miércoles, abril 17, 2019

¿No será de tomar un traguito?


O dos, o tres de una vez. Los necesitamos. Para calmarnos un poco. Para dar un respiro ante tanta turbulencia política que vivimos.

Nos equivocamos si pensamos que con Lenín la política iba a estar aburrida. Lenín no se la pasa día y noche frente a las cámaras, siendo el centro de atención, insultando y armando polémica como su antecesor, pero su gobierno se ha encargado de traernos suficientes sorpresas y emociones como para no aburrirnos ante el show político.

Del reciente ruido electoral pasamos a las acusaciones, insultos y chismes entre Lenín y Correa. Se sacan los trapos sucios, se espían, se acusan. El correísmo se destruye desde adentro, sacando a la luz toda la porquería de la que fueron parte correístas y leninistas. La única diferencia es que mientras los primeros se niegan a reconocer el desastre de país que dejaron, los segundos han dado vuelta a la página y entienden que se requiere un cambio de modelo si queremos salir del hueco.

Del culebrón de almuerzos europeos con langosta, paracaídas que no se abren, acusaciones de corrupción entre el ex y el actual presidente, pasamos a la noticia de la detención de Ramiro González, expresidente del directorio del IESS durante el correísmo. Van cayendo uno a uno. La justicia los va alcanzando. Esa institución que se lleva todos los meses más del 20% de nuestro sueldo, con Correa se ferió alegremente nuestra plata. Y ahora tiene un déficit tan gigante como el agujero negro cuya foto pudimos ver por primera vez en la historia la semana pasada.

Y la semana pasada vimos también el fin del asilo y el arresto de Julian Assange en la embajada de Ecuador en Londres. El huésped incómodo, y aparentemente bastante sucio, vivió en nuestra embajada durante casi 7 años, cortesía de esa sed de figuretismo internacional de Correa y más de seis millones de dólares de nuestros impuestos. Como si el país no hubiera tenido ya suficientes problemas, Correa nos metió en ese problemón de escala mundial del que ahora Lenín nos ha sacado.

Todo esto ocurrió en pocos días. La telenovela política no se detiene. Y mientras nos lanzan cada semana por esta montaña rusa de sorpresas y emociones, el país se estanca, no despega. Los escándalos copan la agenda.

Este Gobierno tiene la responsabilidad de limpiar la corrupción y el desastre del que también fue parte. Dejar la casa en orden y barrer tanta suciedad es un primer paso. Pero no puede quedarse ahí si quiere ser más que un gobierno de transición. Tiene que avanzar más rápido con reformas urgentes en el campo laboral y tributario, en la apertura comercial, en el ataque frontal a la tramitología que sigue estancando a las empresas, en políticas generadoras de empleo. El rompimiento con el correísmo en lo político va en buen camino. Pero eso no da trabajo ni pone plata en los bolsillos de la gente. Hay que romper dramáticamente con el correísmo en lo económico. Ser frontales en la liberalización económica del país.

“¿No será de tomarse un traguito?”, pregunta esa voz ya famosa para calmar los ánimos que provocan tantos escándalos, chismes y peleas. Uno no bastará. 


lunes, abril 01, 2019

¿No puede ser?


Un estruendoso y desesperado grito de “no puede ser, noooooo”, se escapó por las ventanas de las casas, se filtró por las redes sociales y se escuchó por todo el país. Esa noche de domingo, revisamos atentos nuestros celulares mientras los canales de televisión, que en un pasado no muy lejano informaban resultados electorales, transmitían el Pájaro Loco y Shrek. El grito fue tan fuerte, sobre todo en Quito, que llegó hasta la última esquina de Guamote, donde su flamante alcalde electo seguro festejaba con un merecido bailecito de tecno-folklore andino.

Los rumores, los cálculos, los chismes vaticinaban el peor de los escenarios imaginables para este país que intenta levantarse: el resurgir del nefasto correísmo. Que si Correa se lleva el Consejo de Participación Ciudadana, que si gana el correísmo, que el loco del ático está vivito, que está listo para volver, que esto y lo otro. La ley seca no impidió que el lunes amanezcamos con un terrible chuchaqui postelectoral colectivo.

Pero ahora que, una semana después, el polvo de los rumores y las especulaciones se ha asentado, podemos ver tranquilos nuestra realidad y actualidad política. Podemos entender la verdadera situación del correísmo que tanto preocupa. Y la realidad es que Correa no ganó gran cosa en estas elecciones y más bien continúa su descenso en la política ecuatoriana. No ganó en la elección del CPCCS (metió 2 delegados en ese organismo supuestamente apolítico), mientras un contundente 45% de los votantes mostró su rechazo con sus nulos y blancos. Tampoco ganó gran cosa en alcaldías o prefecturas. La realidad es que el correísmo está más débil que nunca, obteniendo menos votos y dignidades que en cualquier elección pasada.

Lo que sí ocurrió es que hasta ese domingo de elecciones estuvimos muy equivocados. Pensamos que los fans del loco del ático habían desaparecido mágicamente del mapa político del país. Las encuestas así lo mostraban, tal vez distorsionadas por el nuevo voto vergonzoso. Por eso nos sorprendió ver al correísmo ganando con las justas la Prefectura de Manabí (donde siempre han barrido) y la de Pichincha, o alcanzando el segundo lugar en la Prefectura del Guayas y en la Alcaldía de Quito.

Pensamos que esa lista 5 ni asomaría. Pero tenía que asomar. Diez años de despilfarro, populismo paternalista y lavado colectivo de cerebros no pasan en vano. No van a cambiar de un día para otro sus preferencias políticas todos aquellos que se sintieron beneficiados por el gasto alegre del correísmo o quienes terminaron convencidos de lo que les repetían en cada transmisión de fútbol, cada eterna sabatina, cada programa interrumpido por una nueva cadena nacional.

Si la justicia hace lo suyo no debemos preocuparnos de Correa y gran parte de sus funcionarios. Un gobierno con tanta corrupción, despilfarro y abuso de poder no puede quedar impune. Pero mientras haya espacio para el populismo, y sus primos hermanos el proteccionismo y nacionalismo, habrá espacio para políticos como Correa.

El correísmo no ha ganado nada especial en estas elecciones. Pero tampoco podemos festejar, bailando como Delfín Quishpe, pensando que el peligro verdeflex ha desaparecido. Sigue presente hasta que en las próximas elecciones probemos lo contrario.