jueves, diciembre 28, 2006

Medias amarillas

Cada fin de año me emociona escuchar la canción de Mecano Un año más. Dice entre otras cosas: “…en el reloj de antaño/ como de año en año/ cinco minutos más para la cuenta atrás. / Hacemos el balance de lo bueno y malo/ cinco minutos antes/ de la cuenta atrás…/ Y aunque para las uvas hay algunos nuevos/ a los que ya no están echaremos de menos/ y a ver si espabilamos los que estamos vivos/ y en el año que viene nos reímos…/ Y decimos adiós/ y pedimos a Dios/ que en el año que viene/ a ver si en vez de un millón/ pueden ser dos”.

Termina el año y hacemos el balance de lo bueno y malo que nos sucedió y sucedió a nuestro alrededor. Viendo las cosas por el lado amable, descubrimos que el 2006 no fue tan malo como lo pintamos día a día, sobre todo, en esta página en la que solemos ser tan críticos.

En este año vibramos viendo a nuestra Selección ganar en el Mundial. Parece ya tan lejano, pero sucedió este año. Y aunque muchos estamos decepcionados por los resultados electorales a nivel presidencial y por los nombres y rostros faranduleros que ocuparán el reconstruido Congreso Nacional, debemos sentirnos tranquilos y satisfechos porque el proceso electoral fue bastante limpio y claro. Y aunque suene conformista –y es que la realidad política de este país no nos deja gran alternativa– más allá de los errores y horrores del presidente saliente, de cuyo nombre ya no queremos acordarnos, podemos estar contentos porque terminó su periodo y en este 2006 no tuvimos más helicópteros, fugas, ni sobresaltos en Carondelet. En lo personal, aunque nos quejamos todos los días y tuvimos problemas y momentos tristes, seguro fueron muchas más las razones para sonreír y ser feliz. Yo, por ejemplo, en este 2006 me enteré que sería papá por primera vez. Una buena noticia más poderosa que todos los noticiarios con sus escándalos, sus chismes y sus crónicas rojas.

Como dice la canción, a ver si en el año que viene nos reímos y en vez de un millón pueden ser dos. El gobierno de Rafael Correa tendrá mucho que ver en esto. Pero al final del día, cada uno de nosotros será responsable de nuestras propias lágrimas y sonrisas, y de que en nuestra familia, trabajo, barrio, política y todo lo que rodea nuestras vidas las cosas salgan mejor.

Cada fin de año, justo antes de que el reloj marque las doce, mi abuelo se cambiaba sus medias por un flamante par de medias amarillas. Era su cábala de fin de año. Otros comen uvas, ponen dinero en sus zapatos, corren con maletas, entre otras cosas extrañas que esperan les traiga buena suerte.

Que el 2007 sea lo que esas uvas esperan y más. Sabemos que será un año de eventos importantes para el país. Que todos los ecuatorianos, y sobre todo, quienes se estrenan en sus funciones públicas, seamos parte de la solución caminando en una misma dirección. Si entendemos que más allá de nuestras diferencias debemos remar hacia el mismo lugar, seguro las uvas, maletas y medias amarillas estarán de más. Y el próximo diciembre festejaremos y miraremos contentos hacia atrás por ese gran año que logramos.

jueves, diciembre 21, 2006

Navidad entre iPods y niños plateados

La ciudad enloquece entre carros apurados, taxis pitando, océanos de gente cruzando las calles y papanoeles criollos sudando a chorros en medio del calor sofocante. Los niños se portan mejor que nunca esperando que les traigan todos los regalos de su lista. Llegó la Navidad.

En Navidad vivimos más de cerca los contrastes y desigualdades de este Tercer Mundo. Los centros comerciales rebosan de gente comprando hasta las diez de la noche iPods, celulares y televisores, mientras afuera en las calles un batallón de niños descamisados busca una moneda de carro en carro “limpiando” los parabrisas. “¿Por qué Papá Noel no les lleva regalos a los niños pobres?”, pregunta un niño a su mamá, que busca cansada de tienda en tienda ese regalo inservible que seguro su suegro nunca usará. Ella traga saliva, busca una respuesta y cambia de conversación.

El reto del próximo gobierno será lograr que más niños vayan a la escuela en lugar de pedir limosna en las calles la próxima Navidad. Esto deberá ir acompañado de más personas comprando y vendiendo en los centros comerciales. Es decir, el reto no es quitarle a unos para darle a otros; sino lograr el ambiente y las oportunidades para que todos puedan trabajar, producir y progresar juntos.

En estos días hemos ido conociendo a quienes ocuparán puestos clave en el próximo gobierno. Estamos algo preocupados al ver a personas ocupando ministerios de temas que parecen no conocer, y la creación de nuevos ministerios que significarán más sueldos y burocracia calentando más puestos. Dijimos que apoyaríamos a nuestro nuevo Presidente, así que, aguantándome las ganas de continuar mi crítica a lo que veo como desaciertos, le dejo por ahora el espacio a la duda.

Esperemos que Rafael Correa tenga todo claro y los resultados de sus decisiones nos dejen boquiabiertos de alegría. Esperemos que esas canciones del Che Guevara que el Presidente electo coreaba a todo pulmón en una reciente reunión con sus partidarios sea solo una canción, y que no signifique que quiera conducir este país por los caminos de la Isla que hoy se hunde en el atraso.

Navidad nos vuelve más pensativos a todos. Nos entristece más que nunca la pobreza de los niños con sus cuerpos pintados de plata en media calle mientras vamos con bolsas llenas de regalos. No dudo que los futuros ministros que están apareciendo hoy en nuestros televisores quieren trabajar para que ese niño plateado pueda estudiar en lugar de trabajar. ¿Qué harán para lograrlo? ¿Cómo lo cumplirán?

He escuchado ya muchas declaraciones en estos días con un marcado énfasis en culpar de todos nuestros males a las mafias y los corruptos. Excelente. Muy bien que quieran acabar con quienes tanto retroceso nos han causado. Pero, por alguna razón esas acusaciones me suenan muy parecidas a las del doctor que refundaría esta nación y que hoy hemos olvidado. Que tenga claro el nuevo gobierno que acabar con las mafias no es su fin, sino un medio más para alcanzar sus metas. Que su enfoque sea constructivo. Que se pregunte: ¿qué haré?, ¿en qué áreas trabajaré?, ¿cómo impulsaré mis objetivos?, antes que ¿a quién tumbaré?, ¿con quién acabaré?

Que en esta Navidad nuestro futuro Presidente, sus ministros y todos quienes tomarán las riendas del país reflexionen. Feliz Navidad para ellos. Descansen. Que a partir de enero exigiremos muchísimo de ustedes.

jueves, diciembre 14, 2006

Ladrones legales

Uno aquí, partiéndose la cabeza planeando ese nuevo gran negocio cuando hay otra forma mucho más fácil de hacerse millonario al instante: trabajar en Andinatel. Según nos hemos enterado en estos días, hay quienes ganan sueldos millonarios en esta empresa pública. Y lo peor de todo es que esos ingresos recibidos ya han sido justificados. Es decir, son legales. ¿Quién dijo que no existe el robo perfecto?

Es fácil repartir plata y ser generosísimo con los sueldos cuando ese dinero no es de uno. Al fin de cuentas, ¿de quién es Andinatel, Pacifictel y tantas de nuestras empresas públicas? ¿Son de todos? Más bien parece que son de nadie. Si no hay un dueño, accionista, o administrador privado con un interés directo en que la empresa marche bien, produzca eficientemente y sea rentable, nadie perderá el sueño por el éxito o fracaso de la empresa. Necesitamos incentivos y reglas claras para ser productivos. Nada de eso existe en nuestras empresas públicas.

La palabra privatización asusta a muchos, sobre todo a los partidarios del futuro gobierno. Pero privatizar no es la única opción para volver eficientes estas empresas y acabar con estos abusos y robos legales. Lo importante es acabar con el estatus de empresas de todos y de nadie. Pueden mantenerse como empresas públicas, pero en manos de administradores privados que deban rendir cuentas y cuyos ingresos dependan del éxito de su gestión. Y con la autonomía necesaria para que ningún presidente, ministro, ni ninguno de esos que pasean a diario por Carondelet puedan intervenir en las decisiones de la empresa o palanquear el ingreso de algún pariente para que reciba un sueldo dorado.

Aquella burocracia idealizada e idealista, racional, positiva y eficiente de la que escribía el alemán Max Weber, hace más de cien años, sin duda no se aplica bien en este mundo, y sobre todo en este país. Quienes están en el sector público y en el privado buscan lo mismo: estabilidad, mejores ingresos, bienestar. La diferencia radica en que en el sector privado esto se obtiene trabajando mucho, siendo creativos y proactivos para ganar más plata. En el sector público esto se adquiere, en gran medida, manteniendo ineficiencias que permitan sueldos legales exorbitantes como el de la funcionaria de Andinatel y jugando con el sistema de tal forma que no haya cambios que pongan en riesgo los puestos y privilegios.

El sector público es necesario a pesar de sus males. Necesitamos un Estado que se encargue de aquellas pocas cosas que el mercado y el sector privado no pueden manejar. Pero ese sector público debe parecerse en la mayor medida al privado, de tal forma que sus empleados y administradores ganen en función de su trabajo y eficiencia, y no en función de supercontratos colectivos e individuales que se consiguen a base de estirar leyes y dinero público.

Ladrón no es solo el que rompe la ley metiéndose a medianoche a una casa y llevándose joyas y televisores. También hay ladrones que roban dentro de la ley. Aquellos que consciente y descaradamente manipulan el sistema de privilegios del sector público para recibir más de lo que deben y merecen. Al menos el primero se reconoce como ladrón. Los segundos caminan entre nosotros como si nada.

jueves, diciembre 07, 2006

Metiendo carpeta

Gobierno nuevo, gente nueva. Mucha gente nueva. En ministerios, gobernaciones, superintendencias, Petroecuador, Fondo de Solidaridad, embajadas, en fin. A nuestro nuevo presidente le tocará escoger entre su gente de confianza a los nuevos ministros, viceministros, asesores, subsecretarios, gobernadores, directores, gerentes, intendentes, embajadores, etcétera, que, según informa este Diario, son unos 2.800 cargos. Eso es mucha gente de confianza.

Según el reportaje de este diario, Correa ha dicho que escogerá a “los mejores hombres y mujeres del país, con nosotros se inaugurará la meritocracia y se sepultará la palancocracia”. Bien dicho. Le tomamos la palabra. Pero cuando hay tanto puesto disponible y favores que devolver, es difícil evitar que la palanca mueva sus influencias.

El reportaje indica que los distintos movimientos sociales que apoyaron a Correa ya han mostrado su interés en sectores específicos. Los socialistas están interesados en el Ministerio de Educación, Pachakutik en los ministerios de Agricultura y Salud, el Movimiento Blanco en las direcciones provinciales de Salud. Nada de malo en esto. Es normal que quienes apoyaron al candidato ganador quieran ocuparse de áreas para las que se sienten calificados.

Pero ahí es donde Correa y su equipo deben estar alertas. Una cosa es decir que se escogerá a los mejores hombres. Otra es tener a amigos, conocidos, arrimados y supuestos amigos llamando, insistiendo y metiendo carpeta por todos lados para que les consigan algún puestito por ahí, a ellos, al hermano, al primo, al cuñado pobrecito que perdió su trabajo hace cuatro meses y sigue desempleado. Y con solo un mes para designar todos estos cargos, lo fácil es ceder, devolver el favor a quienes los acompañaron en la campaña, ser buena gente con el pana de colegio, tomar la carpeta, darle una rápida ojeada a ese currículo con faltas ortográficas y más ficción que novela, y decirle que sí, que se venga a trabajar al gobierno que cambiará al país.

¡Qué difícil conseguir esos 2.800 buenos hombres y mujeres! Encontrarlos es fácil, están aquí, entre nosotros. Pero la mayoría de ellos están trabajando y produciendo en puestos estables. Lo difícil es conseguir esos buenos hombres y mujeres dispuestos a dejar lo que están haciendo para ir al sector público y trabajar por el país. En cambio, no es tan complicado encontrar esos hombres y mujeres no tan buenos que digamos, para quienes ser parte del gobierno no sería un sacrificio sino una gran oportunidad.

El anuncio de Correa de que bajará su sueldo de presidente lleva un buen mensaje de austeridad para el sector público. Pero al mismo tiempo aleja a aquellos “mejores hombres y mujeres del país” que el presidente electo busca. Si son realmente buenos, su trabajo vale más que los nuevos sueldos. Y ahí se complica la selección.

Esperemos que esos 2.800 sean realmente buenos. Que este nuevo gobierno no caiga en el error de repartir puestos públicos como camisetas en campaña electoral. Queremos ministros y servidores públicos que duren los cuatro años, o al menos gran parte de ellos. Si queremos un cambio, debemos empezar por un gobierno estable. De las selecciones que Correa y su equipo hagan en estas semanas depende gran parte de esa estabilidad.

jueves, noviembre 30, 2006

Todos con Correa

No voté por Correa. No es que Noboa me emocionara. De hecho me avergonzaba bastante verlo arrodillado con Biblia en mano y diciendo tanta ridiculez. Pero identificado más con su ideología lo creía el mal menor.

Hoy eso es pasado. Ya no importa por quién votamos ni en quién creímos. Rafael Correa será nuestro nuevo presidente. Todos debemos estar con él.

Más allá de no estar de acuerdo ideológicamente con Correa, creo en sus buenas intenciones. Creo que quiere sacar a este país adelante. Por eso lo apoyaré esperando que su gobierno sea un éxito. Pero ese apoyo no puede ser ciego. Sin mencionar mis preocupaciones en lo político, por la difícil relación que enfrentará con el Congreso ante su promesa de la Asamblea Constituyente, me preocupa mucho lo que el nuevo presidente haga en lo económico.

Me preocupa su ideología estatista en un país donde el Estado no funciona. Lo hemos escuchado decir que acabará con el modelo económico neoliberal y que el Estado regulará aún más la economía. ¡Pero si Ecuador es todo menos liberal! Si el país fuese realmente liberal, no tendríamos tantas empresas ineficientes y corruptas en manos públicas. La educación no estaría secuestrada por el Estado. La seguridad social estaría compitiendo libremente con sistemas privados para que sean los ecuatorianos los que decidan dónde invertir su plata, y no el Estado quien decida dónde desperdiciarla. Somos todo menos un país liberal. El Estado mete mano en todos lados. La burocracia se alimenta como parásito de empresas y sectores que deberían estar en libre competencia. Por eso me preocupa que Correa quiera estatizar aún más nuestra economía.

Creo en las buenas intenciones de Correa. Creo en las buenas intenciones de muchos de quienes lo rodean. No creo en su convicción de que el Estado y la burocracia ecuatorianos pueden funcionar como en países avanzados. El Estado no cambiará sus prácticas de la noche a la mañana. Estamos a años luz de aquella burocracia idealizada en la que hombres y mujeres serios trabajan por el bien común más allá de cualquier otro interés personal. El libre mercado, con todas sus imperfecciones, a diferencia del Estado, sí funciona.

Más allá de sistemas económicos e ideología que el nuevo presidente quiera impulsar, esperemos que en su cabeza esté siempre presente la palabra libertad. Libertad para comprar, para vender, libertad para contratar, libertad para poner la plata donde uno quiera y usarla como uno quiera, libertad para invertir. Cualquier acto en contra de esta libertad solo creará problemas, atraso y más pobreza.

Felicitaciones a Correa. Sin duda su campaña fue un éxito. Supo llegar con su mensaje. Supo despertar en la gente el deseo de cambio. Felicitaciones por su actitud esta primera semana como vencedor. Ha mostrado seriedad y humildad. Buen inicio. A diferencia de Noboa que nos ha avergonzado al no saber perder. ¿Volveremos algún día a escuchar al candidato perdedor felicitar y desearle éxito al ganador?

Buena suerte al Presidente electo Correa. Ojalá no caiga en el intento, y por el bien de todos lo tengamos en Carondelet cuatro años. Ojalá sus ideas y propuestas funcionen. Ojalá sus promesas se hagan realidades. Pero cuando eso no suceda, que recuerde que siempre puede girar el timón hacia el camino de la libertad económica, la libertad individual y el gobierno limitado; es decir, hacia el progreso.

jueves, noviembre 23, 2006

Aprendiendo sobre Quito

Viví en Quito los últimos cuatro meses. Fueron días de aprendizaje. Tiempo para entender, o tratar de entender este país, lo que nos une a costeños y serranos, y lo que nos diferencia. Hoy nuevamente en Guayaquil puedo ver con más claridad que para que este país funcione unido debemos aceptar, entender y celebrar nuestras diferencias. Y que sin una completa descentralización y real camino hacia las autonomías que permita a cada quien recibir y administrar lo suyo, cualquier identidad común que tengamos entre quiteños, guayaquileños y habitantes de otras ciudades se irá esfumando entre crecientes conflictos.

Más allá de todo aquello que nos une y separa a quiteños y guayaquileños me llamó la atención vivir de cerca la marcada tendencia capitalina, incluso entre los jóvenes, a favor de un Estado grande, a pesar de su evidente fracaso. Si bien muchos apoyan un sistema estatista por convicción ideológica, en cierta medida para otros esta tendencia se sustenta en un componente práctico: nadie quiere que despidan al tío, primo o hermano que trabaja para el Gobierno.

Lo natural es defender aquello que uno tiene más cerca: nuestra familia, nuestro colegio, nuestros amigos. La cercanía de Quito al Gobierno y la burocracia y la cercanía de Guayaquil a las empresas y el sector privado definen en gran medida la política y conflictos de ambas ciudades y del país. Por ello, Quito suele votar por partidos y candidatos hacia la izquierda y a favor de un mayor papel del Estado, y Guayaquil por partidos y candidatos hacia la derecha y a favor de menos Estado y más empresa. Al final del día, cada quien vota por aquello que tiene más cercano. En Quito muchos trabajan o tienen parientes trabajando directa o indirectamente para el Gobierno, por ello es natural que quieran que el Gobierno siga encargándose de muchas cosas. En Guayaquil, pocos trabajamos o tenemos parientes trabajando en el Gobierno, y en cambio estamos más involucrados con el sector privado, por ello, es natural querer menos burocracia, menos Estado y más apoyo a las empresas y la inversión privada.

La vida en Quito gira en gran medida alrededor del Gobierno: construcción de edificios del Gobierno; eventos culturales del Gobierno; becas del Gobierno; empleados del Gobierno comiendo en restaurantes, alquilando apartamentos, consumiendo bienes y servicios; y gente del resto del país viajando constantemente a Quito por algún trámite. Siempre las capitales de países se beneficiarán del dinero que se mueve directa e indirectamente para mantener entes y empleados gubernamentales. Nada de malo con eso. El problema es cuando este dinero es excesivo, mal administrado y mantiene una burocracia excesiva e ineficiente.

Por simple sentido de supervivencia, que va más allá de la ideología, los cambios necesarios para acabar con el centralismo no saldrán de Quito. Deberán venir de afuera. La ley y la autoridad deben exigirlo. El próximo presidente debe cumplirlo. Lastimosamente al actual ya se le subió la fiebre derrochadora tan típica de presidentes salientes.

Mientras se mantenga el centralismo actual y se sigan derrochando millones petroleros en más gobierno y burocracia, lo que une a Quito con el resto del país se irá debilitando, para despertar mayor división y rechazo hacia la capital. La única manera de mantener unido al país es invirtiendo en sus diferencias; es decir, permitiendo que cada ciudad y región acceda a lo que le corresponde, con su propio estilo administrativo y sin tener que pedir permiso.

jueves, noviembre 09, 2006

El país 138

Me enteré hace poco sobre el escándalo del contralor estatal de Nueva York, Alan Hevesi. Resulta que Hevesi, un demócrata de Queens en plena campaña por su reelección, se metió en graves problemas. Durante tres años Hevesi había utilizado a un empleado estatal como chofer de su esposa. Un comité de ética estatal lo acusó de violar la ley al no reembolsar al Estado el valor de los honorarios de este empleado público. Es decir, se acusó de corrupción a Hevesi por utilizar los servicios de un empleado público para algo privado. Sus opositores pidieron su renuncia, sus antiguos partidarios y aliados le quitaron el respaldo. Todo un escándalo. Hevesi se excusó y terminó firmando un cheque por 82.000 dólares para reembolsar al Estado los servicios que se había autoprestado.

Cuando me enteré de esta noticia, mi muy ecuatoriana reacción fue “tanto escándalo solo por eso”. Acá que un diputado, ministro u otro funcionario público utilice para asuntos personales el chofer que le asignan es cosa de todos los días. El chofer lleva al hijo, la esposa y la abuela del funcionario donde sea, sin importar que el sueldo de ese chofer lo paguemos todos los ecuatorianos. En este país tenemos niveles de corrupción más avanzados como para preocuparnos de esas cosas que discuten los gringos.

Corrupción hay en todos lados. Pero los niveles de corrupción son muy distintos. Cuando estudiaba la universidad en Estados Unidos, el castigo por copiar en un examen o plagiar un trabajo era expulsión inmediata. Aquí entregar trabajos plagiados y literalmente copiados de internet es cosa de todos los días entre estudiantes universitarios. Desde las aulas de colegios y universidades empiezan a desarrollarse los niveles de corrupción de nuestra sociedad.

El diario Expreso de este martes nos dice que según una encuesta, cuatro de cada diez guayaquileños justifican “a veces” pagar coimas. Si nos para un vigilante y tenemos unos tragos encima, esa coima viene perfecta. Si necesitamos que Pacifictel nos instale una línea rápido, un billetito es ideal para agilizar las cosas. Todos participamos de la corrupción en el país. El sistema burocrático, centralizado y corrupto que enfrentamos y nuestro conformismo con este sistema han vuelto de la corrupción algo de todos los días. No por nada Ecuador aparece entre los países más corruptos de América junto a Haití y Venezuela, y en el puesto 138 entre 163 países según Transparencia Internacional.

Nuestro puesto en la lista no cambiará de la noche en la mañana. Estamos en un círculo vicioso en el que el sistema corrupto liderado por políticos corruptos genera una sociedad habituada a la corrupción, y a su vez, la sociedad corrupta alimenta estas instituciones y políticos corruptos. Podemos empezar nuestro camino hacia un país más honesto con lo que tenemos a mano, negándonos a ser parte de la corrupción del día a día presente en las coimas. Solo así podemos exigir honestidad total en nuestros gobernantes, sobre todo, nuestros futuros flamantes diputados y presidente. A ver si en cuatro años, cuando haya pasado otro gobierno, mejoramos posiciones en la lista.

Y si querían saberlo, con escándalo y todo, el contralor Hevesi fue reelegido este martes. Se la perdonaron por esta vez.

jueves, noviembre 02, 2006

El muro y la visa

Bush aprobó la construcción de un muro para mantener fuera a mexicanos, centroamericanos, ecuatorianos y todos aquellos sin dinero suficiente para visitar Estados Unidos por avión y con una visa. Al mismo tiempo, el gobierno gringo ha decidido retirar la visa a ecuatorianos que considera que han afectado sus intereses con actos de corrupción.

Son dos métodos para mantener fuera a gente que el gobierno de Estados Unidos no desea recibir. El muro es un error y una vergüenza. De darse su poca probable construcción, sería un monumento al trágico gobierno de Bush. Por otro lado, el castigar la corrupción de un funcionario público, empresario o arrimado de nuestro país quitándole la visa a Estados Unidos puede ser un acierto y aporte del gobierno de ese país al nuestro.

Esperemos que nunca se construya el muro. Sería vergonzoso ver la construcción de una barrera por parte de un gobierno que se jacta de liderar la libertad y la globalización en este mundo. El partido Republicano que debería ser el partido del libre comercio, del gobierno limitado, de la libertad individual, ahora con la excusa de la seguridad va en contra de sus principios. La construcción de este muro despilfarraría miles de millones de dólares, atentaría contra la libertad y no frenaría la inmigración ilegal a Estados Unidos. La gente encontrará la forma de entrar con muro o sin muro.

El tema de la visa, a diferencia del muro, puede tener efectos prácticos muy interesantes en nuestro país y en toda Latinoamérica. Muchos dirán que Estados Unidos no tiene por qué meterse en asuntos de nuestro país, acusando de corrupción a ecuatorianos. Pero lo interesante de quitar la visa es que no es una intromisión. Estados Unidos y cualquier país están en su derecho de aprobar o rechazar visas.

En nuestro país las órdenes de prisión dejaron de ser motivo de vergüenza o de marginación social para el acusado. Muchos honestos han recibido orden de prisión por simple persecución y no porque fueran culpables. Y los corruptos siempre encuentran justificaciones y soluciones ante una orden de prisión. En cambio, la revocatoria de la visa a Estados Unidos si bien no impedirá que continúe la corrupción, sí puede tener un gran peso simbólico. Incluso en algunos casos tendrá un efecto práctico: para muchos el no poder pisar las tiendas gringas o llevar a Disney a sus hijos y nietos sería un castigo más grave que tener que enfrentar una orden de prisión.

Lastimosamente las puertas de Estados Unidos suelen estar abiertas para los corruptos del mundo que con sus dólares robados compran apartamentos y gastan sin control en centros comerciales de ese país. Y al mismo tiempo, se persigue y se cierran las fronteras a aquellos sin recursos que solo quieren trabajar y ganarse el pan. Esperemos que sea al revés.

Que caigan los muros. Que no se levanten nuevas barreras al progreso y la libertad. Que el proyecto del muro en la frontera entre Estados Unidos y México quede ahí, como una simple mala idea. Y que los corruptos de corbata ya no puedan escuchar el “Welcome to Miami”. Seguramente esto no acabará con la corrupción, pero al menos enviará un mensaje directo a más de uno que pensará dos veces antes de hacer algo que lo ponga en la lista negra.

jueves, octubre 26, 2006

El futuro de la 6

Con los resultados de estas elecciones he escuchado el comentario de que los guayaquileños hemos sido malagradecidos con el Partido Social Cristiano. Que la baja votación que ha recibido el partido demuestra que no reconocemos con nuestro voto la buena labor que hacen y han hecho los líderes de la lista 6 por nuestra ciudad.

Creo que todos los guayaquileños reconocemos la gran labor de León Febres-Cordero y Jaime Nebot como alcaldes de nuestra ciudad. Estamos más que agradecidos por lo que hicieron y hacen. Estamos conscientes de que sin su trabajo en el Sillón de Olmedo, Guayaquil seguiría seguramente en manos de pipones entre ratas y basura. La ciudad mostró su reconocimiento de este cambio positivo al reelegir masivamente como alcaldes a Febres-Cordero y Nebot. Se hace difícil imaginar que otro partido gane las elecciones municipales en un futuro cercano. La lista 6 se ha vuelto sinónimo de eficiencia y cumplimiento a nivel de Guayaquil.

Sin embargo, los resultados en estas elecciones muestran que los guayaquileños no estamos tan contentos con el partido. La popularidad de Nebot en casi todas las encuestas anda por el 90% y la de Lapentti por el 80%. Y a pesar de ello, el partido sufre una caída que en nada refleja esta popularidad a nivel local. Es como si hubiera dos partidos Social Cristiano: el local y el del Congreso. El partido local es el que construye, cumple y apunta al progreso. El partido del Congreso no es distinto a los demás partidos que se dedican al amarre y la confrontación. Se podría esperar que la buena labor del partido en Guayaquil durante los últimos catorce años contagiara al electorado que se volcaría a votar masivamente por la 6 a nivel nacional. Pero ocurrió lo contrario. El papel del partido en el Congreso creó un rechazo que incluso afectó el voto a nivel local. El descontento hacia el papel de los diputados en el Congreso se traduce en un descontento general hacia el Partido Social Cristiano.

Aquí la culpa no es del votante, ni se trata de malagradecimiento. La culpa es del mismo partido que no se renovó. No cedió espacio a nuevas generaciones de verdaderos líderes. El partido ignoró que la democracia primero debe practicarse en sus propias filas.

Los resultados en estas elecciones deben ser un aviso urgente de que es tiempo de renovarse o morir. De que mientras se escojan los candidatos por su capacidad de obediencia y no por su capacidad de trabajo, crítica y liderazgo no se llegará a ningún lugar. Ese aviso va sobre todo para el partido en el Congreso, pero también para el partido a nivel local. Hoy la popularidad de Nebot es indiscutible, pero que esa aceptación popular no haga caer a nuestro alcalde en la tentación del poder eterno. Que dé paso a nuevas generaciones, empezando por promover en su lista a nuevos líderes para candidatos a concejales y consejeros.

Estas elecciones han dejado un mensaje claro al Partido Social Cristiano. Existe un descontento general con el partido, más allá de sus aciertos a nivel municipal. Mientras no exista un cambio y una real democratización del partido, su futuro es incierto, incluso en Guayaquil.

jueves, octubre 19, 2006

Más allá del padrenuestro y la sonrisa

Más allá de las sonrisas, los crucifijos, los correazos, las alabanzas a Dios, los saltitos de “una vuelta”, las sillas de ruedas y computadoras; más allá de las máscaras, eslóganes y estrategias electorales de los dos candidatos que están hoy en la segunda vuelta, hay dos ideologías y dos propuestas totalmente opuestas. Y en eso debemos enfocarnos desde ahora.

Es difícil separar la personalidad de un candidato de lo que dice. Los votos entran no solo por el cerebro. Entran por el corazón, los ojos, y hasta el hígado. Sobre Correa y Noboa escuchamos todas las quejas. Que si Correa es un arrogante, dueño de la razón, que ve el mundo de un solo color, su color. Que si Noboa juega con el pueblo con el show de ser el “enviado de Dios”, que su poder y popularidad se basan simplemente en el peso de su inmensa billetera.

Muchos votarán en contra de la persona. No verán las propuestas o ideología de los candidatos. Si les cae mal, votarán en contra de él sin importar el resto. Ojalá no sean tantos. Ojalá en esta segunda vuelta olvidemos la imagen, el show en las tarimas y votemos a favor de una posición ideológica con la que nos identifiquemos.

Nunca había sido más sencillo escoger entre dos candidatos. Son polos opuestos. No hay prácticamente nada en común entre ellos. No hay confusión entre posturas. Sus ideas sobre la manera cómo se maneja un gobierno y el papel que debe jugar el Estado nos brindan panoramas totalmente diferentes.

Noboa cree en el libre mercado, en la apertura comercial, la inversión extranjera. Cree que el Estado debe cumplir simplemente un rol de promotor y regulador, con un papel e intervención limitadas. Cree en la libre empresa, la competencia y la inversión privada como fuente de creación de riqueza y empleo. No cree en la asamblea constituyente ni en un cambio radical. Cree que con estabilidad y ofreciendo atractivos a inversionistas vendrán los recursos y empleos que hoy escasean.

Por otro lado, Correa cree que el Estado debe tener una mayor intervención y regulación en el sector privado. Cree en un Estado que juegue un papel central en la vida del país. Cree que los recursos naturales deben ser manejados por el Estado. Correa cree en una asamblea constituyente como la fórmula que acabará con los males políticos que hoy vivimos. No cree que se pueda avanzar bajo la estructura partidista actual. Correa no cree en el TLC.

¿En qué creemos? ¿Con qué postura nos identificamos? Eso debe marcar nuestra decisión al votar. Si nos da vergüenza ajena cada vez que Noboa se arrodilla a rezar un padrenuestro. O si queremos coserle la boca a Correa cada vez que habla como si lo supiera todo. Eso es secundario. Los panoramas que ambos candidatos nos presentan son muy distintos como para ignorarlos.

Derecha o izquierda. Estado pequeño que interviene poco o Estado con un rol central. Mayor apertura comercial o proteccionismo. Mantener estructuras políticas o cambios radicales. Más atractivos para la inversión privada o mayores atribuciones al sector público.

Las diferencias en las propuestas son clarísimas. Veamos más allá de los eslóganes y la imagen, y escojamos el modelo de país en el que creemos.

jueves, octubre 12, 2006

La soberanía del arroz con huevo

Un lector anónimo de mi blog (www.gomezlecaro.blogspot.com) escribió en relación a un artículo pasado: “prefiero la soberanía de mi patria aunque me cueste comer arroz con huevo”.

Si los candidatos tuvieran que pagar un dólar cada vez que pronuncian palabras como soberanía y dignidad, no les quedaría ni un centavo para la campaña. Las repiten como si en ellas estuviera nuestra salvación. Muy bien que se busque nuestra soberanía, entendida como la independencia de un pueblo o nación frente a otros pueblos y naciones. Pero, lastimosamente, como la presentan muchos candidatos o como la quieren entender miles de votantes, los términos soberanía y dignidad apuntan al camino equivocado.

Hoy en día, para muchos, el significado de soberanía se resume en no tener nada que ver con Estados Unidos, ni el Fondo Monetario, ni corporaciones multinacionales. Basta gritar ¡no al TLC!, ¡fuera los organismos internacionales!, ¡fuera la Oxy! para sentirse muy soberano. Y el candidato que me ofrezca esto tiene mi soberano voto. Mejor de una vez gritar: ¡Viva el subdesarrollo, viva el arroz con huevo!

¿En qué parte de todo esto están la soberanía y la dignidad? ¿Por qué habría de convertirme en más soberano y digno el comerciar menos con Estados Unidos, mientras mis vecinos en Colombia y Perú hacen crecer sus negocios, sus riquezas y cambian el arroz con huevo por un buen pedazo de carne gracias a sus TLC? ¿Cómo es que el ahuyentar a empresas multinacionales me llenará de dignidad como ecuatoriano?

El arroz con huevo está bien cuando yo decido comerlo, no cuando un Estado que se cierra al mundo con la excusa de la soberanía me obliga a comerlo. Prefiero poder elegir el plato que me provoque. Y estoy seguro de que el resto de ecuatorianos también. Para eso necesitamos las condiciones para trabajar, producir y negociar con el vecino, con Estados Unidos, con China o el que quiera hacer negocios con nosotros. La dignidad no está en cerrarnos al mundo y hacernos los importantes. La dignidad está en poder alimentar a nuestras familias, darles un techo donde vivir, una buena educación, una vida feliz. La soberanía y la independencia están en la generación de riqueza que nos permita tomar nuestras propias decisiones, no en la pobreza justificada con discursos que claman que somos explotados por otros.

Mientras el Estado y los ecuatorianos nos cerremos al mundo, persigamos al empresario que genera riqueza y busquemos justificaciones para nuestra pobreza fuera de nosotros mismos, la dignidad y soberanía no asomarán por ningún lado. La verdadera dignidad aparecerá cuando vivamos con un gobierno que nos dé la libertad para elegir, para producir, para competir sin cerrarnos las puertas a otros mercados o castigarnos por generar riqueza. Cuando entendamos que no es papel del gobierno generar los cambios o darnos de comer en la mano, sino que es su papel generar las oportunidades para que nosotros, con nuestro trabajo, hagamos los cambios y nos alimentemos con lo que queramos.

No necesitamos otro gobierno que nos obligue a comer arroz con huevo, o que se eche flores recitando que el arroz con huevo nos lo está subsidiando. Necesitamos un gobierno que nos dé las facilidades e incentivos para trabajar, producir y poder poner en nuestras mesas el mejor plato.

jueves, octubre 05, 2006

Esta noche

Esta noche se presentarán nuevamente en un foro los candidatos que lideran las encuestas. Más allá de los ataques entre ellos típicos de una campaña electoral, es rescatable el hecho de que se reúnan por tercera vez para discutir sus propuestas. Latinoamérica entera los verá a través de CNN. Y Latinoamérica entenderá por qué este paisito llamado Ecuador camina para atrás y bota a sus presidentes cada dos años. Pero también descubrirá unas ganas inmensas de progreso y cambio en este país que se ha quedado relegado. Confiamos que este foro será mejor que los anteriores. Y esperamos que los candidatos nos hagan quedar bien, y no nos hagan sufrir vergüenza ajena sabiendo que los ve todo un continente.

Veamos el foro de esta noche. Es una de nuestras últimas oportunidades de convencernos por quién votar. ¿Qué podemos esperar de este foro? ¿Qué debemos considerar? Ya sabemos lo que dirán los candidatos. Ya sabemos los posibles ataques que lanzarán. Sabemos ideológicamente su posición: Correa a la izquierda, Roldós por el centro, Viteri hacia la derecha, y Noboa más a la derecha.

Para los indecisos, una pregunta muy simple que deben hacerse es: ¿cuál de estos candidatos durará cuatro años? Parece una pregunta demasiado conformista. Pero es la pregunta práctica que debemos hacernos. ¿Cuál de estos candidatos contará con el apoyo y la firmeza para gobernar durante cuatro años y sacar adelante sus propuestas? Obviamente, no hay forma de predecirlo. Si bien con Bucaram y Gutiérrez existía desde el comienzo la duda de que pudieran gobernar durante todo su periodo, pocos pensaban que ocurriría con Mahuad. En política nada es seguro, pero sí podemos intuir ciertas cosas. Entonces, que nuestra intuición sobre la estabilidad de cada candidato nos guíe a la hora de votar.

Otra pregunta es: ¿cuáles propuestas significan más Estado, más burocracia, más gasto público; y cuáles apuntan a menos intervención del Estado, menos burocracia y más apoyo a la inversión y el sector privado? Estemos alerta de las propuestas grandiosas y todopoderosas que suelen significar más control del Estado. No se trata de izquierdas o derechas, sino de simple pragmatismo. Las propuestas que incluyan un rol preponderante de entes estatales caerán en errores del pasado. El candidato que le apueste al individuo, a la libre competencia, a un Estado que simplemente regule y supervise, y que no intervenga en todos lados, nos estará ofreciendo el progreso postergado.

Y, sobre todo, la pregunta que debemos hacernos mientras escuchamos a los candidatos es: ¿cómo lo hará? Todos pueden hablar de progreso, educación, salud, seguridad, empleo. Pero, ¿cómo piensan lograrlo? ¿Nos ofrecen fórmulas mágicas o fórmulas prácticas? ¿Nos muestran un panorama real que requiere del aporte de todos para lograr cambios graduales? ¿O nos pintan un cambio sorprendente que solo debemos esperar sentados en nuestro sofá?

Muchos hemos tomado una decisión. Otros, tal vez, decidiremos esta noche. Y unos cuantos, que pueden ser más de los que pensamos, decidiremos al cara o sello frente a la papeleta. Que el foro de esta noche nos ayude a dejar la moneda en el bolsillo. Que los candidatos nos permitan saber el qué y cómo de sus propuestas. A ver si tomamos esta noche una decisión final.

jueves, septiembre 28, 2006

¡Ay, Teresa!

Teresa, el personaje principal de la excelente película ecuatoriana Qué tan lejos nos puede enseñar mucho sobre lo que pasa en estas elecciones. Mucho sobre nuestra masoquista tendencia de hacernos daño votando por la inestabilidad. Teresa, o Tristeza como ella se hace llamar, nos muestra el perfil de ese votante que está contra todo y todos, inconforme con este país y este mundo, que cree defender al pobre oponiéndose al rico, que camina con una camiseta del Che alabando la excelente salud y educación de una mísera Cuba que no conoce. Que cree que Ecuador es pobre por culpa de empresarios y multinacionales que generan empleo y dinero, y no ve en sus narices el enorme Estado parásito que se le come la comida con la excusa nacionalista de una falsa soberanía.

Las y los Teresas-Tristezas que caminan por este país salieron a las calles con sus zapatos e iPods gringos, y sus celulares japoneses a oponerse a la apertura comercial. Y lo lograron. Esta vez se han dejado seducir nuevamente por promesas de cambios radicales. Por el todo o nada. La estabilidad es secundaria ante la promesa de una supuesta revolución.


¡Qué pena! No aprendemos. Elección tras elección nos dejamos impresionar por unas cuantas frases cargadas de emoción y discurso revolucionarios que pretenden acabar con todo para empezar de cero. Y la culpa no es del votante necesariamente. La culpa la llevan sobre todo los partidos y políticos que nos han desilusionado. Al final, el voto persigue promesas imposibles y populistas de gente nueva, antes que promesas posibles de los partidos de siempre.

Ya sucedió con Lucio hace cuatro años. Ese hombre nuevo que juró acabar con la corrupción sedujo al país que le dio su voto. Que no tuviera una gota de experiencia era secundario. Que haya participado en un golpe de Estado, tonterías. Que no tuviera un partido y grupo fuerte que lo respaldara, pequeñeces. Lo importante es que ofrecía el cambio que la gente quería escuchar.

Las hojas de vida de los candidatos se vuelven papel higiénico para la mayoría a la hora de votar. Bastan las frases bonitas, basta que nos digan que el gas continuará subsidiado, que la dignidad, la soberanía del pueblo ecuatoriano no serán pisoteadas y bla- bla-bla, todos felices, todos embobados con tanta frase emocionante.

La palabra estabilidad no le gusta a Teresa. Ella quiere revolución, agitación. Tanta revolución como aquella de los forajidos que nada logró. Quiere gritarle al mundo que es soberana e independiente, aunque ese grito la vuelva esclava de la pobreza y de un Estado que se alimenta de su trabajo individual. ¿Será acaso que nos gusta esto de botar a presidentes cada dos años? Por eso, que venga el más inestable. Hoy lo adoramos, mañana lo tumbamos.

Así vamos. Continuamos votando por más Estado, más control, menos apertura, menos progreso. Nos comemos el cuento de una Venezuela y una Cuba prósperas mientras pagamos a coyotes y hacemos colas en embajadas para emigrar a Estados Unidos y Europa. ¿Masoquismo, ignorancia, desilusión, hipnosis colectiva? Solo sabemos que como van las cosas, se repetirá la historia de nuestro fracaso político.

El país no necesita revoluciones. Necesita estabilidad. Que Teresa abra los ojos en estas elecciones. De lo contrario, seguirá llamándose Tristeza.

jueves, septiembre 21, 2006

En bici por Guayaquil

Día a día vamos a trabajar a mil por hora. Insultamos al semáforo, al bus que nos dejó, a la moto que casi nos atropella. Nos metemos en la rutina y pasamos de largo la ciudad y su gente entre el tráfico y la prisa.

Pero este domingo tuvimos la oportunidad de ir más despacio y disfrutar de cerca la ciudad en el primer bicipaseo organizado por el Municipio. El bicipaseo me permitió, por primera vez en mi vida, andar en bicicleta por las calles del centro. Por unas horas varias calles fueron exclusividad de ciclistas y peatones para ir tranquilos y sin miedo a que nos atropellen. Se ve todo muy distinto cuando se va despacio, sin tráfico ni pitazos de taxistas apurados. Y se ve muy bien.

Con este evento Guayaquil ha dado un importante paso en la dirección de las grandes ciudades, que entienden que la modernidad no está en grandes autopistas y pasos a desnivel para mostrar desde foto aéreas. Sino lo contrario. La ciudad moderna es la que se ve y se siente bien desde cualquier vereda. La ciudad con espacios amigables para que el ciudadano a pie –o en bicicleta– no deba luchar contra los carros, sino que vayan de la mano.

Pero este bicipaseo no debe quedar como un evento aislado. Debe ser el comienzo de grandes cambios para tener una ciudad moderna, donde el ser humano es más importante que el carro. Primero, que se repita. Que como sucede en varias ciudades del mundo, cada semana o dos semanas se cierren calles céntricas de la ciudad para que todos podamos disfrutarlas. Guayaquil no tiene un gran parque deportivo. La mayoría de parquecitos gritan “mírame y no me toques”. Con este tipo de evento, las calles brindan por unas horas ese espacio y momento familiar que hace falta.

Segundo, que el respeto y la promoción del uso de la bicicleta no quede solo para el fin de semana. Que sea algo de todos los días. Que en la ciudad se construyan vías exclusivas para bicicletas, o ciclorrutas, que permitan a los guayaquileños utilizar la bicicleta a diario como medio de transporte. Bogotá es un ejemplo muy cercano de lo que se puede hacer. Ahí se han construido kilómetros de ciclorrutas que permiten a la gente ir en bicicleta a trabajar, o a hacer ejercicio con seguridad. Incluso Manhattan, entre su tráfico y su reducido espacio, se las arregla para tener extensas ciclorrutas en sus calles y bordeando el río. Guayaquil podría hacer lo mismo, y así los mejores paisajes serán para las personas y no los carros. Trotar, caminar y andar en bici en esas ciudades es un placer y una real alternativa para transportarse. ¿Por qué no aquí?

El espacio sobra en Guayaquil para avanzar en esta dirección. Como se ha hecho en Bogotá, las amplias vías de la ciudad, como la Domingo Comín, Francisco de Orellana, Juan Tanca Marengo, Terminal Terrestre-Pascuales, pueden complementarse con la construcción de carriles exclusivos para bicicletas. Así, ganan los autos y buses con menos congestión. Ganan el peatón y ciclista al tener un espacio propio con seguridad. Gana la ciudad.

El bicipaseo es otro paso importante hacia el Guayaquil amigable y realmente moderno. Bien por los guayaquileños. Esta vez solo faltó el alcalde en su bicicleta. Seguro habrá otras oportunidades para que nos acompañe y se dé una vuelta.

jueves, septiembre 14, 2006

¿Dónde estabas?

Hay días, hay momentos, hay instantes que nunca se olvidan. En diez, veinte, cuarenta años recordaremos el lugar exacto donde estábamos la mañana de septiembre cuando dos aviones se estrellaban contra las Torres Gemelas. Recordaremos esa llamada avisándonos que encendamos la televisión. Recordaremos dónde y con quién estábamos mientras veíamos las imágenes, sin poder creerlo, de lo que estaba pasando.

¿Dónde estabas cuando el hombre pisó la Luna?, le pregunta mi generación a nuestros padres. ¿Dónde estabas cuándo se derrumbaron las Torres Gemelas?, preguntarán nuestros hijos a mi generación. Mejor no sacar conclusiones de la diferencia entre estas preguntas sobre el mundo que vivimos.


Yo estaba en Nueva York. Tenía dos semanas de haber llegado a esa ciudad. Ese día, a esa hora, iniciaba una clase de economía en la universidad, varias calles arriba del World Trade Center. Alguien entró a nuestra clase con la noticia. Un avión se acababa de estrellar contra una de las torres. Salimos a ver lo que pasaba en la televisión de la sala de reunión de estudiantes. Luego vino el otro avión. Y las imágenes de las torres cayendo. Recuerdo a varios estudiantes llorando mientras intentaban comunicarse con amigos o familiares que trabajaban en las Torres Gemelas. Recuerdo las caras, nuestras caras, de horror.

Esa noche al salir de la universidad, la ciudad caminaba a otro ritmo. Los taxistas no pitaban en las calles, en el metro todos se miraban en silencio, adivinando los pensamientos en todas las cabezas. Los días siguientes, las paradas de bus estaban llenas de fotos de los desaparecidos con mensajes que dejaban sus familiares angustiados. Todos sabíamos que no había nada que hacer. No quedaba nada ni nadie que rescatar.

Ese fin de semana los bares estuvieron vacíos. No provocaba brindar por nada. Pero la vida continúa y la ciudad volvía poco a poco a la normalidad. Las clases, el trabajo, la música, los taxistas pitando, y la vida neoyorquina a mil por hora regresaban. No hay pena que dure para siempre. Esta no era la excepción.

Cinco años después, lo más triste es que las muertes y la tragedia del 11 de septiembre son pequeñas frente a la tragedia que se vive en Iraq, que nada tuvo que ver con los atentados. Bush tuvo en sus manos la oportunidad de oro de unir al mundo. La mañana del 12 de septiembre ciudades y periódicos en todo el planeta se unían a la frase “todos somos norteamericanos”. El mundo entero se unía a Estados Unidos y sus ideales de libertad y democracia. Pero pocos meses después el mundo rechazaba las acciones de Bush. En lugar de aprovechar el momento histórico de unir al planeta detrás de todo lo bueno que representa Estados Unidos, dividió al planeta tratando de justificar una invasión a Iraq. Chávez, Fidel y todos quienes representan el atraso en Latinoamérica se lo agradecen profundamente a Bush. Las acciones del Presidente tejano hicieron más fuerte la causa de los gobiernos que caminan para atrás. Cayó Hussein, que nada tenía que ver, en lugar de Ben Laden, que anda por ahí campante. Siguieron otros atentados. Y el mundo no se siente más seguro.

Esa mañana de Nueva York marcará de cierta forma nuestra generación. ¿Dónde estabas? ¿Qué sentías? Esperemos que no haya más días similares que recordar. Pero dudamos de que las políticas de Bush ayuden a lograrlo.

jueves, septiembre 07, 2006

Nacionalismos absurdos

Me ha llamado la atención la cantidad de cartas, artículos y comentarios que han aparecido en estos días sobre la conducción de Andrés Oppenheimer del foro de los candidatos presidenciales, organizado por la Cámara de Comercio de Guayaquil. Estos comentarios concuerdan con los del candidato Rosero: ¿por qué traerse un periodista internacional cuando en Ecuador hay excelentes periodistas que podrían hacer el trabajo igual o mejor? No dudo que haya excelentes periodistas locales que efectivamente pudieron haber hecho un trabajo igual o mejor. Pero eso no es motivo para desacreditar a Oppenheimer o cualquier otro extranjero por el simple hecho de no ser Made in Ecuador.

Detrás de esto está un fuerte y absurdo nacionalismo empeñado en apoyar lo nacional y rechazar lo extranjero, más allá de cualquier otra consideración. Se trata de una postura aldeana que olvida que el mundo no termina en la esquina del pueblo. Hay todo un mundo con gente, ideas y productos que bien pueden enriquecer nuestro país y competir contra lo local.

Veo como algo positivo la campaña que nos invita a los ecuatorianos a consumir lo nuestro. Al igual que cualquier otra campaña, esta promueve un producto y una marca determinada: la del país. La campaña puede motivarme a considerar con mayor atención los productos locales. Pero al final, como consumidor escogeré el producto con la calidad y precio que me convenga, sin importar si lo hizo un gringo, un chino o un ecuatoriano. A mi pie le importa la calidad y comodidad del zapato y a mi bolsillo su precio. Si el zapato que escojo se hizo en Ecuador, en buena hora. Si se hizo en otro país, bien por mi pie también. El comercio se mueve por oferta y demanda, no por banderas. La competencia internacional nos hace más fuertes y eficientes. El proteccionismo impuesto por un perjudicial nacionalismo nos hunde en el pasado.

Mientras la selección ecuatoriana ganaba partidos en el Mundial, nunca escuché ni leí ningún reclamo porque un extranjero la dirigía. Nadie dijo por ahí que un ecuatoriano podría hacerlo mejor. La pasión del fútbol puso en segundo plano los nacionalismos absurdos. El trabajo de Suárez con la Selección demuestra que las banderas son secundarias a la hora de manejar bien las cosas.

¿Acaso los goles de la Selección eran menos ecuatorianos porque un extranjero nos dirigía? ¿Acaso una empresa ecuatoriana es menos ecuatoriana porque su gerente sea extranjero? ¿Acaso Nueva York es menos gringa porque esté repleta de acentos e idiomas extranjeros?
¿Acaso es distinto con nuestro país?

Es de pequeños países y pequeñas mentes cerrarse al mundo. Es de grandes países y grandes mentes abrirse al mundo. Eso de apoyar lo nuestro está muy bien, siempre que lo nuestro esté en libre competencia con lo de afuera y lo compremos por precio o calidad, y no por imposición o compasión. El mundo es uno solo. Las fronteras son líneas artificiales que se han ido trazando según el poder y antojo de líderes y pueblos. Para progresar necesitamos a los mejores y lo mejor en el país. Pero, mientras "protejamos" lo nacional marginando y cerrando la puerta a productos, personas e ideas con acento extranjero, por el simple hecho de ser extranjeros, no iremos muy lejos.

jueves, agosto 31, 2006

Moraleja de un planeta enano

Aprendimos los nombres de los planetas cantando la canción de Tico Tico. ¿Te la sabes, no? El payaso animaba nuestras fiestas de 4 años, junto al mago Olmedini que nos dejaba boquiabiertos y nos mataba de la risa con su famoso truco que le sacaba mágicamente el calzoncillo a algún amigo. De esa época parece que solo queda Tico Tico. Hasta Plutón se ha ido.

Los astrólogos –esas personas convencidas que nuestra personalidad y nuestra suerte en este mundo dependen de los planetas y del día en que nacemos– nos dicen que no tenemos de qué preocuparnos. La influencia de Plutón seguirá tan vigente como siempre en todos los escorpión. ¡Uf, qué alivio! Ya empezábamos a temer que la degradación de Plutón a planeta enano genere una crisis existencial en millones de personas.




Para mí lo interesante de esto, y tratando de sacarle algún mensaje a la noticia, es que nos muestra que nada está escrito sobre piedra. Lo que ayer aprendimos como dato cierto e irrefutable, hoy un grupo de científicos refuta. Plutón desaparecerá de los libros de Ciencias Naturales de nuestros hijos. La Tierra plana de nuestros antepasados hoy es redonda. Adán y Eva, la costilla y la manzana quedaron relegados a cuento desde que Darwin nos mostró cómo fueron las cosas (aunque por ahí algunos gringos insistan que a sus hijos les enseñen en la escuela la fábula creacionista). Y así sucederá con otras cosas que hoy defendemos como realidades. Mañana no serán más que antiguas creencias. Sabemos y aceptamos que no lo sabemos todo, y que no todo lo que hoy es verdad lo seguirá siendo mañana.

Podríamos seguir el ejemplo de la asamblea de la Unión Astronómica Internacional que votó por reducir el número de planetas y darle esta nueva calificación a Plutón. Hubiera sido más fácil dejarlo todo como estaba. Pero tomaron una decisión que si bien hoy complica a profesores, alumnos, astrólogos y, cómo no, a Tico Tico, en el largo plazo simplifica y explica mejor el universo en que vivimos. En nuestro Congreso, nuestro Gobierno y nuestros negocios debemos regirnos por un criterio similar. Realizar los cambios necesarios, aunque en el corto plazo generen dificultades. Por ejemplo, lo fácil para el siguiente gobierno es dejar la educación en el país como está. No complicarse la vida y dejarlo todo más o menos igual sumergido en el atraso de la UNE. Lo difícil y correcto es ir por el cambio. Mandar a su casa a quienes secuestran y atrasan nuestra educación y aplicar las reformas necesarias. En el corto plazo será un dolor de cabeza. Seguro habrá huelgas y se cancelarán clases, pero en el largo plazo se habrá dado el gran paso hacia un país educado.

La decisión de redefinir a Plutón muestra que llegan momentos en que debe romperse el statu quo, las antiguas prácticas y creencias; aceptar los cambios y caminar hacia ellos. De lo contrario, nos estancamos, no vamos a ningún lado. Ojalá todos, y sobre todo, nuestros gobernantes, reconozcamos cuándo es momento para el cambio. Sepamos aceptarlo e impulsarlo. Ya que pronto olvidaremos a Plutón, que al menos nos deje esta lección.


jueves, agosto 24, 2006

Buen comienzo (casi)

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

Increíble pero cierto. Cinco de nuestros candidatos presidenciales se sentaron en un mismo escenario a contestar preguntas. Fue un evento casi civilizado. No hubo insultos, ni peleas. Más allá de algunas indirectas e ironías lanzadas entre ellos, y de nuestra tercermundista manía política de gritar al micrófono, se destacó la cordialidad y hasta el buen humor entre casi todos los participantes.

Solo Rosero decidió atacar desde el inicio a Andrés Oppenheimer, el entrevistador, y abandonó el lugar al recibir algunas pifias. El que se pica, pierde. Los otros, Correa, Noboa, Roldós y Viteri, mantuvieron, casi siempre, la altura que esperamos de nuestros candidatos. Incluso contestaron –cosa rara en los políticos– prácticamente todas las preguntas.

Bien por ellos. Bien por la Cámara de Comercio de Guayaquil que logró reunirlos. Bien por estas elecciones y nuestra democracia.

Entre lo positivo rescato que todos los candidatos dijeron estar de acuerdo con las autonomías. Coincidieron en que el Estado centralista está colapsado y que deben iniciarse procesos autonómicos. Difirieron en la forma, pero en el fondo no hubo discrepancias. Estuvieron de acuerdo también, hasta cierto punto, en la importancia de reducir el tamaño del Estado. Sabemos que en la práctica es muy difícil cumplirlo, pero se empieza por quererlo. Otro tema importante en el que acordaron, más allá de diferencias, es en mantener la dolarización con responsabilidad fiscal. Si el ganador, que seguramente saldrá de uno de los cuatro candidatos que estuvieron durante todo el foro, trabaja por estos tres temas –un país con autonomías, con menos burocracia y con responsabilidad fiscal– ya se habrán dado enormes pasos. Aunque claro, una cosa es decirlo, otra hacerlo.

Más allá de estar o no de acuerdo con lo que dijo cada candidato, creo que Roldós fue el ganador del foro y Rosero su obvio perdedor. Roldós se mostró tranquilo, no gritó ni hizo alardes, contestó casi todas las preguntas con claridad, y se mantuvo al margen de cualquier enfrentamiento con los otros candidatos. Rosero fue lo contrario. Desde la primera respuesta se quejó del entrevistador, lanzó las típicas frases de su partido y no tuvo la cordialidad de quedarse hasta el final. En segundo lugar lo pongo a Correa. Contestó con claridad las preguntas, fue el más carismático y demostró seguridad. Pero cometió el error de atacar a Viteri y a Noboa. Peleándose el tercer puesto los veo a Noboa y Viteri. Noboa tuvo el acierto de contestar muchas preguntas de frente y sin adornos, aunque en otras fue muy general. Cometió el error de actuar, como suele hacerlo, en más de una ocasión gritando frases como “gloria a Dios” y echándose gastadas flores. Viteri, si bien fue consistente en la mayor parte, en más de una respuesta no mostró seguridad y cayó en el enfrentamiento con Correa.

No faltaron en ciertos candidatos esas ideas que asustan, como la nacionalización total del petróleo, o el echar a la basura el TLC. Pero lo positivo de este evento me despertó cierto optimismo por estas elecciones. No son los mejores candidatos, pero han demostrado que están en capacidad de hacer una campaña limpia, sin insultos y con altura.

Y lo más importante del evento: la última pregunta. ¿De llegar a la segunda vuelta, aceptaría usted participar en un foro como este? Todos, menos el que se fue, respondieron que sí. Que así sea.


jueves, agosto 17, 2006

¿Los mismos de siempre?

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

“¿Por quién vas a votar?”, es la pregunta que todos hacen en estos días. En las elecciones presidenciales en que me ha tocado participar, nunca ha sido tan difícil la respuesta a esta pregunta. No sé. Ningún candidato me convence. Ninguno me hace aplaudir lleno de emoción y esperanzas por el futuro de este país.

Nuevamente, como cada cuatro años, tenemos una lista de supermercado de candidatos. A varios jamás los hemos visto ni escuchado. Aparecieron de repente inscribiendo su candidatura como quien se apunta a última hora para entrar en el equipo de fútbol de la oficina. A otros, en cambio, los hemos visto demasiado. Nos sabemos de memoria lo que van a decir.

“El problema es que están los mismos de siempre”. Escuchamos esta queja por todos lados. Lo dice la señora en la peluquería, el taxista, el salonero que nos sirve el almuerzo. Vemos las caras políticas de los candidatos, escuchamos sus respuestas esquivas y sentimos que ya los hemos visto, que son los mismos políticos de la última vez y la anterior y la anterior.

Pero, ¿quiénes son los mismos de siempre? ¿Podrá ser Álvaro Noboa, que ya ha sido candidato dos veces y nos conocemos de memoria su discurso vacío después de mil cadenas nacionales, bautizos neoyorquinos y maquetas de casas de dos pisos? Por otro lado, para muchos él es el empresario que representa el cambio y el alejamiento de lo mismo de siempre. ¿Podrá ser León Roldós, que también ha sido candidato, ha estado en gobiernos anteriores y parece que ha vivido desde siempre en medio de la política? Por otro lado, para muchos él es quien representa una propuesta nueva, una unión de fuerzas políticas, una alternativa a los mismos de siempre. ¿Podrá ser Cynthia Viteri, que ha sido diputada del más desprestigiado de los congresos y para muchos un títere de los mismos mandamases de siempre? Por otro lado, para muchos ella es una cara y una propuesta fresca, diferente a la del político tradicional, que represente el cambio que buscamos. ¿Podrá ser Rafael Correa, que formó parte de este triste gobierno y en pocas semanas puso la economía patas arriba y se encargó de hablar de más como cualquier político que quiere figurar? Por otro lado, para muchos él es el candidato joven, distinto y auténtico que el país necesita.

O sea que todos y ninguno son los mismos de siempre, según quien lo diga y por donde se lo mire. Al final del día, el fracaso o éxito del gobierno definirá si el ganador fue o no el mismo de siempre. Los mismos de siempre lo son hasta que demuestran lo contrario con su trabajo y su éxito. Quienes hoy están al frente de Guayaquil y Quito dejaron de ser los mismos de siempre, más allá de su pasado, desde el día que hicieron bien su trabajo.

Y entonces, ¿por quién vas a votar? Los mismos de siempre tendrán que convencernos que dejarán de serlo cuando lleguen al poder. Solo así tendrán nuestro voto. Que hablen de planes concretos y no nos tomen el pelo.

No queremos más de los mismos de siempre. ¿Cómo los reconocemos? Tenemos solo un par de meses para resolver el misterio. Aunque dudemos que tenga solución.

jueves, agosto 10, 2006

Votar aunque duela

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

La conversación del momento gira en torno a los personajes del mundo de la farándula y la televisión criolla que pretenden representarnos en el Congreso. Estamos avergonzados, desesperados, asombrados, indignados, y _________ (poner aquí el adjetivo que mejor califique tu frustración).

Esta frustración ha despertado una reacción que toma fuerza de quienes proponen y apoyan el votar por ninguno de estos candidatos. Ha empezado la campaña por el voto nulo. Ya he recibido como diez e-mails con el mismo mensaje.

Comparto las motivaciones y razones de aquellos que proponen el voto nulo. Todos nos sentimos frustrados. Pero votar nulo es como votar por estos mismos personajes que queremos oponer. El voto nulo suena muy romántico, muy rebelde, muy revolucionario. Pero no es práctico, no funciona. Es contraproducente. Cada voto nulo es un voto menos en contra de los malos candidatos. Cuando ellos ocupen su sillón en el Congreso todos olvidarán el número de votos nulos, pero tendremos cuatro años para recordar a diario las personas que nuestro voto nulo llevó al poder.

No cometamos ese error. Canalicemos nuestra frustración hacia propuestas constructivas que generen reales cambios. En lugar de una campaña por el voto nulo, los esfuerzos se deben enfocar en campañas por los pocos candidatos que merecen nuestro voto, y si no existen, en esfuerzos por encontrar y motivar la participación de buenos candidatos.

De estos e-mails que circulan, hay temas que merecen la pena rescatarse. Como el que dice: "Si 100 diputados cuestan 4.500 dólares mensuales cada uno, da un total de 450.000 dólares mensuales para el Ecuador (sin viáticos ni dietas). Construir y habilitar una escuela para niños con discapacidad mental cuesta aproximadamente 100.000 dólares. Calcule: con ese monto se pudieran construir mensualmente cuatro escuelas para esta clase de niños, y en un año el Ecuador alcanzaría 40 y media escuelas para infantes con discapacidad mental".

Esto demuestra que mantener a un diputado no es barato, y con el Congreso de hoy, es un despilfarro de dinero. Por eso mismo debemos asegurarnos que quien vaya al Congreso sea la persona correcta, o al menos, lo mejorcito dentro de lo malo. Eso se logra votando a favor de alguien. No en contra de todos. El voto nulo puede mandar un mensaje fuerte sobre el estado decadente de nuestra democracia. Pero ese mensaje no servirá de mucho cuando quienes se encarguen de legislar sean justamente los candidatos que motivaron la frustración.

No votemos nulo. Votemos por el mejor, o el mal menor. Los problemas no se arreglan simplemente oponiéndose al problema. Se solucionan oponiéndose al problema y ofreciendo soluciones prácticas. La supuesta rebelión forajida nos enseñó lo poco o nada que se logra cuando uno solo se opone a algo y no ofrece una solución. Tanta bulla, tanto canto, tanta emoción, tanto romanticismo callejero y al final terminamos con un gobierno igual, y muy probablemente, peor que el que se tumbó. El voto nulo hace lo mismo: se opone a algo, pero no ofrece una solución.

La solución no está en botar a los malos, sino en votar por los buenos, o al menos, por los menos malos. Que en estas elecciones votemos con la cabeza por una solución, no con las emociones por mandar un mensaje que pocos escucharán.

jueves, agosto 03, 2006

¡Sorpresa!

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

No, no es la lista de artistas invitados a algún evento de farándula criolla. No es la cartelera de cantantes para algún show en la ciudad. No son los nombres en alguna columna de chismes. Agárrense de sus asientos: es la lista de nuestros aspirantes –y muy posibles ganadores– a diputados.

Para aquellos que se están preparando en la universidad, haciendo maestrías de administración pública, robándole horas a la noche leyendo e instruyéndose, preparándose con dedicación para ocupar un puesto público y servir al país, el mensaje de nuestros partidos políticos es clarísimo: no sean nerds, no pierdan su tiempo preparándose, mejor aprendan a actuar, bailar y agarrar un micrófono, háganse famosos en la tele, y listo.

Esto no quiere decir que los famosos que pretenden ir al Congreso no tengan las mejores intenciones, o no sean honestos o capaces, o no piensen luchar por este país. Pueden tener las mejores intenciones de este mundo. Y pueden sorprendernos con su excelente actuación. Ojalá. Pero ya los partidos políticos han desnudado su degradación. Han revelado el bajísimo estándar que requieren en sus candidatos. La única pregunta que se hacen es ¿cuántos votos puede conseguir esta persona? Ya ni se les pasa por la mente preguntar ¿cómo ejercerá su cargo esta persona?, ¿tiene los atributos, la formación, las cualidades, y sobre todo la experiencia necesarios?, ¿cómo representará los ideales (¿existen todavía?) de nuestro partido?

A esta vergonzosa lista de candidatos al Congreso se suma la triste improvisación con que se pretende escoger binomios presidenciales. Estamos a poquísimos días de que se cierren las inscripciones, y a contados días para que tengamos que votar, y recién nos empezamos a enterar de quiénes serán los binomios de los candidatos. En algunos casos, ni estamos seguros de quiénes serán los candidatos presidenciales. De los tres últimos presidentes que hemos elegido, los tres han caído, y sus vicepresidentes han gobernado (si contamos la cortísima presidencia de Rosalía). Esto nos debe gritar algo acerca de la importancia de quien acompaña al candidato presidencial en la papeleta. No se trata de cualquier figureti. Se trata del vicepresidente y potencial presidente del país. Lástima que nuestros partidos y candidatos parecen no entenderlo, y siguen buscando a última hora en noticieros y páginas de farándula un acompañante para el viaje electoral.

Bienvenidos a las elecciones de lo que salga, lo que venga. Lo que se cruce a última hora. Eso de prepararse no tiene sentido. Eso de formar jóvenes líderes que tomen la posta de los partidos políticos es una pérdida de tiempo. Ideología, preparación, inteligencia, experiencia, y todo aquello que sirve para ejercer un puesto público son detalles, tonterías para nuestros partidos. Lo que importa es la popularidad que gana votos.

Así, nuestros partidos políticos nos tienen hasta el último momento con una incertidumbre nunca antes vivida en el panorama electoral. Y cuando finalmente aparecen los candidatos nos dejan boquiabiertos. Como diría Rachito: ¡Sorpresa! El nivel de improvisación en estas elecciones demuestra lo bajo que han caído nuestros partidos y su subterráneo respeto hacia los puestos públicos.

Ojalá nos sorprendan todos aquellos famosos que nuestros votantes obligados seguro escogerán. Ojalá sus años frente a las cámaras y micrófonos les sirvan para legislar y gobernar con altura. Ojalá el próximo Congreso nos traiga más respeto y menos sorpresas.

¡Ay, pero cómo lo dudamos!

jueves, julio 27, 2006

Guayaquil para vivirla

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

Cada julio, nuestro alcalde inaugura obra tras obra en la ciudad. Nos hemos acostumbrado a verlo cumplir lo que ofrece, y ofrecer lo que cumplirá. En este país en el que ser político es mala palabra, a él le creemos. El Alcalde dice que en julio del 2008 se inaugurarán los túneles de San Eduardo. Confiamos que en dos años tendremos esos túneles. Creemos en sus palabras e intenciones.

Pero, cuando nos acostumbramos a lo bueno, nos volvemos más exigentes. En las épocas oscuras del Guayaquil secuestrado por el PRE nos conformábamos con lo mínimo. Pero con el Guayaquil de hoy se han elevado las expectativas. Sabemos que se pueden hacer las cosas mejor. Que junto al balance positivo de la administración de Nebot y los grandes cambios, hay otros cambios que se pueden y deben realizar si queremos una verdadera ciudad.

Lo primero y lo más importante es entender que la ciudad está hecha para la gente y no para los carros. Nuestro Alcalde lo entiende, pero creo que a medias. Con la Metrovía, Nebot inaugura lo que será una de sus más importantes obras a favor de la gente. Pero falta más. Nuestras calles dan miedo al peatón. Intimidan. Matan. Guayaquil está atravesada por autopistas criollas donde el peatón se juega la vida. Y la solución no está en más cruces elevados. Está en volver las calles y veredas más amigables. Cruzo a pie con frecuencia la avenida Francisco de Orellana. Algo que debería ser sencillo y agradable, se convierte en una prueba de obstáculos, pitos, frenazos a raya, y velocidad. Antes de construir nuevas vías, que nuestro Alcalde transforme las actuales en espacios donde coexistan el auto y el peatón, y no donde el peatón deba luchar por sobrevivir.

Junto a esto, los parques. Sí, están muy bonitos, con sus plantas perfectamente cuidadas para salir muy lindas en la foto. Pero los parques no son para fotos áreas que aparecen en guías turísticas. Son para vivirlos. Mejor un parque gastado por la gente corriendo, jugando y relajándose, a un parque "perfecto" donde todo parece estar prohibido. Son pocos los espacios verdes en Guayaquil. Nuestros parques son jardines de exhibición y no espacios de recreación. Que a partir de ahora se los pueda tocar, sentir, vivir, sin tener a un guardia despertándonos de la siesta o pidiéndonos que nos sentemos rectos.

Guayaquil va por buen camino. Pero ese camino debe enfocarse mejor, apuntar a lo que realmente importa en una ciudad: su gente. Dos cambios sencillos -calles y parques amigables- pueden generar una gran diferencia, junto a los esfuerzos por combatir la violencia y brindar seguridad. Que quienes participan del progreso de Guayaquil tengan eso bien claro con cada nueva obra. La ciudad moderna no es aquella con imágenes que impresionan desde tomas aéreas. La ciudad moderna es aquella que sus ciudadanos pueden vivir y disfrutar.

En este julio de nuevas obras y nuevas promesas, felicitamos a nuestro Alcalde por cumplir lo que ofrece y trabajar con ganas por Guayaquil. Pero que vaya más allá. Queremos y necesitamos una ciudad para vivirla día a día, una ciudad donde cada paso que damos sea un motivo para estar orgullosos. Que el Alcalde enfoque sus esfuerzos hacia la ciudad amigable que invita a salir, caminar, vivir.

jueves, julio 20, 2006

A levantarse del sofá

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

Lo decimos siempre. Que nuestro país tiene de todo: montañas, selvas, costa, playas, islas, de todo. Que hay tanto por ver, sentir, recorrer, admirar, experimentar. Pero al final del día nos quedamos en la casa viendo tele, viajando en el Travel Channel a tierras exóticas y ciudades emocionantes. Eso de recorrer el país lo vamos postergando, y cuando nos damos cuenta pasaron los años y apenas salimos de nuestra manzana.

Me puse a pensar en esto mientras atravesaba este fin de semana los bosques, páramos y paisajes maravillosos del Parque Nacional Cajas. Mientras caminaba por las angostas calles de piedra del centro de Cuenca, que no visitaba hace años, imaginaba los miles de turistas que aún no nos visitan, los que están a kilómetros de aquí y los que vivimos tan cerca.

Pero, por suerte y porque en ello muchas personas han trabajado, miles de turistas sí nos conocen y nos visitan y se maravillan con nuestros paisajes. Como los turistas franceses que caminaron por tres horas con nosotros los senderos del Cajas. O esos gringos que disparan miles de fotos ante cualquier pajarito que se les cruza.

Varias personas que estuvieron en Alemania durante el Mundial me han comentado con orgullo la emoción que sintieron al ver la promoción que se hizo del Ecuador en ese país. Fue un plan concreto, práctico y bien dirigido. Dinero bien gastado que hará que miles de alemanes y gente de alrededor del mundo, que tal vez no tenía idea de lo que era este paisito en Sudamérica, ahora hagan planes para visitarnos. Estos esfuerzos se complementan con lo que están haciendo organizaciones locales que trabajan por el turismo, como la Fundación Turismo para Cuenca, que nos recibió con brazos abiertos en esa ciudad y promociona a nivel nacional e internacional lo que Cuenca y sus alrededores tienen para ofrecer.

Pero todas esas acciones acertadas por llevar al país al mundo y para que el mundo venga al país pueden quedarse estancadas si nuestro siguiente gobierno no pone al turismo como una prioridad en su agenda. Estamos demasiado ocupados contando los billetes que el petróleo nos dejará. E ignoramos que en el turismo tenemos una de las mayores oportunidades para salir adelante.

Este fin de semana en Cuenca me abrió los ojos a lo mucho que tenemos que no estamos viendo. Invertir en turismo es invertir en el desarrollo del país. Suena a eslogan repetido, pero solemos ignorarlo. Invertir en turismo no significa limitarse a promocionar el país. Significa invertir en carreteras e infraestructura para que los turistas no tengan miedo de alquilar un carro o tomar un bus. Es invertir en educación para que nuestros meseros, taxistas y cualquier caminante sean los mejores guías turísticos. Es invertir en seguridad para que historias de robos y asaltos no lleguen a oídos de potenciales visitantes. Y es, sobre todo, invertir en la gente, porque no hay mejor lugar para visitar que aquel en el que la gente vive feliz y orgullosa de lo que tiene.

Los dólares, euros y otras monedas que llegan con el turismo se multiplican en beneficios para todo el país. Que los candidatos pongan al turismo bien alto en sus planes y agendas. Que nos levantemos del sofá, nos sacudamos el canguil, y empecemos por conocer lo que tenemos a la vuelta de la esquina.

jueves, julio 13, 2006

Depresión postmundial

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

Se acabó el Mundial. Italia es el nuevo campeón. Zidane quedó como mejor jugador y demostró ser un gran “cabeceador”. Ecuador llegó a un octavos de final con sabor a mucho más. Nuestros diputados han decidido regresar de sus vacaciones mundialistas. Y a nuestro presidente le picó la fiebre de la oxigenación. Unos ministros salen mientras otros entran.

El Mundial nos mantuvo en un estado de fantasía, en el que las discusiones más importantes giraban alrededor de un gol, un off side, un foul, un tiro penal. Ahora, nos agarra una terrible depresión postmundial. Las discusiones regresan hacia lo que el Gobierno hace, en el mejor de los casos, y deshace en la mayoría de ellos. Nos despedimos de fotos en los diarios de Zidane o Ronaldo metiendo goles, para amanecer nuevamente con fotos de Alfredo Palacio, pronunciando algún importante discurso sin importancia o nombrando a un nuevo ministro que ya, la verdad, nos tiene sin cuidado.

A estas alturas del partido, que este Gobierno inició con muchas oportunidades, ya dejaron de interesarnos los cambios o nuevas alineaciones. Sabemos que ya perdimos. Palacio hace tiempos que nos puso en desventaja. Y ya no importa quiénes se sienten a su lado en las reuniones de gabinete.

Sorprende la facilidad que tenemos para cambiar de ministros y otras autoridades. Iniciar un trabajo nuevo siempre tiene sus complicaciones y tiempos de adaptación. Nuestras empresas jamás funcionarían con esta frecuencia de cambios en sus gerentes. Pero a nuestros ministerios eso de la continuidad como que no les hace mucho sentido. Nuestros ministros parecen adaptarse de inmediato a sus nuevos escritorios, sus nuevos carros con chofer, y sus nuevas tarjetitas de identificación.

¿Qué tanto se puede hacer en seis meses? Mucho o poco, según como se lo vea. Preocupa que Palacio tenga toda la cara de querer hacer mucho, que en el típico vocabulario de presidente saliente, significa gastar mucho. Sucede siempre. A medida que se acerca el día de la despedida del poder, a nuestros presidentes les entra una terrible picazón populista. Gastan lo que años antes nunca hubieran gastado en aquello que en otros momentos no hubieran aprobado. Como si en los últimos meses la ideología y los planes originales de gobierno no aplicasen. La bandera populista reemplaza cualquier otra bandera. Lo importante es que me quieran y me aplaudan por donde vaya, se convierte en la razón de ser de los mandatarios. Y para ello, nada como repartir y repartir el presente, sacrificando el futuro.

¿Qué se puede hacer en seis meses? Se puede intentar dejar la casa en orden, en lugar de desordenarla más. Se pueden tomar las medidas poco populares pero necesarias que facilitarían el trabajo del siguiente presidente. Se puede buscar estabilidad en lugar de una pasajera y falsa popularidad. Dudo que este Presidente saliente tome decisiones a favor del próximo gobierno. Tratará de comprar su popularidad de última hora. Dudo que se rompa el círculo vicioso de gastar y gastar más a medida que llega el final, en especial en estas épocas de pozos gordos.

Perdonen el pesimismo. Debe ser que ya no hay fútbol que nos distraiga. O seguramente, que la realidad de un gobierno que nunca fue a ninguna parte ha regresado a los diarios, la tele y nuestras vidas. Seis meses de despedida. ¿Cuánto millones le costarán al país los adioses?

jueves, julio 06, 2006

‘¡Ya nadie volará!’

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

Cuando viví en Nueva York, el alcalde Bloomberg tomó la decisión de prohibir el cigarrillo en bares y discotecas. Lo primero que pensé fue: “se fregó la farra en Nueva York, ya nadie saldrá a bailar o a tomarse un trago en un bar”. Estuve muy equivocado. La vida nocturna en esa ciudad siguió tan vibrante como siempre, con la única diferencia de que ahora se podía respirar mejor en los bares, los ojos no te ardían y no llegabas a casa con el olor a cigarrillo impregnado en la ropa.

En esos días, como leyéndonos la mente a quienes vivíamos en Nueva York, apareció una campaña publicitaria con frases y pensamientos que muchos han tenido a medida que se ha ido prohibiendo el cigarrillo en distintos lugares. “Si prohíben fumar en los aviones, ya nadie volará”, decía uno de los avisos. “Si prohíben fumar en restaurantes, ya nadie saldrá a comer”, decía otro. Muchos lo pensaron en algún momento, y todos estuvimos equivocados. Los fumadores siguen viajando, comiendo, trabajando y divirtiéndose más allá de que los acompañe o no la nicotina.

Hoy en día existe un mayor respeto y conciencia por parte de los fumadores. Hace quince o veinte años era muy normal que un fumador encendiera un cigarrillo en la sala de la casa de un amigo, en la mesa de un restaurante o en una reunión de trabajo. Hoy, rara vez lo hacen. Los fumadores han aceptado y muchas veces apoyan el hecho de que el cigarrillo debe limitarse a espacios privados.

Todo esto me ha venido a la cabeza leyendo el editorial de ayer de este Diario titulado ‘Fumadores pasivos’. El editorial menciona los riesgos que tienen los no fumadores al inhalar el humo del cigarrillo. E indica que el Ecuador “es uno de los países más retrasados en la obligación de desterrar el vicio del tabaquismo”.

Uno nunca quiere ser el tipo pesado que le pide al señor de al lado que apague su cigarrillo. Al fin y al cabo, todos tenemos buenos amigos y parientes que fuman. Sin embargo, creo que es tiempo de que nuestras ciudades ingresen al mundo civilizado, prohibiendo el cigarrillo en restaurantes, bares y discotecas.

Mis razones para apoyar estas medidas no miran tanto a las enfermedades y estadísticas fatídicas que menciona el editorial de ayer. Se trata de simple consideración y respeto a terceros. Cada uno tiene el derecho a “hacerse mal” fumándose un tabaco o algo más fuerte, comiéndose una de esas hamburguesas tapa-arterias, o tomándose unos tragos, pero siempre que ello no afecte a terceros. Los que quieren fumar pueden hacerlo, pero que no nos dañen la comida en un restaurante o nos causen dolores de garganta. Por eso, nuestros alcaldes, como ya lo han hecho alcaldes en otras ciudades, deberían prohibir el cigarrillo en restaurantes, bares, discotecas, y todos los lugares donde uno no tiene por qué respirar humo ajeno. Estoy seguro, como ya se ha demostrado en otros lugares, que la farra seguirá igual, los bares se seguirán llenando, los patios de comida en los malls seguirán rebosándose de gente. Y todos nos sentiremos más sanos al llegar a casa.

Qué tal si por las fiestas en Guayaquil nuestro Alcalde nos regala más aire puro.

jueves, junio 29, 2006

¿Matar nuestra vaca?

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

En estos días de optimismo futbolístico nos llueven reportajes, artículos y conversaciones que nos invitan a soñar, a creer en nosotros y en el país. Si la Selección pudo, el país también, es el eslogan de hoy.

Pero al llevar comparaciones de la Selección hacia la política y la sociedad olvidamos que la Selección no pudo de repente, por suerte, porque las estrellas y los astros se alinearon a su favor, o porque Diosito quiso. A Alemania no llegaron jugadores improvisados, con algún técnico novato de turno, con una estrategia de juego de última hora. No, a Alemania llegó un equipo preparado, con objetivos claros. No se pudo porque sí, se pudo porque trabajaron para que se pueda.

“Señores, vamos a jugar un Mundial: Maten a sus vacas”, les dijo, según un reportaje que aparece en la página web de la FIFA, Luis Fernando Suárez a sus jugadores antes de empezar el campeonato en Alemania. La frase hace referencia a un cuento que aparece en el libro que Suárez les regaló.

Una familia vivía una vida cómoda sin mayores sacrificios gracias a su vaca que les proporcionaba comida, bebida y abrigo. Tenían todo lo que necesitaban, o creían necesitar. Hasta que alguien mata la vaca y la familia empieza una nueva vida, llena de sacrificios, esfuerzos y nuevos desafíos, que les permite progresar y construir una gran hacienda con muchos animales y comodidades. La vaca que tanto les daba, los condenaba al conformismo. Sin la vaca, llegó el trabajo y el progreso.

Los jugadores de nuestra Selección supieron matar sus vacas: del conformismo, de depender de pocas estrellas en el equipo, de antiguas excusas, y otras vacas personales. Trabajaron unidos, con esfuerzo y lograron vencer los desafíos.

¿Está listo el país para matar sus vacas sagradas y empezar a trabajar? ¿Estamos listos para aplicar todas estas lecciones sacadas del fútbol? El Estado ordeña su vaca petrolera y con eso alimenta a una creciente burocracia, nos subsidia el gas y la luz, nos crea una falsa comodidad y una real dependencia. ¿Matar a la vaca petrolera? Nunca. Es demasiado gorda y da demasiada leche como para que alguien la quiera matar. Un día morirá sola. Mientras tanto, ¿la está aprovechando el Estado? ¿O, al igual que la familia del cuento, se ha vuelto conformista y dependiente de esta vaca, olvidando que hay otras fuentes, otros negocios, otras áreas que desarrollar? ¿Es necesario esperar que muera la vaca petrolera para que el Estado abra los ojos y ponga a trabajar el dinero?

Hoy solo se habla del petróleo, potencial fuente de desarrollo y progreso, pero en gran medida, fuente de un Estado gordo, y de grupos que esperan la repartición antes que trabajar para producir. Mientras dependamos de una sola vaca, el resto quedará estancado. Que el Estado utilice el petróleo para generar y promover nuevos sectores. Que en lugar de conducir al conformismo y pasividad, el dinero petrolero permita a empresarios y emprendedores crear nuevas oportunidades. Que el paisito que hoy depende de una vaca, sea mañana inmenso e irreconocible con cientos de vacas bien alimentadas.

No basta con gritar “sí se puede”. Se trata de trabajar y trabajar. De matar las vacas, o al menos saber aprovecharlas. Pero ya sabemos lo difícil que es lo segundo, sobre todo cuando las decisiones vienen de una decadente clase política acostumbrada a comer gratis.

jueves, junio 22, 2006

Choferes dorados

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

Según la última revista Vistazo, de las aproximadamente cuatro mil personas que viajaron de Ecuador a Alemania para el Mundial, mil forman parte de nuestra privilegiada burocracia. Más allá de que estas personas estén en su derecho a viajar y disfrutar su mes de vacaciones, esto nos hace pensar, y nos debe preocupar.

Según el reportaje, “un jardinero que trabaja para la Superintendencia de Compañías recibe una remuneración mensual unificada de 907,7 dólares. Un chofer en la misma dependencia gana 1.385,2 dólares mensuales”. Ese jardinero debe ser hijo del mismísimo Eduardo Manostijeras para ganar tanta plata. Y el chofer debe ser apellido Schumacher, o al menos Montoya. Imagino que el señor jardinero cuida muy bien las plantas y las flores burócratas, y que el señor chofer conduce con total seguridad y puntualidad a nuestros funcionarios públicos a importantísimas reuniones en algún restaurante de la capital. Más les vale con esos sueldos. Así, no debe sorprendernos que tantos funcionarios públicos viajen al Mundial.

Mientras esto pasa, vuelve con fuerza a nuestra siempre olvidadiza Latinoamérica este necio deseo de que el Estado lo maneje todo. Si nos va mal, debe ser por culpa de las empresas privadas que hacen mucha plata y no reparten, piensan nuestras brillantes mentes hundidas en el fango nacionalista. No entienden, o no quieren entender, que si estamos mal es justamente porque el Estado despilfarra en sueldos y excesos de empleados y arrimados, el dinero que las empresas producen, en lugar de invertirlo en nuestra educación, salud y en más empresas privadas que produzcan más dinero. Por lo visto hay quienes creen que no hay suficientes ecuatorianos alentando a la Selección en los estadios alemanes. Qué mejor entonces que nacionalizar unas cuantas empresas, para que haya más carros burocráticos con choferes con sueldos de ejecutivos que les permita irse al Mundial.

Quienes en sus discursos dicen buscar más igualdad y mejor distribución de la riqueza, son quienes proponen justamente la peor distribución de la misma. No hay repartición más injusta de las riquezas de un país que cuando una enorme tajada de los ingresos del Estado va a una burocracia obesa y dorada. En lugar de pensar en nacionalizar, quienes quieren más igualdad y oportunidades para los más pobres deberían apoyar un Estado mínimo que permita al sector privado producir y generar empleo. Pero eso no entra en las cabezas amantes del Estado papá. Eso de trabajar y producir no gusta. En cambio, gastar y repartir atrae más.

Nada de lo público funciona bien en nuestro país: nuestra seguridad social es todo menos segura y social, nuestra educación se hunde mientras los maestros se construyen urbanizaciones, nuestros hospitales públicos son centros de escándalos. Y sin embargo, en nuestras calles se escuchan gritos que piden que el Estado administre más e intervenga más. Junto a ellos, aparecerán candidatos con la palabra nacionalización en cada frase. Si a Evo le funcionó para ganar, por qué a mí no, pensarán nuestros candidatos.

Afortunadamente no todos nuestros funcionarios públicos son dorados. Pero sin decisiones ni cambios, continuarán rodando en nuestras calles más vehículos dorados para que choferes dorados conduzcan a nuestra burocracia.

jueves, junio 15, 2006

Las caderas al poder

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

Entrevistaban a una animadora de televisión en un programa de farándula. Entre otras cosas, la entrevistada compartió que, animada por un partido político, sería candidata en las próximas elecciones al Congreso.

La futura diputada no mencionó sus planes para sacar adelante al país. Su postulación no obedece a esas cosas complicadas, sino a su capacidad para ganar. Se hizo un sondeo y su nombre aparecía con altos niveles de popularidad. Suficiente para que el partido la anime a participar. Su ideología, sus planes, su capacidad, eso es secundario, simple relleno. Lo que vale es ganar. Una vez en el Congreso ya se verá.

La política estará siempre ligada a personajes que llenan las páginas de farándula. Sucede en todos lados. Desde la Cicciolina en Italia, a Schwarzenegger en California, al mismo Ronald Reagan, a nuestros Pocho Harb y Silvana.

Sin duda, hay muchas celebridades preparadas y con excelentes credenciales para ocupar cargos públicos. La presencia de estos hombres y mujeres en política es tan válida como la de cualquier otro profesional. El problema no es que famosos entren en política. El problema es que nuestros partidos busquen entre ellos a sus candidatos estrella, más allá de lo que puedan tener en la cabeza. De repente, el rating que se genere por los movimientos de cadera o la simpatía frente a un público son una mejor carta de presentación para los partidos políticos que la experiencia, preparación y proyectos de los candidatos.

¿Cómo evitamos estos candidatos improvisados? El asunto se lo podría atacar por el lado de la oferta, exigiendo requisitos más estrictos para ser candidato: poseer título universitario, una maestría, algo que demuestre preparación. Pero ya sabemos que eso no serviría. Un título universitario, de los muchos que se ofrecen por ahí, no es necesariamente prueba de inteligencia o preparación. Además, este tipo de requisito se vería como discriminatorio, al excluir a personas inteligentes y con amplia experiencia que por falta de recursos u otras circunstancias solo pudieron atender la universidad de la vida.

Por el lado de la demanda, en cambio, sí se puede evitar estos candidatos: no demandando sus servicios, no votando por ellos. Y el camino para no votar por estos candidatos improvisados está en algo muchas veces repetido, pero que los partidos políticos, por obvias razones, no apoyan: acabar con el voto obligatorio. El día que solo vote el que quiera votar tendrán mejores oportunidades de llegar más de los candidatos con propuestas y experiencia. Más personas marcarán la cruz en la papeleta porque conocen y le apuestan a un candidato, y menos porque les ofrecieron una camiseta y un almuerzo a cambio. Las celebridades que ganen bajo un sistema de voto voluntario seguramente lo harán porque detrás de sus caras conocidas tienen algo que aportar, y no simplemente por el buen rating de sus programas.

La entrevistada en el programa de farándula posiblemente llegará a diputada. Su alegría, su popularidad, y su coqueteo con las cámaras sin duda merecerán el voto obligado de toda una multitud que ha bailado con ella. Por ahora, mejor disfrutamos el partido con Costa Rica y olvidamos lo que pronto se nos viene encima.

jueves, junio 08, 2006

La felicidad en cómodas cuotas

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

¿Es idea mía, o estos días muchos andan con tanta plata que salen a comprar como en Navidad? Cualquier día, a cualquier hora, en cualquier centro comercial se rebosan los parqueaderos. Los vendedores de televisores de ochocientas pulgadas parecen no tener descanso. Los celulares más caros y avanzados vuelan de las tiendas, aunque cuesten varios sueldos y ayuno de un mes. Y por las calles circulan cada vez más carros flamantes, todavía con el plástico de los asientos.

Nada de malo en comprar más y mejores cosas. Todo lo contrario. Así funcionan las economías, circula el dinero y se mueve el mercado. Pero preocupa que por querer comprar la felicidad en cómodas cuotas mensuales, nos esclavicemos al banco, la tarjeta de crédito o algún chulquero. Ver el Mundial en pantalla gigante se siente muy bien. Pero ver el Mundial en la pantalla gigante que nos costó cinco sueldos y la duda de si podremos pagar el colegio de nuestros hijos, no es nada divertido. Tener dinero o acceso a crédito trae consigo opciones y decisiones. ¿Endeudarnos y disfrutar hoy para pagar más mañana? ¿O invertir hoy para progresar y recibir más mañana?

Con el país pasa igual. El Estado recibirá ahora todo ese dinero petrolero que ayer no tenía. Y tendrá la opción de gastar y endeudarse más que antes. ¿Qué hará el Estado con la plata? ¿Se la feriará en aumentos de sueldos, más puestos burocráticos, las concesiones de siempre a los uniformados, regalos para todo el que grita y el despilfarro al que nos hemos acostumbrado? ¿O lo pondrá a trabajar y producir, invirtiendo en educación, salud y generación de empleo a través del apoyo a la empresa? ¿Aumentará el Estado su obesidad? ¿O finalmente optará por un buen plan de ejercicios y dietas que lo pongan en forma?

Ya hemos desperdiciado demasiado dinero del petróleo desde el tristemente glorioso día en que se lo descubrió. En lugar de invertir y ahorrar, nos endeudamos. La tentación vuelve a rondar. ¿Qué hará el Gobierno esta vez?

Todo depende de las decisiones y firmeza de Palacio y de quien llegue después de él. Todo depende de nuestro voto. Administrar esta aparente riqueza será más difícil que administrar la pobreza. Todos piden y reclaman al que tiene plata. Al pobre lo dejan tranquilo. Nuestro siguiente presidente lidiará con grupos que le exigirán una falsa y pasajera felicidad a crédito, en lugar del duradero bienestar que trae la inversión y producción. Necesitamos un gobierno con capacidad de invertir, no de gastar y repartir. El candidato que hable de cómo va a invertir y hacer producir ese dinero, en lugar de cómo lo va a distribuir, tiene mi voto.

Por ahora podemos estar tranquilos. El mundo no se acabó este martes 666. Y mañana miraremos felices el Mundial sin pensar en excusas para faltar a trabajar. La emoción y la alegría se respiran en calles y oficinas. Al menos por estas semanas, andaremos con la cabeza en una pelota y en el grito de gol, en lugar de las deudas y un Estado fracasado. Pero cuando termine la fiesta y el árbitro diga “no va más”, trabajemos y votemos para no lamentar por otros millones que se nos volvieron a esfumar.

jueves, junio 01, 2006

Emociones, por otro lado

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador

¿Por qué no podemos tener un presidente como él, al menos la mitad de él?, se decían guayaquileños y quiteños ante la presencia del ex presidente chileno Ricardo Lagos. Nos resignamos a nuestro doctor que improvisa de presidente, mientras los chilenos gozan de la estabilidad y progreso que trae una continuidad de buenos líderes y Colombia reelige a un mandatario bien parado.

La eficiencia deja atrás barreras ideológicas. Lagos va más allá de izquierdas y derechas. Recoge lo mejor, lo práctico, lo eficiente de cada tendencia para consolidarlo en un socialismo que funciona. Aquí no hay discursos antiyanquis, anti libre mercado, antiglobalización que tanto gustan a muchos de nuestros socialistas criollos. Todo lo contrario, Lagos entiende que la liberación de la economía, los tratados de libre comercio con Estados Unidos, Europa, China o quien sea, el apoyo a las inversiones y la empresa privada, la generación de riqueza en lugar de la distribución de miseria y la responsabilidad fiscal están más allá de la ideología y van de la mano perfectamente con políticas socialistas. Es simple cuestión de pragmatismo: la apertura, el libre mercado y la promoción del sector privado beneficia a todos, y eso es lo importante a la hora de tomar decisiones desde el gobierno. Así funcionó en Chile, así funcionaría aquí.

Lo interesante y lo preocupante es que la visita de Lagos pasó relativamente desapercibida en el país justamente para grupos socialistas que deberían ser sus más ardientes seguidores. Fueron los empresarios –que en su mayoría no se identifican con el socialismo, pues en su versión criolla suele engordar al Estado y poner trabas a la producción privada– quienes lo aplaudieron y recibieron con la orquesta completa. En cambio, grupos de izquierda reservaron sus aplausos y vivas para la venida de Hugo Chávez, representante de una izquierda populista y caduca cuyo gobierno no llega a los talones del de Lagos.

Esto nos hace pensar que aquí lo que más vale es hablar bonito y no gobernar eficientemente. Que los gestos, discursos, gritos de soberanía y palabras emocionantes valen más que los buenos resultados, la producción y el progreso. La popularidad de nuestros líderes parece alimentarse de la emoción que estos despiertan en sus seguidores, en lugar del bienestar que generan con su trabajo.

De emociones no comemos ni ganamos. Comemos y ganamos con estrategias, acciones, resultados. La emoción y carisma de los jugadores de nuestra selección de fútbol no gana partidos. Los goles sí. Chávez emociona. Lagos mete goles. En este mundial preferimos ganar partidos aburridos, antes que perder partidos emocionantes. Lo mismo debe ser a nivel de gobierno: apoyar líderes que nos hagan ganar antes que emocionar.

Revisemos nuestros candidatos presidenciales. Aunque no veamos a ningún Lagos, escojamos a quien sepa meter goles y dure todo el partido de pie. No a quien nos entretenga y emocione para ser expulsado a mitad del camino. Aunque seguramente no tendremos al presidente ideal, que al menos este traiga la estabilidad y el inicio de la continuidad que tanto necesitamos. Que las emociones vengan de otro lugar.

PD: Me he unido al mundo de los blogs. Los invito a leer todos mis artículos y dar sus opiniones en www.gomezlecaro.blogspot.com