscando plata

A diferencia de oscuros tiempos pasados, el aeropuerto de Guayaquil hoy sí funciona. La concesión del aeropuerto acabó con su desastroso manejo público, tan típico de muchas “empresas” estatales para las que el término servicio al cliente es una broma.

Por eso, me sorprendió leer que para nuestro Presidente “la concesión de los aeropuertos ha sido un atraco”. No sé por dónde llevan al Presidente cuando toma el avión presidencial, pero parece que no ha visto los cambios que las concesiones aeroportuarias han logrado.

Al seguir leyendo la noticia entendí mejor las declaraciones presidenciales. Por lo visto, para este Gobierno es secundario el desarrollo que brinda un aeropuerto eficiente y lo que eso significa en ingresos por turismo, nuevas plazas de trabajo e impuestos. Lo que molesta al Presidente es que las concesiones de los aeropuertos no traen un aporte económico directo al Gobierno central. Como Jerry Maguire, este Gobierno grita desesperado “¡Show me the money!”.

El problema es que cuando se gasta sin control en subsidios, bonos, nuevos ministerios, edificios para Asamblea y ministerios, asignaciones para nuevas provincias, y otros gastos políticos improductivos, se necesita encontrar fondos por donde sea. Por eso, el Presidente ataca todo lo que tenga que ver con concesiones privadas: aeropuertos, petroleras, telefónicas, medios de comunicación, con el siempre popular argumento de que estas empresas ganan mucho dinero sin dar lo que corresponde al Estado.

Esta búsqueda apurada por más plata se ve también en los nuevos aranceles que propone el Gobierno. Con la excusa de proteger la industria local quieren imponer impuestos a productos que ni son de lujo ni producimos localmente. De algún lado tienen que salir los fondos para mantener el ritmo de gasto público. Y para esto, funciona muy bien armar todo un exagerado show con el cuento de proteger el interés nacional.

La actitud del Gobierno frente a la empresa privada solo suena a culpar, extraer, recaudar, quitar. ¿Cuándo escucharemos verbos como producir, cooperar, competir, generar? Sería tan sencillo, con la popularidad que goza el Presidente, contagiar en todos los ecuatorianos el apoyo a iniciativas y empresas privadas que generan empleo y recursos para el país. Sería tan sencillo convertirnos en un país de emprendedores con solo apuntar en esa dirección.

Pero lastimosamente para el socialismo del siglo XXI, que tanto alaba este Gobierno, palabras como empresa, negocio, competencia, utilidades son malas palabras. Es cierto que no todas las empresas privadas son unas santas que compiten limpiamente. No todas las concesiones se han dado de forma ideal. Hay abusos y negociados. Y el Gobierno hace bien en enfrentarlos. Pero hace mal al meter toda iniciativa privada en el mismo saco, creando un clima antiempresa que pone equivocadamente al Estado como única fuente de progreso. En lugar de animarnos a preguntar, ¿qué puedo hacer para salir adelante?, nos llevan a preguntar cómodamente, ¿qué va hacer el Gobierno y su Asamblea para arreglarme la vida?

Por ahora, ya vemos lo que piensan hacer: extraer del sector privado para distribuir según intereses políticos. Estaremos esperando el día en que entiendan que el progreso solo llega de la mano de la iniciativa privada, nunca contra ella.

jueves, octubre 18, 2007

Moraleja de un balde de agua

En una reciente entrevista, el asambleísta electo Rolando Panchana contó una anécdota sobre Rafael Correa de su época de estudiantes.

La historia iba más o menos así: Rafael Correa era el capitán de un equipo, en el que estaba Rolando Panchana. Los chicos habían llevado sus termos con agua para tomarla después del partido de fútbol. Al terminar el juego, el joven Correa reunió al equipo y puso un balde frente a ellos. Les dijo que de ahora en adelante compartirían el agua para que todos, incluso los que no habían traído termo, puedan tomar. Cada chico vació su termo en el balde como pidió su líder. Y el agua alcanzó para todos.

Sin duda los chicos aprendieron una lección sobre la importancia de compartir. Pero más allá de la moraleja inicial de la historia, imaginé lo que podría pasar en los siguientes partidos de fútbol si este cuento continuara:

El primer día el agua alcanzaría para todos: desde el gordito que siempre llevaba un termo grandote, hasta al flaco que nunca llevaba agua y vivía muerto de sed. Todo un éxito la idea.

Pero imagino el siguiente partido. Al vaciar los chicos sus termos en el balde, habría menos agua que la vez anterior. Y las siguientes semanas el nivel de agua en el balde seguiría bajando. Su líder se preguntaría qué estaría fallando con su método altivo y solidario. Tal vez enfurecido se le cargaría al gordito, culpándolo de tomarse el agua que es de todos. Pero nadie estaría robándose el agua. Sencillamente ahora habría menos agua que cuando cada uno tomaba de su propio termo.

¿Qué pasaría entonces? Pues, que los chicos tendrían un menor interés en traer agua. El gordito, por ejemplo, le diría a su mamá que ya no le mande un termo tan pesado. Total, se lo tomaban los otros. Y varios que llevaban antes sus termos, ahora lo harían rara vez. Igual su capitán se encargaría de que les toque tanta agua como a los que sí llevan termo. Hasta que llegaría el día en que solo uno de ellos traería su termo, y al no querer echar su agua en el balde lo culparían de egoísta y le caerían a patadas.

Real moraleja del cuento: suelen fracasar los proyectos que se enfocan solo en distribuir y en los que una autoridad exige a la gente que “comparta” lo suyo. Eso no es compartir. Es quitarnos algo para dárselo a otro. El fracaso del socialismo se repite en ese error. Con el agravante de que cuando una persona controla todo el pastel, en este caso todo el balde de agua, es más fácil que se den injusticias, corrupción, y excesos al poder decidir quién recibe y cuánto y cómo. En cambio, cuando cada quien cuida lo suyo sin imposiciones ni presiones sobre lo que debe hacer con sus cosas, nos acercamos más a la justicia.

Por pretender que el agua sea de todos, el agua puede ser de nadie. Una mejor lección le hubiera dado el joven Rafael al pequeño Rolando y sus amigos haciéndolos a cada uno responsable por traer su propia agua, preocupándose como su capitán, eso sí, de que nadie se les lleve los termos.

jueves, octubre 11, 2007

Lluvia de octubre

Este 9 de octubre llovió en Guayaquil. Cosa rara en esta época del año. Pero sucedió algo más extraño aún: nuestro Presidente dejó la confrontación política a un lado y se unió, civilizada y conciliadoramente, a las celebraciones de la ciudad junto al Alcalde. Bienvenido sea este cambio de clima.

Rafael Correa y Jaime Nebot se sentaron juntos, conversaron y hasta parecía que disfrutaban de su mutua compañía. Cada uno habló de lo suyo en sus discursos sin atacar al otro. Muy distinto a lo que sucedió en las recientes fiestas de julio, cuando los insultos presidenciales y su intromisión en temas locales, como el del puente, hicieron de las fiestas de Guayaquil una excusa para el protagonismo político.

¿Qué sucedió de julio hasta acá? La campaña por la Asamblea terminó. El Presidente que antes buscaba polémica para ganar votos, ya no los necesita, al menos por un tiempo. Ahora puede dejar de buscar protagonismo y gobernar.

Con su actitud de este 9 de octubre, Correa parece demostrar que quiere unir y sumar fuerzas por Guayaquil, no dividirlo. Sabremos que no se trata de un hecho aislado ni pasajero, mientras el Presidente entienda que el éxito del Gobierno está en sumar esfuerzos con los gobiernos locales por el bien de las ciudades y del país. No en impulsar su agenda política para poner alcaldes “altivos y soberanos” que consoliden desde lo local aún más su poder central.

La actitud positiva del Presidente este 9 de octubre sirvió para moderar en algo esas canciones y homenajes al Che Guevara, por quien Correa siente “profunda admiración”, que contaminaron el día anterior los vientos libres de nuestra ciudad. Guayaquil, ciudad que representa libertad, fue convertida en escenario de exaltación a un hombre hecho mártir, cuyo legado nada tiene que ver con la libertad.

Es que en Carondelet la palabra libertad tiene significados extraños. Para Correa la revolución cubana es un proceso “digno, soberano y amante de la libertad”. Eso lo acaba de decir, según la página web de la Presidencia, en una entrevista a Telesur por los 40 años de la muerte del Che Guevara. Para Correa, Cuba “vive una forma de democracia” y “es un Gobierno del pueblo y para el pueblo”. Qué miedo pensar lo que “libertad” y “democracia” significan para nuestro Presidente.

El 9 de Octubre se traduce en una palabra: libertad. Esperamos que la actitud conciliadora de Correa signifique el respeto a esta libertad de Guayaquil por sobre todas las cosas. Pero la libertad de verdad. La libertad que protege nuestra opinión, actividades, comercio, aspiraciones, ideas. No esa falsa “libertad” que se vive en Cuba que nuestro Presidente dice admirar.

La lluvia de octubre nos recordó que a veces sucede lo inesperado. Esta vez –pasadas las gastadas alabanzas al Che, a Fidel y a todo ese romanticismo socialista que solo ha llevado a Latinoamérica a más pobreza, opresión y violencia– lo inesperado fue una positiva unión de dos políticos, que más allá de sus diferencias e ideas opuestas, entendieron que deben empujar en la misma dirección. Que esta unión del 9 de octubre sea el inicio de un gobierno distinto que sume y se una al progreso. Y sobre todo, que proteja nuestra libertad, la de verdad.

jueves, octubre 04, 2007

Otra seducción

Después de un triunfo tan arrollador de una propuesta política basada en la confrontación y el estatismo sofocante, uno se queda preocupado. ¿Tan baja es nuestra cultura política para dejarnos convencer por típicas acciones populistas, emociones y promesas de revolución?

Pues, parece que sí. Esta no es la primera, ni será la última vez, que el país se deja seducir votando con el corazón.

Aquí no existen tendencias ideológicas. Pocos saben el modelo de país que quieren. Solo existen tendencias emocionales. Lo importante es que nos hagan emocionar. Rafael Correa lo hace bien. Ha demostrado ser un excelente candidato. ¿Podrá dejar su candidatura atrás y dar el siguiente paso?

Rafael Correa barrió en estas elecciones. Lo hizo de forma injusta, desigual, abusando de los recursos del Estado a favor de sus candidatos, y utilizando todas las artimañas de la vieja política que él tanto critica. Pero barrió. Supo derrotar a los partidos tradicionales que cavaron su propia tumba con errores, abusos y desunión. Y así recordaremos estas elecciones.

Ahora Correa domina la Asamblea. Es decir, domina las decisiones sobre el futuro de este país. Correa tiene todo el poder. Ese que convierte un deseo en orden. ¡Cuánta responsabilidad!

El exceso de poder siempre es peligroso y se aleja de la verdadera democracia. Correa tiene el enorme reto de demostrar que puede manejarlo sin caer en abusos. Ha dado un primer buen paso al hablar de la necesidad de diálogos en la Asamblea y no simplemente de la imposición de los votos de la mayoría. Que mantenga esa postura por el bien de todos.

Una postura conciliadora no impondrá los deseos de una mayoría en perjuicio de la minoría. Entenderá que este proyecto socialista “altivo y soberano” no puede imponerse por encima de nuestra libertad individual. Que no se puede limitar nuestro elemental derecho a hacer con nuestra vida, tiempo y recursos lo que escojamos, para imponernos un modelo de Estado que decida por nosotros con la excusa del bien común. Ya sabemos cómo terminan todos esos experimentos que limitan la libertad del individuo en favor de supuestos beneficios mayores. Que este no sea uno de esos.

Ojalá este Presidente y sus asambleístas nos den una lección de democracia y una Constitución ejemplar. Que nos prueben que no hay peligro en los plenos poderes de la Asamblea, es decir de Correa. Sabemos que la primera acción abusiva de la Asamblea será acabar con el balance de poder, al mandar al Congreso a su casa. ¿Detendrán ahí los abusos de poder? ¿O será ese solo el comienzo de una serie de atribuciones que se tome la Asamblea, es decir Correa, con la excusa del cambio?

El papel de la oposición, por pequeña que sea y aunque sus votos no cuenten, será crucial para proteger los derechos de cada ecuatoriano. Una oposición sincera e inteligente hará, al menos, reflexionar a los asambleístas del Gobierno sobre el país que quieren construir.

Veremos qué pasa. ¿Tendremos una Asamblea y una Constitución que amenacen nuestra libertad? ¿O, una Constitución que, como debe ser, cumpla su rol de protegernos como individuos de los abusos de los gobiernos? Veremos qué pasa, con la preocupación de saber que nuevamente gran parte del país se ha dejado seducir.

miércoles, octubre 03, 2007

Revista la U. - Octubre 2007

Ya está circulando la U. de octubre en tu universidad!!!



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