Votaremos por una nueva Constitución que en realidad es una excusa para darle más facultades al Gobierno, para que avance a toda máquina su plan estatista y concentrador de poder.
Es una sensación extraña esta de ver cómo el país acude emocionado a votar por un futuro más oscuro. Muchos votan convencidos con el eslogan de “Voto Sí porque el No ya lo viví”. No imaginan que se puede estar peor que antes.
Este domingo votaré No porque me basta con lo que ya hemos vivido del Sí.
Mi voto no tiene que ver con todo aquello en lo que gran parte de la reducida campaña por el No se ha enfocado: aborto, gays, drogas, religión. Fue un enfoque equivocado, más allá de que logre algunos votos. Con nueva Constitución o sin ella, no cambiarán los números de abortos en el país, el uso de las drogas, o la elección sexual de las personas. Por ahí no va el asunto.

El problema principal se refleja, por ejemplo, en la actitud del Gobierno frente a la nueva –e ilegal– Ley de Tránsito que el propio Gobierno escribió. Será una conducta que veremos más en el futuro: no importa lo que diga ese libro aprobado en Montecristi. No importa la ley. Lo que importa es lo que el Gobierno ve como “legítimo”. Lo que importa es avanzar, a como dé lugar, con este proyecto que está convencido que cada ciudadano no tiene la capacidad de tomar sus propias decisiones, sino que estas deben tomarse y exigirse desde la infinita sabiduría del poder central. Este domingo se votará por dar más poder y legitimidad a un Gobierno que seguirá la Constitución cuando le convenga.
Esto se vuelve más evidente cuando vemos la experiencia de Venezuela bajo el dominio

Esa ideología y estilo, que pone al Estado antes que todo y que todos, ya tiene sus claros frutos en una Venezuela donde el Estado, o sea, el Gobierno, o sea, el Presidente es el amo y señor de todo lo que se mueva y no se mueva. Porque Venezuela y Chávez existen, los peligros del Sí son más reales y tangibles.
Nos guste o no, Rafael Correa sigue en la cima de su popularidad. Su mensaje sigue vendiendo bastante bien. Basta oírlo un sábado cualquiera durante su cadena radial. La gente disfruta escuchándolo, ríen, comentan, sueñan con sus palabras.
Este domingo votaremos No, porque aunque perderemos una vez más votando distinto a la mayoría del país, tenemos la confianza de que poco a poco iremos todos despertando de la seducción de este verde populismo publicitario, y sabremos que el camino al progreso y bienestar está por otro lado.
Que al menos la derrota dominical que el país sufrirá nos sirva de aprendizaje para futuros triunfos.