jueves, mayo 28, 2009

‘Dictadorcitos’

El Senado colombiano aprobó un referéndum que permitiría la segunda reelección inmediata de Álvaro Uribe. Ojalá, por el bien de la región, este referéndum no se dé. Y de darse que gane el No o que Uribe decida no lanzarse a otra reelección.

En nuestra Latinoamérica, y en particular nuestra región andina, inundada de ideas caducas, caudillos patrioteros y mentes ajenas al progreso y la libertad individual, Uribe es una de las pocas voces cuerdas y pragmáticas que suenan con fuerza. Y por eso mismo, Uribe debe dar el ejemplo, no lanzarse a un nuevo periodo, y permitir que la democracia y alternabilidad en su país se fortalezcan.

Hasta ahora Uribe ha dado señales de que no buscará otro periodo. En un reciente foro, ante la pregunta sobre su interés en reelegirse, respondió: “Lo veo inconveniente por esto: por perpetuar al Presidente, porque el país tiene muchos buenos líderes”. Pero a pesar de estas palabras, Uribe no ha negado oficialmente su deseo de ser candidato en el 2010.

Hay quienes creen necesaria la reelección y permanencia de Uribe en el poder para así crear un contrapeso en nuestra región andina, tan contaminada de populismos socialistas que acabarán con lo poco que tenemos. Si al trío andino-socialista-bolivariano de boina roja, camisa con dibujitos y chompa rayada le añadimos la posibilidad de convertirse en cuarteto junto al peligroso Ollanta Humala –cuya candidatura Vargas Llosa acaba de comparar con el sida– la presencia de Uribe se torna aún más importante. Sería una voz solitaria. Pero una voz poderosa.

Pero por muy importante que pueda ser la presencia de un presidente que contradiga esta línea estatista y empobrecedora en la región, no justifica romper con el principio democrático de alternabilidad. Una reelección de Uribe daría más fuerza a esta potencial tendencia iniciada por Chávez en la región, de jefes que utilizan la maquinaria estatal para comprar popularidad y votos que los perpetúe en el poder. Con la ventaja de poder llamarse “democráticos” al ser elegidos en las urnas, aunque sus gobiernos sean lo contrario.

La alternabilidad permite renovar. Impide que unos pocos acumulen demasiado poder. Mantiene a la sociedad políticamente activa, evitando caer en la pasividad del que se acostumbra a ser siempre gobernado por los mismos. Esto aplica no solo a presidentes. Autoridades locales, parlamentarias y hasta las del club de la esquina deben renovarse, continuando lo bueno, aprendiendo de sus antecesores, pero sobre todo, inyectando los cambios e innovaciones necesarias que se le escapan a quien lleva demasiado tiempo en el poder.

Por eso, suenan refrescantes y esperanzadoras las recientes declaraciones de Lula, el presidente más importante en la región, al negar estar interesado en un tercer mandato: “Yo no juego con la democracia porque cada vez que se juega con la democracia uno se estrella… La alternabilidad del poder es importante. Cada vez que un dirigente político se cree imprescindible e insustituible está comenzando a nacer un pequeño dictadorcito dentro de él. Y soy demócrata”.

Para su vecino del norte ya es tarde. El dictadorcito nació y crece fuerte. El resto aún está a tiempo de no jugar con la democracia. Uribe debe dar el ejemplo.

viernes, mayo 22, 2009

Usted

El momento te golpea de repente. Sin que estés preparado. Estás muy tranquilo cuando ella se acerca. Joven, alegre, delgada, curvas perfectas, pelo largo. Tiene unos veinte años. Te sonríe. Sí, es más joven que tú, aunque no tanto. Te va a decir algo. Y al abrir su boca, rompe toda la magia del encuentro. Ella te trata de “Usted”.

Usted. Esa palabrita crea en un instante un enorme abismo generacional. Ella está diciendo sin decirlo: yo soy joven y tú eres en viejo. Ella te ve más cercana a la edad de su papá. Para ella, da igual que estés en tus treintas, tus cuarentas. Eres un viejo. Con cada “Usted” que ella te lanza sientes como tus canas se hacen más blancas. Tus entradas se agigantan en tu frente. Y esa calva en potencia se vuelve real.

Mi primer “Usted” lo recibí el día que me estrené como profesor universitario amateur. Con cara de pelado y veintitantos años me presenté ante un grupo de estudiantes pocos años menor que yo. “Por favor, tutéenme”, les dije haciéndome el profesor cool cuando una estudiante me ustedteó. No todos me hicieron caso. Algunos se empeñaron en asesinar mi juventud recurriendo al “Usted”. Cada año que regreso a dar mi clase, aumentan junto a mis canas, los Usted versus los tú. Y ya no hay marcha atrás.

Pero más que recibir el “Usted”, el problema está en decirlo. Sobre todo cuando uno transita los 30 se acentúa el dilema de cuando y con quien usarlo. Ya no eres tan pelado como para tratar de Usted a cualquier viejo de cuarenta para arriba. Ni tampoco eres tan viejo como para tutear a todo el mundo.

El tema se complica en las reuniones de negocios. Estamos todos sentados alrededor de una mesa. Hombres y mujeres en sus 20s, 30s, 40s, 50s, 60s. ¿Dónde trazamos la línea entre el tú y el Usted? ¿Tuteamos al gerente de cuarenta y ocho años y ustedtiamos al director de cincuenta y tres? ¿Cómo clasificar el trato con cada persona? Nadie ha escrito las reglas claras: “tutearás a quienes no te superen por más de 15 años, y tratarás con la formalidad del Usted al resto”.

Y cuando hay en la reunión una mezcla de esa sutil y subjetiva condición llamada estratos sociales la cosa se complica más. El uso del Usted ya no solo depende de la edad, sino que se basa también en la proximidad social percibida entre ambas partes. El tú nos acerca entre iguales, el Usted nos distancia. Entran en juego esas tan latinoamericanas percepciones que nos llevan también a la rápida decisión de saludarnos con beso o con la mano.

En esos momentos envidio a los gringos. Envidio el idioma inglés, tan sencillo, tan al grano. Todos son “you”. Tu amigo es “you”. Tu profesor de setenta años es “you”. Tu tío, tu abuelo, tu jefe, la señora de la tienda, todos “you, you, you”. Cero complicaciones. Y cero besos en las reuniones. Todos se dan la mano.

Pero bueno, con todas sus complicaciones y aunque te haga sentir viejo frente a esa chica de veinte años, el Usted tiene sus ventajas. Puede volver tus palabras más románticas, llenas de esa pasión que se rompe con el tú. Y sin el Usted, no podría hablarle a mi hija de dos años con el mismo cariño. Y qué sería de tantos lagarteros, serenatas de borrachera, y buenos momentos, sin poder cantar que “hasta la vida diera, por vencer el miedo, de besarla a Usted”.

* Publicado en revista SoHo de Mayo.

jueves, mayo 21, 2009

Ni UNE, ni MPD, ni nadie

Basta escuchar a Mery Zamora, presidenta de la UNE, para entender por qué anda tan mal la educación en este país. Con tan limitadas ideas y conflictivas posturas de la representante de los educadores de nuestros niños y jóvenes, poco podemos esperar de la preparación de las nuevas generaciones.

La UNE y el MPD rechazan las evaluaciones que, con justa razón y válidas intenciones, el Ministerio de Educación pretende realizar. La postura del gremio de educadores y su partido político es un canto al subdesarrollo. “A mí no me tocan mi puesto vitalicio”, resume su argumento. El bienestar y educación de los niños no entran en el discurso de la UNE. Solo se trata de defender la “estabilidad laboral” de sus miembros. En otras palabras, mantener la mediocridad.

Raúl Vallejo y este Gobierno tienen un gran reto por delante. Si logran cambiar la educación pública de este país, al menos dando el primer paso alejándola de las garras de la UNE y el MPD, tendrán nuestro respeto y el agradecimiento de nuevas generaciones mejor educadas y con mejores oportunidades.

Rafael Correa, desde su primera candidatura, fue un gran crítico del control de la UNE y MPD de la educación pública. Pero ante las conveniencias políticas del momento terminó vergonzosamente aliándose con ellos. El Gobierno usó al MPD como su pana del alma, su fuerza de choque, sus amigos en tiempo de elecciones.

Ahora, el Presidente se enfrenta a un dilema político. Conservar esa amistad por interés que se traduce en votos en una Asamblea donde Correa no tiene la mayoría absoluta asegurada. O seguir adelante con los planes de cambiar la educación en este país, con el riesgo de perder esos votos.

Si decide lo primero quedará en descubierto que aquí solo importa el poder por el poder. Si decide lo segundo –como esperamos lo haga– ganará el país, ganará la educación, ganarán los niños y jóvenes.

El Gobierno debe pararse firme ante una UNE y MPD que politizan la educación. Pero cuidado con la excusa de mejorar las cosas, pasamos de una educación controlada por el MPD a una educación controlada por Alianza PAIS y utilizada como plataforma de su indoctrinamiento político.

La educación no le pertenece a un gremio, a un partido político, o a un gobierno de turno. Pertenece a los estudiantes y a sus padres de familia. Es un derecho que no tiene por qué depender de banderas ideológicas o gritos politiqueros.

Mery Zamora dice de frente a las cámaras: “Hemos sido la piedra en el zapato de los gobiernos de turno, y de este también… Durante 64 años, ni las dictaduras, ni los gobiernos reaccionarios, ni los gobiernos de la socialdemocracia han podido partir a la UNE”. ¿Podrán Correa y Vallejo?

Un país sin educación no avanza. Un país con una educación politizada está condenado a la mediocridad. Mientras la UNE y MDP monopolicen la educación no habrá progreso.

Si al menos un legado positivo deja este Gobierno, que sea el de una población educada y preparada. Y eso significa una educación libre de la UNE, el MPD, Alianza PAIS y cualquier otro que la quiera politizar.

jueves, mayo 14, 2009

La cena tendrá que esperar

Escucho a Barack Obama en la cena anual con los periodistas que cubren las noticias de la Casa Blanca. Obama cita a Thomas Jefferson, quien dijo que “si me viera obligado a decidir entre un gobierno sin periódicos o periódicos sin un gobierno, no dudaría en preferir lo último”. Obama dice que ese mensaje sigue vivo: un gobierno sin medios críticos y activos no es una opción para el país.

Obama continúa: “puedo no estar de acuerdo con todo lo que ustedes escriben o reportan. Incluso me puedo quejar de vez en cuando sobre la forma como ustedes realizan su trabajo. Pero lo hago sabiendo que cuando ustedes hacen bien su trabajo, me ayudan a hacer bien mi trabajo. Nos ayudan a todos los que servimos desde el Gobierno a hacer un mejor trabajo, al hacernos rendir cuentas, al demandar honestidad, al impedirnos tomar atajos y caer en juegos políticos”.



Mientras Obama reconoce la labor de la prensa, acá Correa la insulta y desprestigia. La llama corrupta, mediocre y pide a la gente que no lea diarios ni vea noticiarios. No entiende que sin una prensa libre y crítica tambalea la democracia y se impone una sola visión. La visión del Gobierno. O lo entiende y eso pretende.

Ahora veo a Hugo Chávez en la tele. Amenaza con quitar la concesión a Globovisión. ¿Cuál fue la terrible infracción cometida por ese canal? “Incitar al pánico y ansiedad entre la población” al reportar la noticia de un temblor antes que lo hicieran las autoridades oficiales. Ridícula excusa con la que Chávez pretende callar voces libres.

En nuestro país no es muy distinta la cosa. Los abusos a la libertad de prensa se contagian entre gobiernos autoritarios. El Conartel decide abrir un proceso contra Teleamazonas. ¿Cuál ha sido el gravísimo pecado del canal? Reportar e informar a la ciudadanía sobre lo que ocurría en un centro de cómputo en el antiguo supermercado Santa Isabel. Acusan al canal de difundir información basada en supuestos que puede causar conmoción social.

Es una excusa tan ridícula como la del temblor venezolano. Teleamazonas simplemente ha reportado e informado sobre el ingreso y reclamos de actores políticos en el centro de cómputo. Son hechos, no supuestos. Lo que cada persona dice a las cámaras es su responsabilidad. El canal solo cumple su trabajo de informar.

Si se determina una infracción, se puede llegar hasta la suspensión temporal o reversión definitiva de la frecuencia del canal. ¡Cómo le gustaría eso al Gobierno! Chávez sin Globovisión, Correa sin Teleamazonas. ¡Al fin libres de los medios que les dicen lo que no quieren escuchar!

Mientras veo a Obama en su cena con los periodistas imagino si sería posible en nuestro país iniciar una tradición similar, reuniendo en un evento de confraternidad y mutuo respeto al Presidente y los medios de comunicación. En ella, nuestro Presidente reconocería también la importancia del trabajo de los periodistas y brindaría por una prensa crítica y libre.

Pero a quién vamos a engañar. Con el escaso respeto de este Gobierno al trabajo de los medios, antes que la invitación a cenar, pueden esperar la notificación de su suspensión. La cena tendrá que esperar a nuevos gobiernos que sí entiendan de libertad de prensa y respeto.

jueves, mayo 07, 2009

Y lo seguimos haciendo…

Estos días están circulando las palabras que Óscar Arias, presidente de Costa Rica y ganador del Premio Nobel de la Paz, pronunció en la última Cumbre de las Américas. El discurso titulado 'Algo hicimos mal' refresca nuestra mente tan contaminada en estas épocas por cantos dizque revolucionarios que repiten los mismos eslóganes gastados del pasado. Vale la pena leerlo.

Arias nos invita a reflexionar sobre las causas de nuestro atraso y a dejar de culpar a terceros por nuestra pobreza. Nos dice que si estamos mal, seguramente es porque algo hicimos mal. No porque el mundo, los países poderosos o los organismos internacionales conspiren en contra nuestra.

Arias nos hace ver que Latinoamérica ha tenido oportunidades similares a las de países hoy desarrollados que sí supieron realizar los cambios necesarios. “En 1950… Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 o 40 años– es un país con 40.000 dólares de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos. En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 o 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra”, dice Arias.

Arias se pregunta “¿quién es el enemigo nuestro?” que justifique que “América Latina se gaste 50.000 millones de dólares en armas y soldados”. Me pregunto lo mismo. Nuestros gobernantes hablan de desarrollo, educación y salud mientras se van de shopping armamentístico para defendernos de amenazas imaginarias. Nuestro real enemigo, como indica Arias, “es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria…”. Y ese es un enemigo que no podemos combatir con nuevos aviones o más armamento.

Arias nos invita a una reflexión final: “…mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (…capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo…Y mientras los chinos… han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás”. Espero que Correa haya estado escuchando.

Las palabras de Arias suenan bastante distintas y más constructivas que las de su vecino, Daniel Ortega, quien dijo en esa misma Cumbre que “en este siglo XXI y desde finales del siglo XX… los países capitalistas desarrollados establecieron su hegemonía a costa de la destrucción del planeta y de la especie humana, y arrastrando e imponiendo los valores consumistas de su modelo y la reproducción de la concentración de la riqueza y multiplicación de la pobreza, a la gran mayoría de los países en desarrollo”.

Mientras Ortega y sus amigos socialistas de este siglo se quejan y patalean por el progreso de otros y el atraso nuestro, Arias nos hace notar que no estamos como estamos por culpa de terceros, sino porque algo hicimos mal. Y lastimosamente, con varios de los líderes que elegimos y reelegimos en Latinoamérica, parece que así lo seguiremos haciendo.

miércoles, mayo 06, 2009

"Algo hicimos mal"

Palabras de Óscar Arias, Presidente de Costa Rica, en la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago - 18 de abril del 2009

Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.

No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.

Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad.

También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.

Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.

¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.

Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.
En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.

En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados.

Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.

Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos.

Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo . Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” . Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “ la verdad es que enriquecerse es glorioso ”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.

La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.

Muchas gracias.

Revista la U. - Mayo 2009

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