jueves, diciembre 25, 2008

Flaca Navidad

Esta Navidad se siente distinta. Las últimas semanas toda noticia y análisis económico, de aquí o cualquier lugar, nos repite que se acercan tiempos duros.

Crisis, desdolarización, recortes, desempleo… duras palabras repetidas por todos lados. Y aunque nos juren desde Carondelet que nadie cambiará los billetes en nuestras billeteras, y nos confirmen que nuestros depósitos no corren peligro, lo creemos a medias.

Papá Noel baja con su saco más liviano a los pocos lugares que visita. El mundo entero comparte el pesimismo. La crisis es de todos.

Malos tiempos para tener a un socialista y populista en el poder. Este Gobierno que basa su existencia en el control estatal, en el repartir antes que producir, en el rechazo a la inversión privada para favorecer lo público, en el extraer del empresario antes que incentivarlo a generar más ingresos y trabajos, en el aumento de la burocracia, y en el despilfarro, necesita plata para mantener su ritmo. Y mucha plata.

Pero ahora que el dinero empieza a escasear, nos preguntamos ¿quién podrá defendernos? No será un Gobierno que espanta los créditos decidiendo sin mayores fundamentos cuáles deudas pagar y cuáles ignorar. No será un Gobierno que continúa confrontando al sector privado. No será un Gobierno que mientras dice que va ahorrar, crea un nuevo Ministerio, continúa el inmenso gasto publicitario, y habla de controles al sector productivo.

Toda crisis presenta oportunidades. Esta es la oportunidad del Gobierno para invitar a todos a trabajar, invertir y confiar en el país. Pero eso no se dará con más impuestos, peleas con otros gobiernos, y confrontaciones internas. Las inversiones no vendrán porque el Presidente visite países como Irán, declare la deuda ilegal, amenace con cárcel a los banqueros que critican sus errores o descalifique a los empresarios que solo buscan aconsejarlo. Las inversiones vendrán cuando exista un cambio de actitud real.

Es positivo que el Presidente hable ahora de disminuir los gastos. Pero esas palabras deben venir acompañadas de acciones. ¿Qué tal empezar eliminando esas “cadenas” ilegales de televisión con dedicatoria, que no informan, solo envenenan, y así ahorrar esa plata gastada en insultos? ¿Será que al menos por ser Navidad puede el gobierno no dañar nuestras mañanas con sus interrupciones de mal gusto? ¿Qué tal cerrar unos cuantos ministerios improductivos y sin sentido, con funciones repetidas en otros ministerios? ¿Que tal intentar vender tantas empresas hoy en manos del Estado?

Esta Navidad nos agarra preocupados. Antes ya nos preocupaba el Gobierno y sus políticas estatistas y de escasa visión. Pero al menos había plata para malgastar y mantener a todos contentos.

Ahora que la fiesta del petróleo se acabó, la preocupación va en serio. ¿Puede este Gobierno socialista y heterodoxo tomar las medidas responsables y austeras que no nos lleven del todo a la quiebra? ¿Está en capacidad de ajustarse la correa? ¿Puede generar la confianza para que las inversiones privadas no salgan ahuyentadas?

No basta el mensaje navideño del Gobierno de que vienen tiempos difíciles. Toca actuar y tomar las medidas prácticas.

Que el próximo año la Navidad llegue menos flaca y pesimista. Y que en el 2009 el Gobierno le devuelva el disfraz a Papá Noel.

lunes, diciembre 22, 2008

Navidad tropical

De chico siempre me gustaron los Papás Noeles, renos, muñecos de nieve y todo ese ambiente invernal decorando mi casa cada diciembre, bajo el sol radiante y los ardientes 35 grados de Guayaquil. Se veían tan llenos de espíritu navideño.

Hasta que Woody Allen ridiculizó mi Navidad tropical y me dañó la fantasía.

En su clásica película Annie Hall, el personaje de Allen viaja en un descapotable por las calles de Beverly Hills en plena época navideña. Va observando ese plástico paisaje californiano tan distinto al de su adorado New York, donde seguro está nevando y los niños hacen muñecos de nieve. Con villancicos de fondo, como para musicalizar la ironía, se ve una enorme figura de Papá Noel en su trineo, desorientado y perdido, bajo el calor y ardiente sol de Los Ángeles en el patio delantero de una mansión.

Esa imagen, de un falso invierno californiano, sin nieve, ni chimeneas, ni bufandas, me hizo regresar a mis navidades en las que los adornos del Polo Norte convivían alegremente con el calor y sudor de la ciudad. Y convivían también con las túnicas y el polvo del pesebre de Belén.

Papá Noel, abrigado hasta la barba blanca, ríe junto a los pastorcitos, la vaca, el burro, los reyes magos, José, María y el niño Jesús. Y Rodolfo el Reno mira su reflejo junto a un cisne blanco de plástico en el laguito oficial del pesebre, recreado con un espejo ovalado. Junto a ellos, se ha colado un J.I. Joe que camufla con éxito su uniforme y metralleta en el musgo café y verde que cubre el mini pueblo bíblico. Aquí no se sienten las diferencias de clima. La nieve del Polo Norte no se derrite junto al musgo del pesebre.

Otra extraña mezcla de tradiciones navideñas que debí enfrentar tenía que ver con la identidad de quien me traía los regalos la mañana del 25. Desde siempre mis papás me dijeron que era el Niño Dios. ¿Y todas esas películas que mostraban clarito como Papa Noel repartía los regalos a todos los niños del mundo viajando en su trineo? ¿Y la historia que me contó Andresito de cuando vio a Papá Noel a media noche en su casa? “Eso es puro cuento”, me dijeron mis papás, “en la Navidad nace el niño Dios y por eso él trae los regalos.”

Alguna vez intentaron hacer un combo interesante que les daba un papel a ambos personajes: el Niños Dios hacía los regalos y Papá Noel los distribuía. Por eso mis cartas iban siempre dirigidas al fabricante antes que al distribuidor: “Querido Niño Dios”. Esta versión de la alianza estratégica entre personajes navideños sonaba bien, pero al final me quedé con la historia de que el Niño Dios fabricaba y repartía los juguetes. Era mucho más creíble. Papa Noel era solo un invento de las películas, como Superman. Solo los niños tontos se creían ese cuento del trineo y los renos. Los niños inteligentes sabíamos que solo un Dios puede repartir millones de regalos en una noche.

Además, lo bueno de tener al Niño Dios como mi fabricante y repartidor de regalos es que se resolvía el problema de la chimenea. Mis amigos debatían intensamente cómo hacía Papá Noel para entrar a sus casas sin chimenea. Yo no participaba en ese debate. Mi distribuidor de regalos era mucho más eficiente. Mi Niño Dios era invisible y atravesaba paredes. Así de fácil. Un día me pusieron a prueba: “¿Y cómo hace para que los regalos pasen por las paredes, si esos no son invisibles?”. “Sencillo, una vez que entra a mi casa abre la puerta y por ahí mete los regalos”.

Pronto me tocará contarle una historia navideña a mi hija que hoy apenas camina. Aunque la historia del Niño Dios tuvo sus ventajas en mis navidades, creo que me iré con Papa Noel. Es una fantasía más emocionante. No hay películas sobre el Niño Dios atravesando paredes. En cambio, Papá Noel y su trineo existen en el cine, en la tele, en la música, en los adornos del patio sudando bajo el sol.

Aunque se burle Woody Allen, tendré para mi hija a Papá Noel con sus duendes, renos, muñecos de nieve y todo el Polo Norte decorando mi casa junto al árbol de Navidad. En cuanto al pesebre, ya veremos si los burros, magos y pastorcitos aguantan el frío polar.

* Publicado en revista SoHo de Diciembre

viernes, diciembre 19, 2008

Entrevista con Jorge Ortiz

Presentación de libro "De Forajidos a Majaderos" en programa Hora 7.

jueves, diciembre 18, 2008

El León que se queda

Mis primeros recuerdos políticos están ligados a León Febres-Cordero. Era el año 84. Yo tenía ocho años. Me acuerdo estar en Salinas con mi abuelo Carlos que tenía su carro empapelado de calcomanías amarillas de “León Presidente”. Recuerdo la emoción de mi abuelo.

Han pasado varios presidentes desde León. Y a pesar de ello, la única canción de campaña que aún recuerdo bien es la de esa época, que cantábamos con mis primos. Esa que decía “Hay que tomar la decisión, para poder levantar al Ecuador, y el hombre que puede hacerlo, es León Febres-Cordero. Unidos en un abrazo, con León sí se puede”.

Estos días, en que nos despedimos de León, he regresado a esa época de varios años atrás. Época de emoción en mi casa por el nuevo presidente, que entendía la importancia de la libre empresa como motor que impulsa un país. Pero de sus años de gobierno casi no me acuerdo. Solo que la emoción fue cayendo a medida que avanzaba su mandato presidencial. Y que sus opositores eran cada vez más.

Del que sí tengo recuerdos más claros es del León Alcalde. Ese es el León de mi generación. Y con ese me quedo. Como guayaquileños siempre reconoceremos lo que hizo León por la ciudad. La sacó de la pocilga en la que la habían convertido los Bucaram y compañía. Nos devolvió el orgullo de vivir aquí.

Lo que vino después de la alcaldía fue una etapa que algo opacó la obra anterior de León. No estuvimos de acuerdo con su actitud como diputado. Con ese León que en lugar de construir y unir, utilizó la política para perseguir. Un mal de muchos políticos es no retirarse a tiempo para dar espacio a nuevos líderes. Tal vez todo hubiera sido mejor si León se hubiese despedido de la política al dejar la alcaldía.

Hoy, en las pantallas de televisión, radios, diarios y páginas webs se unen voces, incluso de enemigos y adversarios, que lo elogian. Y es que con cada nuevo politiquero que aparece en la escena nacional, León se engrandece.

Estos días el país, y sobre todo Guayaquil, está lleno de emociones por ese líder
que se ha ido. Por eso nos enfocamos sobre todo en lo positivo. La historia se encargará de hacer un balance final de la vida y obra del político. Saldrán páginas controversiales, páginas grandes, páginas para olvidar. Pero creo que al final quedará la imagen de un líder que transformó su ciudad y fue fiel a sus ideales.

Nunca conocí a León. Hace pocos años me tocó bajar junto a él varios pisos en un ascensor. Iba callado, flaco y viejo. Me dije a mí mismo “este es el dueño del país”. Al salir, todos se despedían de él con cariño. Estos días hemos vuelto a vivir ese cariño y respeto de la gente por León. Eso no viene gratis. Hay que ganárselo.

La historia lo juzgará en su momento en detalle y sin afectos, como debe ser. Por ahora, mientras nos despedimos de León, escogemos recordar lo bueno. Y esperar que la integridad, inteligencia, valor y visión de los líderes de hoy y mañana supere a la de sus antecesores, para no tener que extrañarlo tanto.

miércoles, diciembre 17, 2008

Entrevista con Carlos Vera

Presentación de libro "De Forajidos a Majaderos" en programa Contacto Directo.

jueves, diciembre 11, 2008

Buitres al acecho

El bicho del abuso y la censura que ronda los pasillos de este gobierno es contagioso.

Es una lástima. Ricardo Antón, director de la Comisión de Tránsito del Guayas, venía haciendo un buen papel. A diferencia de otras autoridades de este Gobierno, que han tenido una actitud tan conflictiva y destructiva hacia Guayaquil y Guayas (o lo que queda de la provincia), Antón ha reflejado una postura de colaboración y servicio, alejado de odios y ridiculeces partidistas.

Pero debe ser contagioso esto de ser parte de un gobierno donde unos se creen dueños del circo y otros dueños de nuestras vidas. Así que Antón decidió entrar, como Pedro en su casa, a una exposición de arte en la Universidad Católica de Guayaquil para reclamar al artista por un cuadro de un vigilante de tránsito con cara de buitre. Antón sintió que el cuadro era una falta de respeto a la CTG (¡como si muchos vigilantes no le hicieran honor a ese apodo!). Y sin derecho alguno, confrontó al artista, quien terminó retirando el cuadro.

Linda cosa. De ahora en adelante, cualquier autoridad pública de lo que sea, puede entrar donde quiera, y decir, como dijo Antón “no lo aceptaré”. El reclamo de Antón al artista es un abuso por donde se lo mire, más allá de que, como él dijo, “la CTG no dio ninguna orden para que se retire este cuadro”. ¿Y desde cuándo la CTG es curadora de arte?

Lo más triste es que a la Universidad Católica no le hemos escuchado decir ni pío. Se ha dejado abofetear. En lugar de defender a sus estudiantes y su independencia académica como lo haría cualquier universidad que se respete, se ha puesto del otro lado, permitiendo que violen su libertad. Si restringen la libertad de nuestros estudiantes para expresarse, crear, debatir, criticar, ser originales, ¿qué podemos esperar de la libertad en otras instituciones?

Está de moda en este Gobierno meterse en nuestras vidas. Decirnos lo que podemos hacer, cuándo y dónde. Por ejemplo, ahora el Intendente del Guayas ha impuesto horarios de funcionamiento para los establecimientos nocturnos de diversión y hasta para los minimarkets y tiendas de gasolineras donde se venden licores. Todo esto con la excusa de que exista mayor unidad familiar. ¿Por qué mejor no deja que cada uno se preocupe por su familia mientras él se dedica a lo suyo?

Ya sabemos cómo terminará esto. Más regulaciones y controles solo dan espacio a más abusos, coimas, palanqueos. Recuerdo la época de Bucaram en que se implementó algo similar. Obligaban a los bares y discotecas a cerrar temprano, salvo que se pase un billetito, o que Jacobito esté farreando en ese lugar. El control como herramienta de abuso y corrupción.

Lástima por el director de la CTG que iba bien. Nunca es tarde para disculparse con el artista y la Universidad. Lástima por la Católica. Nunca es tarde para denunciar este abuso y exigir respeto. Lástima por la actividad nocturna y comercial en la ciudad. Ya no depende de nosotros, sino de un funcionario lo que podemos hacer con nuestras noches.

Lástima, sobre todo, por nuestra libertad: disminuida y atropellada por unos gritos dizque revolucionarios, pero tan parecidos a la actitud politiquera de siempre.

miércoles, diciembre 10, 2008

Revista la U. - Diciembre 2008

Ya está circulando la U. de diciembre en tu universidad!!!



Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.

jueves, diciembre 04, 2008

La culpa es de la prensa

El Presidente debe sentirse orgulloso. Tiene una sucesora en esa costumbre suya de desprestigiar a la prensa. Es nuestra Ministra de Vivienda.

A la Ministra le molestó que la prensa haya publicado que algunas casas construidas con el bono del Miduvi tienen daños en su construcción por utilizar materiales de mala calidad.

No solo se quejó de este atrevimiento de la prensa, sino que fue más lejos al puro estilo del Gobierno. Lanzó fuertes acusaciones contra la prensa. Dijo, por ejemplo, que los periodistas les pagan a las personas para que se quejen por los daños de sus casas.

Es una acusación grave. De ser cierta dejaría en descubierto a periodistas que merecen ser sancionados y expulsados de sus medios. Si la Ministra es seria, sustentará sus acusaciones con pruebas. No creemos que una Ministra lance una acusación de ese tipo sin conocer los hechos de primera mano. O pensándolo mejor, ¿no es eso lo que hace este Gobierno a cada rato? Generalizar y acusar a otros para cubrir errores propios.

Llama la atención la capacidad de este Gobierno para encontrar fusibles que quemar antes que aceptar responsabilidades. El Presidente es un experto en el arte de no quemarse y echarle la pelotita a otro. Nunca es su culpa. Siempre es la culpa de algún funcionario incompetente (que él mismo escogió). O de enemigos creados, como la “larga noche neoliberal” repetida al infinito. Y si eso no convence, la culpa es de la prensa corrupta.

Hasta que pasará el tiempo y llegará el momento en que no pueda seguir culpando a otros. La gente entenderá que los errores de los ministros o funcionarios son errores del Gobierno, por los que su líder debe responder. Y que ni esa “noche neoliberal”, ni los medios, ni ninguno de esos cucos creados, tienen que ver con los resultados del Gobierno.

La Ministra de Vivienda ha seguido ese ejemplo tan presidencial de echar la papa caliente. También prefirió acusar a otros en lugar de asumir su responsabilidad. Y no es que los daños en las casas sean su culpa. Seguramente las constructoras trataron de ahorrarse una platita utilizando materiales de mala calidad sin que el ministerio lo sepa. También es verdad que no son muchas las casas con daños. Pero como Ministra debe dar la cara.

¿Era tan difícil para la Ministra, en lugar de armar un show atacando a la prensa, agradecerle por sacar a la luz estas fallas de construcción, asumir su responsabilidad y pedir disculpas por los inconvenientes y comprometerse a solucionar el problema? Hubiera sonado mejor, ¿no? Más civilizado. Más ministerial. Más real. Los medios le hubieran tomado la palabra.

Pero no. Prefirió, en cambio, criticar el plan de vivienda Mucho Lote, del Municipio de Guayaquil. Que revisemos esas casas que también tienen fallas. Mal de muchos…

Lo positivo de todo esto es que la Ministra ha indicado que están realizando las inspecciones para sancionar a los contratistas que cometieron los errores en la construcción de las viviendas. Las casas dañadas tendrán que ser reparadas.

¿Culpa de la prensa? Más bien debemos agradecer a los periodistas que sacaron a la luz estos problemas en las viviendas. Que no se detenga ni detengan el trabajo de la prensa.

martes, diciembre 02, 2008

Un par de tragos

La otra noche me paró un vigilante de tránsito en una batida. Hizo bien en detenerme. Eran las 3 de la madrugada y yo iba vestido de esmokin saliendo de un matrimonio. Digamos que había una buena posibilidad de que tuviera unos tragos de más encima.

De hecho me había tomado un par de tragos durante la noche. Muy pocos como para afectar mi capacidad para manejar. Suficientes como para no pasar la prueba de alcohol.

El oficial me pidió la licencia. Me pidió que soplara. Lo refresqué con mi aliento sabor al Listerine que me había pegado antes de salir. Me preguntó si había tomado algo. Le dije que sí, que un par de tragos.

“Uyy” me dijo, “usted sabe que basta un trago para no pasar la prueba de alcohol”. “¿No tiene problema en acompañarme a soplar en el detector de alcohol?, preguntó en tono irónico.

“Prefiero no soplar, si usted me dice que con un trago ya no paso”, le dije.

“Chuta, no se pana, pero es que todos tienen que hacer la prueba con el detector, ¿cómo arreglamos eso?”

Y entonces empezó el clásico bailecito del buitre. El oficial se llevó mi licencia y se fue a dar una vuelta esperando que yo me baje tras él para arreglar el asunto. Pasaron un par de minutos, y como yo seguía en mi carro regresó. “¿Entonces, me acompaña a hacer la prueba?” y se fue nuevamente con mi licencia. Me tocó ir detrás de él, donde su superior le preguntaba la situación.

Para no alargar el cuento, yo me negaba a hacer una prueba que podía indicar que mi nivel de alcohol estaba por encima del límite. Ellos insistían en que tenía que hacer la prueba. Decían que no importaba que ellos me vieran en buenas condiciones y totalmente sobrio, que lo único que valía era lo que decía la maquinita.

Negándome a pasarle plata, me tocó rebajarme a “hacerme amigo” del oficial y pedirle –rogarle—que por favor me deje ir; que tenía que recoger a mi hija de un año que dormía donde mis suegros; que usted también debe ser padre de familia y sabe lo que sería pasar la noche en la cárcel por culpa de lo que diga una maquinita; que no sea malito; que el país espera de oficiales serios como usted las decisiones correctas y aquí sabemos cual es esa decisión.

Pasaron veinte minutos de desgastante y humillante negociación hasta que finalmente me dejaron ir. En el transcurso, seguro que más de veinte borrachos se salvaron de ser detenidos por el oficial empeñado en hacerme soplar el aparato. Todo por no haber “arreglado” en un principio.

En cualquier país civilizado, este encuentro no hubiera pasado de un minuto. El oficial hubiera tenido la inteligencia, preparación y decencia suficiente para dejarme ir una vez que hubiera constatado que yo estaba en condiciones de conducir. Hubiera entendido que su criterio está por encima del numerito que marque la maquinita. Hubiera seguido su misión de servir a los ciudadanos y brindarles seguridad en las calles, en lugar de servirse de los ciudadanos.

Las leyes pocos cambios pueden lograr en el país mientras las personas no cambiemos. De nada me sirve una ley de tránsito ejemplar, si no tenemos oficiales preparados para implementarla en beneficio de los ciudadanos, no contra ellos. Por eso desconfío de este supuesto cambio en el país basado en lo que diga la nueva Constitución. Aunque fuera perfecto el librito salido de Montecristi –y sabemos que está lejísimos de serlo-- de poco o nada sirve si no tenemos los funcionarios con el nivel para cumplirlo. Ya hemos visto como empiezan a violar la Constitución desde sus primeros días de gateo.

Esta escena con el vigilante no pasó a mayores. Fue una anécdota más de las muchas que nos toca vivir y lidiar en la calle, en la política, en los negocios, en la vida. El cambio no vendrá escrito en un papel. El cambio se lo enseña y aprende en las escuelas y colegios. Se transmite con el ejemplo. Es un proceso que toma tiempo. Hasta eso, toca seguir jugando el triste juego.


* Publicado en revista Clubes de diciembre.

jueves, noviembre 27, 2008

José Luis censurado

El Consejo Nacional de Radiodifusión y Televisión (Conartel) prohibió a Canal Uno la transmisión del programa ‘José Luis sin Censura’. Agárrense de su control remoto. El Gobierno nos lo quiere quitar. Pretende decidir por nosotros lo que podemos o debemos ver. Empieza la censura.

Qué ironía. El primer programa censurado tiene en su nombre el calificativo “Sin Censura”. Pareciera que el Conartel lo escogió con dedicatoria.

Yo ni sabía de la existencia de este programa. Lo busqué en YouTube. Es bastante burdo, al puro estilo de Jerry Springer, Laura en América y esos talk shows basura que acaban siempre en insultos y puñetes. Pero por malo u ofensivo que pueda resultar, no le corresponde al Gobierno decidir si podemos o no verlo, sino a cada uno de nosotros. Para algo tenemos gustos distintos, sentido común, y dedos con la libertad de cambiar de canal si nos da la gana. No necesitamos que un funcionario público escoja la programación por nosotros.

El Conartel y este Gobierno no entienden lo que es la libertad de expresión. Su concepto de libertad está limitado a permitir aquello que ellos consideran correcto o moral. No entienden que la libertad de expresión implica justamente lo contrario. Permitir todo tipo de expresiones o manifestaciones. Incluso y sobre todo aquellas que no nos gustan o nos molestan. Si el Conartel va a censurar todo aquello que nos parezca ofensivo, ¿qué tal si empiezan con las cadenas de los sábados del Presidente?

Nos dirán que no están censurando nada, sino aplicando la ley que determina que el Conartel “regulará y controlará… la calidad artística, cultural y moral de los actos o programas de las estaciones de radiodifusión y televisión”. Nuestros inquisidores socialistas del siglo XXI aprendieron bien del Presidente en esto de aplicar a su gusto las leyes. Igual que cuando el Presidente persigue a quien lo “ofende” aplicando esa ley que dice que “El que con amenazas, amagos o injurias, ofendiere al Presidente de la República… será reprimido con seis meses a dos años de prisión…”, el Conartel hace las del Chacal de Don Francisco, decidiendo a su antojo quién se queda y quién se va de nuestros televisores.

Empezaron con José Luis. Ya vendrán otros. La censura como forma de control y amenaza. A ‘Buenos Muchachos’, programa en Gama TV con segmentos de sátira política, también lo sacaron del aire. Por lo visto los directivos del canal, ahora estatal, no quieren que hagan chistes del Gobierno. ¿Siguiente en la fila?

Junto a la censura que comienza, el Gobierno ya controla varios canales de televisión que poco a poco van adoptando una línea más gobiernista. A todo esto, ¿no dizque iban a vender esos canales incautados lo más rápido posible? Ya han pasado algunos meses y no veo ningún letrero de “Se Vende” en las puertas de TC o Gama TV. ¿Qué esperan? ¿Qué pasen las próximas elecciones? ¿Qué los amigos del poder reúnan la plata para comprarlos?

El Gobierno busca controlar a los medios de comunicación. Que ‘José Luis sin censura’ sea un programa basura no legitima en absoluto su prohibición. Esta censura atenta contra nuestro más elemental derecho a ver, leer o decir lo que queramos, sin que el Gobierno nos vigile o pretenda decidir por nosotros.

sábado, noviembre 22, 2008

Por culpa del euro

Hemingway y sus amigos escritores y artistas vivieron una buena época en la que los dólares sí que rendían. Basta leer las farras, banquetes y todo el trago que se tomaban en novelas como “París era una fiesta” para darse cuenta que nunca pasaron problemas de billetera. Con los chequecitos en dólares que les llegaban por sus artículos y novelas a sus apartamentos de exilio europeo les bastaba para disfrutar del viejo mundo y sus delicias. Hemingway y sus compañeros exiliados se salvaron del Euro.

Estoy de vacaciones en España. Ahora viajo en tren a Madrid. Ayer me tomaba una cerveza de 6 euros en un café de Barcelona. La tomé lentamente para que dure. Saboreando cada sorbo por cada euro que me costó. Envidio a Hemingway y sus amigos que con sus dólares se bebían Europa entera.

Estas épocas del euro fuerte, con franceses, alemanes, españoles, italianos y sus vecinos bien agarrados de las manos, han complicado los sueños de exilios europeos de los artistas americanos del Siglo XXI, que caminan con dólares y otras debiluchas monedas en sus bolsillos. Si el París de Hemingway hubiera tenido el euro de hoy, la fiesta hubiera acabado la primera noche. O quien sabe, talvez con los precios tan altos, Hemingway y compañía se hubieran emborrachado menos y escrito más. Lo cierto es que la prosperidad europea y el cotizado euro han aniquilado el sueño de nuevos artistas de nuestro lado del charco de escribir, pintar o simplemente embriagarse y soñar eternamente en París, Roma, Madrid o cualquier pueblo del viejo continente. Toca ahora quedarse en casa, viajar por el mundo en Internet, o escapar a más humildes versiones de París que siempre surgen por ahí, como Buenos Aires.

Estos días mientras viajo por España la gran noticia es la crisis financiera mundial. Las bolsas cuelgan de un hilo. Los bancos se desmoronan. Los gringos y europeos no pueden pagar sus hipotecas y deudas. Y los gobiernos han salido al rescate de los pobres banqueros. El plan de Bush alcanza los 700 mil millones de dólares. En los noticieros lanzan la cifra como si nada. Como quien comenta el estado del clima o el resultado del último partido de fútbol. ¡Pero son 700 mil millones! ¡Mucha plata! En Inglaterra nacionalizan la banca. Y aquí en España el gobierno también habla de miles de millones de euros mientras abre de par en par la billetera nacional. Y mientras escucho estas catastróficas noticias no puedo evitar soñar que con la crisis este primer mundo se vuelve algo más barato, que cada euro ya no cuesta un ojo de la cara, tomarse un trago en un bar deja de ser un golpe bajo a la tarjeta de crédito y Europa vuelve a ser una fiesta para los americanos que nos movemos al ritmo del dólar.

Mi tren está llegando a la estación. Da vueltas en mi cabeza la canción de Sabina, mientras me bajo en Atocha y me quedo en Madrid. Aunque no será por mucho tiempo. Europa sigue siendo una fiesta. Pero a ritmo de dólar ya no dura tanto. Yo ya me quedé sin un centavo. Toca volver. Allá donde podré tomar más tranquilo las próximas rondas de cerveza.


* Publicado en revista SoHo de Noviembre

jueves, noviembre 20, 2008

En buena compañía


Se ven bien esas fotos de Rafael Correa reunido con empresarios guayaquileños el martes pasado. Por un momento, esas imágenes nos hacen olvidar que se trata del mismo Presidente que despotrica contra el sector privado cada vez que puede. Y nos hace creer que sí podemos tener un presidente y un gobierno que entiende que solo uniendo fuerzas con todos los sectores, sobre todo el productivo, podemos salir adelante.

Son pocas las oportunidades que podemos ver a Correa en esa compañía. Sería bueno que fuera más seguido. Todos aprenderían de la experiencia. Se conocerían y descubrirían que no son tan malos como piensan.

Por ejemplo, al conversar con más empresarios, Rafael Correa entendería que no todos son explotadores o evasores de impuestos como él pensaba. Que hay muchos buenos empresarios que quieren ver a su país prosperar y que solo buscan trabajar, producir, generar empleo, competir, y claro, ganar dinero. Correa vería que los empresarios son sus principales aliados en la lucha contra la pobreza y en la generación de oportunidades. Comprendería, con mayor claridad, que en el apoyo y promoción del sector empresarial está la clave. Y quién sabe, después de conocer bien a más empresarios, tal vez terminaría avergonzado de tanto insulto pasado contra la clase empresarial, y haría el compromiso de dejar esa confrontación atrás.

Igual podría suceder por el lado de los empresarios si conocieran más de cerca al Gobierno. Verían que hay mucho que pueden hacer juntos. Que ese Correa conflictivo puede quedar atrás como un lejano personaje electoral, para dar paso a un presidente Correa constructivo.

Hace pocos días, Rafael Correa había dicho que esta reunión con empresarios no era para ayudarlos a ellos, sino para proteger las plazas de trabajo de miles de ecuatorianos que podrían perder sus puestos ante la crisis mundial. Dijo que apoyaría a los empresarios solo para ayudar a sus empleados, como excusándose ante sus seguidores por estar junto al sector productivo. ¿Le preocupa acaso que lo vean con esas compañías?

Esta reunión seguramente no se hubiera dado si no fuera por la crisis financiera mundial, la caída del precio petróleo y todas esas tormentas que se vienen encima. El Gobierno anunció una serie de medidas para que el sector productivo pueda superar los efectos de la crisis. Fue una reunión reactiva ante un problema. Sería bueno que estas reuniones se dieran sin necesidad de crisis. Que se dieran porque ambas partes entienden que juntos, Gobierno y sector privado, pueden lograr más.

Imaginemos. En su próxima cadena radial el Presidente dice que su gobierno cree en el sector privado y es un aliado de los empresarios. Que los empresarios son el motor de este país. Que su gobierno admira y promueve la innovación y el emprendimiento que se da en el sector empresarial. ¿Podemos imaginarlo?
A veces las crisis nos hacen despertar, ver nuestros errores y cambiar de rumbo. Este encuentro con los empresarios es una buena señal. Que no quede ahí. Que vaya más lejos. Que el próximo sábado, el Presidente no borre con alguna de sus desatinadas y destructivas declaraciones el acercamiento que se empezó a construir en Guayaquil.

Estaremos atentos a la siguiente foto.

jueves, noviembre 13, 2008

Conversaciones entre vecinos

Este martes, EL UNIVERSO organizó una cena entre los columnistas del Diario. Los temas políticos dominaron la conversación entre mis vecinos de página, como no podía ser de otra manera. Y en el tema electoral, en particular, salieron algunas observaciones interesantes.

Para empezar, será imposible tener elecciones en febrero. Hay un largo camino por recorrer. Se deben definir las nuevas reglas de juego, registrar todos los partidos y movimientos políticos e inscribir todos los candidatos. Luego viene el tiempo de campaña electoral. Además, se debe buscar un mecanismo para que voten los militares y empadronar a esos miles de jóvenes de 16 a 18 años que podrán sufragar. Y si a esto añadimos el complicado trabajo de organizar la elección para todas las dignidades, desde concejales hasta presidente, la cosa se pone color de hormiga. Mayo suena más real para votar.

Eso es una mala noticia para este Gobierno. Con el precio del petróleo bajando y una crisis mundial golpeando la billetera nacional. Con una Constitución que exige más derechos y gastos que el Estado no podrá pagar, y por los cuales distintos grupos protestarán. Con más fusibles en el Gobierno que se irán quemando con cada nalgada pública que les pega el Presidente. Con un partido de Gobierno que se irá resquebrajando entre choques de ideologías y forcejeos por candidaturas y puestos. Y con grupos políticos hoy afines a Carondelet que se van desencantando y separando, el panorama electoral no se ve tan alegre para el Gobierno como las últimas elecciones o como los comerciales sonrientes del Vicepresidente.

Con cada mes que pase hasta el momento de votar, la luna de miel con Carondelet se irá enfriando. Y como para complicarle más la vida al Gobierno, por ahí salió el chisme de la posible candidatura de un conocido personaje de la tele que tendría buena acogida.

Y hablando de posibles candidatos presidenciales, algún vecino se preguntó si existe hoy en el país ese líder que realmente nos pueda conducir por un buen camino. Otro vecino argumentó que el fin en estas elecciones no es necesariamente buscar a ese único líder. Que no debemos poner toda la confianza en una persona. Se trata de fortalecer las instituciones de este país. Esas débiles instituciones que Rafael Correa se ha encargado de debilitar aun más. Hoy en día la única institución de este Gobierno es Correa. Sin él no hay Gobierno, ni partido, ni nada.

Entonces, en estas próximas elecciones debemos apuntar a que varios buenos candidatos lleguen a la Asamblea Nacional para hacerle contrapeso a este Gobierno y obligarlo a ser democrático. Que los nuevos asambleístas sean un freno al autoritarismo y personalismo de Carondelet y generen el necesario balance de poder. Vencer a este Presidente será muy difícil, incluso con candidatos que sorprendan en las encuestas. Se puede, al menos, limitar sus excesos.

No fueron muy optimistas los panoramas políticos y económicos que salieron de esta conversación de vecinos, más allá de potenciales emociones electorales. Pero al menos es bueno saber que todavía podemos reunirnos a hablar libremente y escribir en esta página lo que queramos. Y soñar con un país con mejores temas para conversar y escribir, que no sean la democracia pisoteada, la pérdida de libertad de quien no se inclina ante la majestad presidencial, o las ironías e insultos presidenciales del sábado.

jueves, noviembre 06, 2008

Latinoamérica con Barack

George Bush demostró a su país y al mundo lo que pasa cuando un pueblo se equivoca al votar. Todos sabían que no era precisamente el candidato más brillante para manejar el destino de la primera potencia del mundo. Sin embargo, el país votó y volvió a votar por él. Y el mundo entero sufrió las consecuencias de una mala elección.

La izquierda latinoamericana, y sobre todo su rama retrógrada encabezada por Hugo Chávez, ha sido la más beneficiada del mal gobierno de Bush. Bush se convirtió en ese enemigo común que siempre viene bien para echarle la culpa de todos nuestros males. Sus ocho años en el poder desprestigiaron a su país y los valores que representa. Nuestros políticos supieron aprovecharlo.

Por eso la elección de Barack Obama es la mejor noticia para Latinoamérica este año. Sus posturas proteccionistas no nos beneficiarán. Pero eso será secundario frente a la nueva imagen que le dará a su país. Y mientras Estados Unidos tenga el respeto del mundo, los políticos populistas que se alimentan de gastados eslóganes antiyanquis y anticapitalistas tendrán menos apoyo y menos oportunidades de ganar.

Irónicamente, la “izquierda” en Estados Unidos –si se puede llamar izquierda en nuestros términos a Barack Obama y los demócratas– debilita a la izquierda latinoamericana, sobre todo a los “socialistas del siglo XXI”. No será tan fácil para Hugo Chávez y compañía ganarse aplausos insultando a Obama. No tendrán el mismo efecto que los insultos contra Bush.

Es fácil criticar al poderoso. A nuestros políticos que siguen vendiendo socialismos enterrados les encanta hablar de todo lo que anda mal en el mundo por culpa del capitalismo, la ambición y tanto cuento más. La actual crisis financiera mundial les ha dado más fuerza a sus críticas. No ven que son las sociedades capitalistas, desde Estados Unidos a Suecia, las que realmente han prosperado. Convencen a las masas desencantadas con la idea de gobiernos Robin Hood que lo resolverán todo quitándoles a unos para darles a otros.

George Bush se las puso demasiado fácil a estos políticos latinoamericanos y del mundo. Les hizo muy fácil criticar a Estados Unidos, al capitalismo y a las sociedades libres, donde es posible prosperar gracias a sus gobiernos y no a pesar de ellos. Esas sociedades donde han emigrado tantos ecuatorianos en busca de una vida mejor.

La nueva y renovada imagen internacional que ganará Estados Unidos de la mano de Barack Obama será un arma más poderosa para contagiar los valores liberales en el mundo que todas esas muertes, bombas y guerras dizque para promover la democracia con las que Bush se ganó el rechazo del planeta entero.

Se siente algo diferente en el ambiente con el triunfo de Barack Obama. Un optimismo que se contagia más allá de fronteras, nacionalidades e ideologías. Una sensación de que el mundo puede ir en una mejor dirección. Esperemos que la realidad sea tan buena como las expectativas creadas. Más allá de las políticas específicas del presidente Barack Obama hacia Latinoamérica, su sola presencia, impacto y nueva imagen que le da a su país y lo que representa, ya beneficia a nuestra región.

miércoles, noviembre 05, 2008

Revista la U. - Noviembre 2008

Ya está circulando la U. de noviembre en tu universidad!!!



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lunes, noviembre 03, 2008

En guayabera por la Amazonas

Un amigo quiteño me contó que el domingo del referéndum fue a votar en guayabera. Como para que todos sepan que también en Quito hay quienes votan por el No, rechazan el gobierno de Rafael Correa y apoyan las posturas de Jaime Nebot.

Mi amigo pertenece a esa minoría de ecuatorianos que nos opusimos a la nueva Constitución. A nivel nacional llegamos solo al 28.10%. El Sí dio una paliza por donde se lo mire. El país está con Rafael Correa y seguramente lo estará nuevamente en febrero cuando lo reelijan como presidente para que inicie su primer período presidencial bajo esta nueva Constitución hecha a su medida.

Es irónico y al mismo tiempo obvio que Rafael Correa haya ganado su referéndum en todo el país menos en su ciudad Guayaquil (y en Napo). Digo irónico porque uno esperaría al menos ganar en la tierra donde uno nació y viven tu familia y amigos. Pero es también obvio porque parecería que Rafael Correa solo tiene de costeño su partida de nacimiento y su acento. Se lo ve más cómodo en Quito, donde una mayoría comparte su ideología. Está más en su salsa entre burócratas, académicos y consultores de ONGs que habitan sobre todo las calles de Quito, que entre empresarios y gente del sector privado que se concentran en Guayaquil.

Y esta marcada diferencia ideológica que se da entre la gente de Quito y Guayaquil ha marcado y marcará los destinos políticos de este país. Basta ver los números del último referéndum para encontrar las claras diferencias: en Quito el Sí obtiene casi el 68% mientras en Guayaquil se acerca al 46%. En Quito el No supera apenas el 25%, mientras en Guayaquil está prácticamente en el 47%, casi el doble que en Quito.

¿Cómo se puede gobernar un país donde se piensa tan distinto en las dos principales ciudades? La respuesta está en una palabra que este gobierno tiene mucho problema en entender: libertad. Libertad para trabajar. Libertad para invertir. Libertad para seguir el estilo de vida que uno quiera seguir. Libertad para tomar decisiones propias. Libertad para tomar un camino propio.

Y esa libertad, a nivel de ciudades y regiones, se da con un sistema de gobierno descentralizado y con autonomías. Un sistema donde cada ciudad o región pueda seguir su propio modelo de desarrollo, sin interferencia ni trabas del poder central. Este gobierno dice respetar las autonomías, pero cree en un modelo estatista con una fuerte planificación central. El estado mete sus narices en todos lados e impone su modelo e ideología, sin respetar la libertad de cada región, ciudad o individuo de seguir su propio camino.

A este país no le irá mejor porque en Guayaquil y Quito se vote igual. No seremos necesariamente más unidos, más fuertes o más desarrollados porque en estas dos ciudades apoyemos a un mismo candidato o una misma ideología. Nuestra unidad y capacidad de desarrollo se basará en la libertad que tengamos para seguir nuestros propios caminos y modelos, apoyándonos y complementándonos siempre que sea posible, pero no interfiriendo en los asuntos del otro, o tomando recursos del otro.

El poncho podrá ser bastante incompatible con la 9 de Octubre y la guayabera con la Amazonas, pero eso no implica desunión. Lastimosamente, esta nueva Constitución que Quito mayoritariamente aprobó y Guayaquil en gran medida rechazó, sí contribuirá a que esas diferencias se conviertan en problemas al implementarse un sistema más centralista que nos hará pelear por los mismos recursos, en lugar de cada uno generar y administrar los propios.

Mi amigo se siente bien caminado en guayabera por la Amazonas. Siempre habrá excepciones que muestran que sí podemos pensar igual en Quito y Guayaquil. Pero no se trata de pensar igual. No se trata de votar igual. Ahí no está el reto ni la meta para ambas ciudades. Está en avanzar, crecer y desarrollarse con su identidad propia y sus diferencias, dentro de un mismo país unido. Eso se da con la libertad que brinda un sistema de autonomías. Eso difícilmente se dará con este gobierno que venera el control y planificación del Estado central por encima de la libertad individual.



* Publicado en revista Clubes de noviembre.

jueves, octubre 30, 2008

Y ella llora…

Nos llamó llorando desde el hospital. Su esposo luchaba por su vida. Un ladrón lo había apuñalado después de asaltarlos en un bus. Solo días antes estaba tan contenta mientras cocinaba el almuerzo. Había conseguido un préstamo para una casa. No había sido fácil con sus ingresos de trabajo doméstico. Ahora su esposo agoniza y un criminal camina libre con su dinero.

Mientras ella nos cuenta su tragedia, el noticiario pasa un discurso de Rafael Correa. “¡Angostura, nunca más!”, dice el Presidente exaltado. Anuncia que el país se está armando y equipando para evitar una nueva “agresión” del gobierno colombiano. Dice que “con profundo dolor nos veremos obligados a restringir la entrada y permanencia de ciudadanos colombianos en nuestro país”. Ya estamos acostumbrados: anticuados gritos nacionalistas, enemigos extranjeros imaginarios, amenazas de guerra con un país hermano. El agresor huye tranquilo del bus con un fajo de billetes y su cuchillo ensangrentado, mientras el Presidente habla de soberanía territorial.

¿No ven acaso que el enemigo no está en el país vecino sino en la violencia interna? Bastante tiempo les tomó aceptar que la violencia no era invento de los medios de comunicación o de la oposición. Es real y asusta.

Hace poco conocí la central de emergencias y monitoreo de la Corporación para la Seguridad Ciudadana de Guayaquil. Impresionante. La última tecnología al servicio de la seguridad. Todo está diseñado para que cualquier llamada de emergencia sea dirigida y atendida de forma inmediata. Están listos los equipos. El personal está capacitado. Pero falta algo. La Policía que siempre fue pieza integral de este proyecto ahora decidió no colaborar. Es que la Policía de un Gobierno socialista no trabaja con un Municipio capitalista. Las víctimas de asaltos y violencia que tomen su tique y esperen su turno.

El ladrón no mira los stickers en tu carro a la hora de robarte. Le da igual el color, o que diga vota Sí o No. El asesino no pregunta por quién votamos antes de dispararnos. Tratan a todos por igual. Pero el Gobierno sí basa irresponsablemente su decisión de colaborar y trabajar por la seguridad en banderas políticas y pugnas personales. Esta central de emergencias de la Corporación para la Seguridad Ciudadana no acabará con la delincuencia, pero sí haría una gran diferencia si trabajara con todas las instituciones unidas. Si solo la Policía dejara su absurda postura de no colaborar, se contarían menos historias de horror y lágrimas todos los días.

Aquí los intereses políticos están por encima de los intereses de los ciudadanos. Enfrentamos a enemigos extranjeros ficticios, antes que a enemigos locales reales.

Pero no se preocupen, mediante decreto ejecutivo número 1407 emitido por el Gobierno se ha oficializado al último viernes del mes de octubre como el “Día Nacional de la Alegría y la Solidaridad”. Sonriamos entonces. Aquí no pasa nada. La crisis mundial apenas nos afectará. Nuestra Policía es tan eficiente que no necesita la ayuda Municipal. Esos colombianos que invaden nuestra soberanía serán expulsados y todo quedará solucionado.

Y mientras tanto, ella llora junto a su esposo que se le va. Y no hay bono, ni “Patria ya es de todos”, ni gritos nacionalistas, ni sonrisitas que la puedan consolar.

jueves, octubre 23, 2008

Minorías


Si los e-mails con comentarios y análisis políticos y económicos que recibimos día a día fueran un indicativo del clima político del país, andaríamos por otros rumbos. La popularidad de Rafael Correa estuviera por los suelos. El No hubiera barrido en el referéndum. El Socialismo del Siglo XXI, Hugo Chávez y todos esos referentes políticos no tuvieran cabida en el país.

Esa minoría de ecuatorianos que podemos estar conectados a una computadora e internet tenemos el privilegio de acceder a la información que la gran mayoría no recibe. Incluso, si estás leyendo este artículo perteneces a una minoría con acceso al periódico, y con capacidad de leer y entender más allá de los titulares. La mayoría del país no lee periódicos y tiene un nivel básico de comprensión de lectura.

La información es la herramienta más poderosa para tomar las decisiones correctas. Vivimos en un país donde la gran mayoría no tiene acceso a la información. ¿Podemos esperar decisiones acertadas?

Luego del referéndum, Rafael Correa decía con orgullo que en Guayaquil mientras más pobre la parroquia, más se votaba por el Sí. Para Correa, esta votación significa que los más pobres se sienten identificados con su Gobierno y sienten que sus vidas están mejor o mejorarán con la nueva Constitución (aunque casi nadie conozca realmente su contenido). Pero visto desde otra perspectiva, esa votación significa que a menor acceso a una educación e información, más votos para este Gobierno. Gran parte de esa mayoría que votó por el Sí obtiene su “información” de lo que ve en televisión, es decir, de las infinitas cadenas y publicidad del Gobierno.

En Carondelet podrán decir que los que votan en su contra no son los mejor informados, sino los pelucones que están perdiendo sus privilegios. Pero en ese 28,10% que votó por el No, no se puede hablar solo de ricos y privilegiados. Más bien, se podría hablar de una minoría mejor informada y preparada que entiende los peligros de esta “patria altiva y soberana” que nos venden.

No debe sorprender que no se haya considerado el voto voluntario en la nueva Constitución. No le conviene al Gobierno. Si se replica lo que sucede en otros países, con un voto no obligatorio votarían en mayor proporción las personas con un nivel más alto de preparación. Eso sería una mala noticia para este Gobierno, cuya fortaleza está en la mayoría más vulnerable y desinformada, a la que podrán unirse ahora los adolescentes de 16 a 18 años.

El gran reto para el país está en alcanzar una población con más educación y acceso a la información. Suena a eslogan gastado, pero es realmente el único camino para vivir mejor. De la mano con la educación, está el acceso a la tecnología, para que informarse en internet o escribirse por e-mail deje de ser un privilegio de las minorías de hoy.

Para el Gobierno, el reto es más complicado si quiere sinceramente mejorar el nivel de educación de los ecuatorianos: significa lograr que la mayoría de ecuatorianos reciba una mejor educación, con acceso a todos los recursos y herramientas de información, y al mismo tiempo mantener el apoyo de esa mayoría, ahora más educada e informada, y por lo tanto menos vulnerable frente a discursos populistas. ¿Posible?

lunes, octubre 20, 2008

Roma tendrá que esperar

Sucede en más de una de esas cursis películas. El protagonista sorprende a su guapa novia. La lleva sin avisar al aeropuerto de Nueva York, toman un avión a una ciudad romántica, por ejemplo Roma, y en pocas horas se están besando frente a la Fontana de Trevi.

Ante escenas como esas, por acá nos toca decir “solo en las películas”. No es que nos falten ecuatorianos románticos y espontáneos con suficiente imaginación –y billete— para impresionar a su novia con un viaje sorpresa. Lo que nos falta es el pasaporte adecuado.

En la versión ecuatoriana de esta película, el protagonista hubiera tenido que pedirle primero todos los papeles a su novia, pagar la aplicación para la visa, ir juntos a la cita en el consulado, demostrar que el viaje es por puro placer y romanticismo y que no piensan quedarse a trabajar, rogar que el funcionario esté de buen humor y los apruebe, y ahora sí, finalmente, ir al aeropuerto y subirse en el próximo vuelo a Roma.

Nuestro pasaporte color concho de vino con fotos de nevados y piqueros nos hace ciudadanos de tercera. Eso de que diga “Comunidad Andina” no sirve ni de consuelo. El mundo ve nuestro documento con sospecha. “Este tipo seguro se nos quiere quedar a trabajar” es lo primero que piensa el funcionario de migración.

Más que los ceros en la cuenta bancaria o todas las tarjetas platinum de crédito, la verdadera llave que abre las puertas al mundo es un pasaporte gringo a europeo. Por eso Latinoamérica busca en su variado árbol genealógico algún bisabuelo o pariente lejano que le sirva de eslabón para demostrar que todavía le llega sangre europea. Por eso, de repente nos encontramos con que ese amigo bien ecuatoriano que teníamos, es ahora francés, italiano o español. Logró rescatar de su historia el antepasado preciso para poder tramitarse un pedazo de Europa. Y ahora se pasea libremente por el mundo, donde los oficiales de migración lo reciben con una sonrisa. ¡Desgraciado! Y yo aquí haciendo colas en consulados, aguantándome a funcionarios que preferirían estar en otro lugar, convenciéndolos que solo me quedaré unos días de vacaciones y nada más.

Tanto se han cotizado los pasaportes del primer mundo, que hoy en día el principal símbolo de riqueza y estatus Latinoamericano es no tener hijos Latinoamericanos. Los nuevos herederos latinos nacen en Miami. Sus mamás viajan justo antes de que las autoridades de migración les noten la barriga. Y a los pocos meses vienen al mundo los flamantes gringuitos latinos con su pasaporte azul bajo el brazo.

A esos niños les espera toda una vida libre de consulados, esos horribles lugares que siempre me han producido una sensación extraña. En sus salas de espera se mezclan demasiadas emociones: la tristeza del rechazado, la alegría del aprobado, la prepotencia del que interroga, la incertidumbre del siguiente en la cola, los nervios del primerizo, la impaciencia por una respuesta. El tiempo pasa lento y espeso. La esperanza cuelga de un hilo delgado.

¿Llegaremos algún día a ser verdaderos ciudadanos del mundo con un pasaporte que abra puertas en lugar de construirnos muros? ¿Será posible treparnos sin pensarlo en un avión y aterrizar, por ejemplo en Roma, sin que el oficial de migración al ver nuestro pasaporte sospeche algo malo? ¿Llegará el día en que esto de ser ecuatoriano no salga tan caro?

En el final de la película Sabrina, el personaje de Harrison Ford toma el próximo avión de Nueva York a Paris y la sorprende a ella afuera de su apartamento parisino, para terminar los dos, como tiene que ser, en un eterno beso francés. Si el personaje de Harrison Ford hubiera tenido pasaporte ecuatoriano, nunca hubiera llegado a tiempo a Paris para reconquistarla. Sabrina hubiese acabado con algún francés, mientras Harrison seguiría explicando al oficial del consulado que su viaje es por placer y no tiene intensiones de quedarse a trabajar.



* Publicado en revista SOHO de Octubre

jueves, octubre 16, 2008

Con amigos como estos

Leo dos noticias publicadas el mismo día que muestran por donde van las amistades ecuatorianas.

Por un lado, los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa acuerdan la construcción de un gasoducto, y suscribirán varios convenios de cooperación: una escuela agroecológica, una fábrica de focos ahorradores y un tren eléctrico trasandino. Esto se suma a múltiples proyectos, alianzas y acuerdos previos. Venezuela es el pana del alma de nuestro Gobierno.

Por otro lado, existe la amenaza de que Brasil suspenda relaciones comerciales con Ecuador. El canciller brasileño, Celso Amorim, dijo que el comercio entre Brasil y Ecuador depende de que nuestro país pague el préstamo que contrajo para financiar la construcción de la hidroeléctrica de San Francisco, luego de que Rafael Correa ha expulsado a la constructora Odebrecht y amenaza con no pagar el préstamo.

Por alguna razón a este Gobierno le gusta andar con los relajosos del grupo. Con los presidentes que más escándalo hacen y más burlas provocan en la comunidad mundial. ¿Por qué hemos escogido estos amigos inestables y gritones, antes que el resto de gobiernos serios de la región que trabajan y avanzan en silencio?

Bienvenida la ayuda y cooperación que Venezuela ofrezca al Ecuador. Bienvenidos los beneficios que obtengamos de una cercanía con ese país y la inversión de sus petrodólares. El problema es que esa cercanía con Venezuela parece estar condicionada a nuestro distanciamiento con el resto de gobiernos.

Ayer nos peleamos infantilmente con Colombia. Ahora le toca a Brasil. Más allá de la forma como haya actuado la constructora Odebrecht, lo importante es que nuestro Gobierno respete la ley y no se deje llevar por emociones. De lo contrario, solo perdemos los ecuatorianos. Al desprestigiarse aun más nuestra imagen internacional. Al ahuyentarse la inversión. Al dañarse nuestras relaciones con el país más importante de la región. Como dijo el Ministro de Energía de Brasil, la decisión del presidente Correa de expulsar a la constructora Odebrecht es “una bravuconada que no lleva a nada y no fortalece las relaciones diplomáticas”.

Este Gobierno que critica a los políticos que eran muy cercanos con Estados Unidos y a los empresarios que centraron todas sus esperanzas en un tratado con ese país, ahora parece hacer lo mismo con Venezuela. Con el agravante de que Venezuela no es nuestro mayor socio comercial, su gobierno no es respetado a nivel mundial ni dentro de casa, y que esta cercanía con Venezuela se va convirtiendo en amistad exclusiva y excluyente.

Al final, todas estas peleas con empresas y socios comerciales nos pasan factura a los ecuatorianos. Con el caso Odebrecht, nos tocará pagar en un futuro no muy lejano. La empresa brasilera seguramente recurrirá a los contratos, demandará, ganará y finalmente los ecuatorianos tendremos que indemnizarla por las pérdidas y daños causados. Y cuando eso ocurra, Rafael Correa ya estará disfrutando de su jubilación presidencial.

No sé ustedes, pero se me hace que si el problema hubiese sido con una constructora Venezolana afín al gobierno de Chávez, Correa no la hubiese expulsado y habría llegado a un acuerdo inmediato. No podemos basar el futuro del país en bravuconadas y exageradas amistades pasajeras. Menos aún con la clase de amigos que este Gobierno maneja.

jueves, octubre 09, 2008

Lágrimas de aeropuerto

Estoy en el aeropuerto de Guayaquil. Voy a tomar un avión a Madrid. Y la escena es muy triste.

El aeropuerto está lleno, pero no de viajeros. Han venido familias enteras a despedirse. Rostros humildes. Ropas gastadas. Lágrimas de un niño que abraza a su papá, quien le habla con un acento salpicado de zetas y le promete que pronto volverá. La escena se repite por todos lados. Familias unidas por pocos días para volver a esa dolorosa separación que significa la migración.

Veo a esa señora con los ojos rojos de tanto llorar despedirse de su hijo. Tomándose una foto en la que nadie sonríe. Y me pregunto cómo habrá votado en el último referéndum.

¿Habrá votado Sí como un rechazo a gobiernos anteriores, banqueros, partidocracia, empresarios y todos aquellos identificados como culpables de la migración de su hijo? ¿O habrá votado No, al escuchar a su hijo hablar del progreso y oportunidades en España, y entender que ese desarrollo no se da con modelos socialistas anticuados, sino con el empuje que solo dan políticas que promueven el emprendimiento y la libre empresa?

Me contesté la pregunta de inmediato. Seguro voto Sí. Es más fácil descargar su rabia y dolor contra los culpables, antes que pensar en una solución al problema.

Durante la campaña del referéndum, circularon unos afiches por el No que ofrecían una recompensa a quien conozca a alguien que haya emigrado a Venezuela, Cuba o Bolivia. Yo no conozco a nadie. Y sin embargo hemos escogido con nuestro voto parecernos a esos países y no a la España donde emigran nuestros parientes, amigos, vecinos.

Ya estoy en Madrid. Voy en el metro donde escucho a una chica española contarle a su amigo sobre Guayaquil y las espectaculares playas en Salinas, donde iba con sus amigas del “cole”. Me doy la vuelta y descubro que esa voz española sale de un rostro ecuatoriano. Sus gestos, su forma de vestir, y sobre todo su acento, han dejado al Ecuador atrás, pero no sus recuerdos. ¿Cómo hubiera votado esa chica que ha hecho de España su casa?

Esos migrantes saben lo que es un país con oportunidades. Saben que no es fácil tener éxito, que requiere sacrificios y mucho trabajo. Pero saben que sí es posible lograrlo en sociedades que además de brindar buenos servicios y facilidades, celebran y promueven el trabajo y éxito individual en lugar de condenarlo o minimizarlo a favor de un Estado paternal. Esos migrantes, a quienes el Gobierno ecuatoriano ha sabido acercarse ganándose su voto, tienen el poder de iluminar a muchos ecuatorianos sobre la manera como se manejan los gobiernos civilizados.

Ahora estoy escuchando al ex presidente español Felipe González en la cena de la
Sociedad Interamericana de Prensa. Y entiendo mejor el progreso de España. González, un socialista, está hablando de las virtudes del libre mercado y hablando bien de los empresarios. Si así suena el socialismo, no está nada mal. Así, sí se puede avanzar.

Lástima que por nuestros barrios el folclore político y populismo sigue convenciendo más y ganando más votos. Incluso el de esa señora que llora en el aeropuerto al ver a su hijo escapar a tierras más libres.