jueves, julio 28, 2011

¿Qué diría?

¿Qué diría el boy scout de ayer si hoy pudiera verse con la banda presidencial? ¿Estaría orgulloso de la persona en la que se convirtió? ¿Apoyaría su actitud y sus acciones? ¿Saldría con banderas verdes a escuchar sus discursos? ¿O sentiría vergüenza, al verse insultando, humillando, abusando de su poder?

¿Qué diría el joven e idealista estudiante de economía, el dirigente universitario que daba sus primeros pasos políticos en Guayaquil? ¿Aplaudiría su gestión económica? ¿Se apuntaría para ser parte de su equipo? ¿O criticaría el despilfarro, el exagerado gasto público, el crecimiento de la burocracia y de ministerios inservibles, la falta de apertura al mundo, los decretos de emergencia, la dependencia en carísimos préstamos chinos, la ausencia de estímulos, estabilidad y garantías para atraer la inversión privada?

¿Qué diría el Rasca Bonito de Zumbahua, que convivió con los indígenas y sintió de cerca sus necesidades y su dolor, al verse rechazado por ese mismo movimiento indígena? ¿Se reconocería a sí mismo arremetiendo contra ellos?

¿Qué diría el estudiante que respiró aires libres gringos y europeos, que pudo vivir de cerca la libertad y desarrollo del Primer Mundo? ¿Se sentiría un mandatario democrático? ¿O criticaría su estilo caudillista, con un Gobierno donde todo empieza y termina en su poder personal, tan alejado del balance de poderes de países desarrollados? ¿Rechazaría el abuso de recursos públicos y la manipulación mediática con tantas tercermundistas cadenas nacionales?

¿Qué diría el académico, el profesor universitario, al verse dando clases públicas de economía, estancado en la teoría, mientras en cuatro años se han detenido las inversiones y ha aumentado la dependencia del país en el gasto público? ¿Se pondría de ejemplo a sus alumnos?

¿Qué diría el forajido que gritaba en las calles pidiendo la salida de Gutiérrez? ¿Aprobaría su actual control y poder sobre todos los poderes del Estado, la falta de fiscalización, el reciclaje de funcionarios cuestionados, la ausencia de división de poderes? ¿O saldría nuevamente a las calles a reclamar contra este Gobierno, contra los ataques a la libertad, contra la metida de manos en la justicia, contra los jueces que se arrodillan ante el poder, contra la intimidación como práctica cotidiana?

¿Qué diría el candidato que se paseó por los medios de comunicación recibiendo siempre un micrófono abierto y el apoyo de periodistas independientes para enviar su mensaje? ¿Apoyaría el control, la intimidación, los ataques y la censura a la prensa? ¿O se avergonzaría de la salida de tantos periodistas por su presión? ¿Rechazaría, al igual que todos los organismos internacionales, que todos los medios a nivel mundial, que todos los abogados que sí saben de leyes, y que toda la sociedad, el abusivo juicio contra este Diario? ¿Se avergonzaría del ridículo internacional?

¿Qué dirían todos ellos del precio puesto a su honra, de los 600 mil que guardó, de los 80 millones que pretende ahora? ¿Qué dirían de ese hombre que no tiene problema en meter en la cárcel a padres de familia, esposos, hermanos por unas palabras en un papel?

¿Y qué dirá el futuro expresidente desde alguna universidad europea? ¿Se sentirá orgulloso al mirar atrás? ¿O sentirá vergüenza y finalmente se arrepentirá?

jueves, julio 21, 2011

Huevazos a la libertad

El contraste no podía ser más claro. Emilio Palacio sale caminando del Juzgado. Los simpatizantes de Alianza PAIS lo reciben a huevazos. Por otro lado, Rafael Correa sale en su 4x4 protegido por guardaespaldas. El poder del Estado contra un ciudadano por escribir lo que piensa.

Según Correa, él actúa en este juicio como un ciudadano más. Dice que ser presidente no significa que no pueda defender su honor. ¿Cuántos ciudadanos comunes han recibido como él más de medio millón de dólares defendiendo su “honor”?

Correa dijo, luego de pasar gran parte del día en la audiencia de juzgamiento contra Emilio Palacio y este Diario, que “las cosas que estamos discutiendo, en otros países ya están de regreso y de ida de nuevo, vaya a ver en qué país del mundo se permite decir una mentira tan atroz…”.

Sí, los temas que ya han sido superados en otros países en materia de libertad de expresión, acá siguen discutiéndose justamente por culpa de este Gobierno. Mientras en otros países la figura del desacato está ya superada y se han despenalizado las calumnias e injurias, aquí Correa recurre a nuestras leyes anticuadas para pedir cárcel para periodistas o quien le muestra un dedo. No, en países civilizados, los presidentes no demandan a columnistas por millones de dólares y prisión por dar su opinión.

Dan vergüenza y rabia la actitud y abuso de Correa. Imagino a sus profesores y compañeros universitarios de Lovaina y Chicago retorciéndose también de vergüenza ajena al ver a su alumno y compañero jugando este triste papel. Al escuchar su repertorio de barbaridades y su desprecio hacia la libre expresión. Al verlo convertido en el típico caudillo autoritario latinoamericano, ese triste personaje que el mismo estudiante Correa seguro rechazaba.

Hay personas respetadas y admiradas por su forma de ser y actuar, más allá de sus posesiones o poder. A otras se las respeta –o se finge respetar– por el dinero que tienen o el cargo que ocupan. Estas, dejan de recibir halagos, llamadas y visitas cuando pierden poder o su billetera adelgaza. Sabemos bien cuál es el “respeto” que hoy tiene Correa. Se basa en el miedo o el interés de cierta gente. Ese respeto temporal hoy le permite imponerse.

Pero el tiempo pone las cosas y personas en su sitio. Correa será recordado, sobre todo, por sus ataques contra la libertad de expresión, los medios y cualquiera que no piense como él. Triste legado que cargará por los pasillos universitarios de su exilio académico en Bélgica.

Hace poco este Diario entrevistó al expresidente Sixto Durán-Ballén que cumple 90 años. ¡Cómo ha decaído la figura presidencial desde su gobierno! Sixto cuenta que “cuando era presidente alguien me insultó y me gritó: ‘muérete, abuelo’. Yo paré, me di la vuelta y le dije: perdone, una aclaración, bisabuelo”. Cuestión de educación, tolerancia y sentido del humor que hoy tanto escasean en Carondelet.

Correa avanza sin control en su carro blindado, derribando muros y al que se cruce en el camino. Nosotros vamos a pie, recibiendo huevazos. Tarde o temprano su carro se detendrá, abollado y sin gasolina. Nosotros seguiremos caminando.

jueves, julio 14, 2011

Tirar los muros abajo

“Tirar los muros abajo / hacerlos mil pedazos / poner de moda la libertad” cantaba Miguel Mateos. La canción da vueltas en mi cabeza mientras pienso en Guayaquil en este mes de su cumpleaños.

Guayaquil, ciudad de los muros. De rejas, bordillos, murallas. Ciudad del alambre de púas, vidrios sobre la cerca de cemento, rejas eléctricas, garitas, guardia privado, parque cerrado.

Una ciudad que ha avanzado en infraestructura, organización, transporte y servicios, camina para atrás en seguridad y libertad para recorrerla. De poco sirve la calle nueva o la acera remodelada, si evitamos caminar por ella ante la delincuencia. De poco sirve el parque verde si este grita mírame y no me toques, protegido por guardias y rejas.

Hace pocos años tenía la esperanza de que la ciudad sería más fuerte que cualquier mal gobierno central. Que los problemas políticos en Carondelet se quedarían por allá. Acá la ciudad avanzaría, a pesar de los políticos y males centrales.

Pero ahora veo cómo este Gobierno que lo acapara y controla todo, controla también a Guayaquil. Lo ahoga en su incapacidad para frenar la delincuencia. Lo vuelve dependiente del poder central. La maquinaria del Gobierno vuelve cada vez más invisibles las voces locales. Se callan por temor, cansancio o simple conveniencia. Cada día son más las empresas que dependen de contratos con el Estado. Las fundaciones sociales locales se van convirtiendo en proveedoras de servicios para ministerios y proyectos del Gobierno. Los hospitales locales llenan sus salas con pacientes enviados por el IESS y entidades centrales. La economía privada depende cada vez más de la billetera estatal. Y el que tiene la plata manda. Correa lo sabe bien.

Hoy el discurso del Municipio suena cada vez más gastado. No ha sabido renovarse, ponerse al día, sintonizar con la ciudadanía que ya se acostumbró y no le impresiona la calle regenerada o la nueva línea de Metrovía. ¿Dónde quedó la autonomía? ¿Se durmió la causa ante el aumento del poder –y billete– central? Ponerse bravo, pegar tres carajazos o llenar la 9 de Octubre de gente flameando banderas celeste y blanco sirve de poco, cuando todo el sistema y el poder están dirigidos y manipulados desde Carondelet.

Algo se está perdiendo en Guayaquil. Nos estamos contagiando de esa pasividad socialista que espera cruzada de brazos que el Gobierno haga algo. El aumento de la delincuencia, la falta de empleo, y el control cada vez mayor del Gobierno central sobre nuestras vidas no nos hace reaccionar. Seguimos esperando sentados. Nos estamos acostumbrando.

El Municipio, los líderes locales, las voces independientes se vuelven pequeñas y torpes frente a la omnipresencia e impacto de Correa. ¿Hay iniciativas locales? ¿Nuevas acciones? ¿Propuestas para generar los cambios que el Gobierno no logra? Nos las vemos. Nadie las presenta.

En cuatro años, el Gobierno ha sido incapaz de frenar la delincuencia o generar condiciones para crecer. Solo ha sabido aumentar su control y poder. En lugar de tirar los muros abajo, la ciudad los construye cada vez más altos. En lugar de lograr autonomía e independencia, el pulpo central nos atrapa con más fuerza.

Este julio, Guayaquil tiene poco que celebrar.

jueves, julio 07, 2011

Apachurrados


Cristina de Kirchner prohibió en Argentina la publicidad de oferta sexual en medios de comunicación. Fernando Alvarado, secretario de propaganda de este gobierno, envió por Twitter su felicitación.

Me equivoqué con los socialistas del siglo XXI. Sabía que sus políticas estatistas destruirían la economía. Pero pensé que al menos traerían cambios progresistas en lo social. Que vendrían con onda vanguardista, liberal y cosmopolita, alejada del clima conservador y moralista de la derecha. Pero no.

La derecha suele ser liberal en temas económicos (que el Estado no se meta en los negocios), pero estatista y conservadora en temas sociales (que el Estado imponga mi idea de lo “moral”). La izquierda suele ser lo contrario: estatista en lo económico (que el Estado controle y dirija la economía) y liberal o progresista en lo social (que cada quien viva su vida). En ambas tendencias hay una contradicción. La libertad no puede ser selectiva. Debe aplicarse a todo, lo económico y social.

Pero este Gobierno nos ha traído lo peor de los dos mundos: es estatista en lo económico y en lo social. “En el terreno moral soy muy conservador”, dijo Correa hace poco.

Correa tuvo la oportunidad –la sigue teniendo– de poner al Ecuador en el camino de las sociedades avanzadas y tolerantes en lo social. Pudo ser el presidente que impulsara el verdadero respeto a la diversidad y libertad individual, en lugar de esquivar temas claves de nuestra época, como legalización de las drogas, matrimonio homosexual, aborto, real laicismo y verdadera libertad para expresarnos y tomar decisiones sobre nuestras vidas. Quienes sí han encarado estos temas, como María Paula Romo, están ya fuera del Gobierno. Y Correa ha evadido el debate desacreditando sus ideas, tachándolas de “anticlericalismo absurdo”, ideas de “seudointelectuales posmodernistas” que “no las compartimos y sabemos que no las comparte el pueblo ecuatoriano”.

Lástima. La libertad merece apoyo a pesar de no ser popular o que una mayoría prefiera imponer su visión de moralidad a la minoría.

Fue Correa, aunque pareciera algún socialcristiano, quien quiso incorporar, a través de un veto a la Ley de Educación, horas de educación religiosa no obligatorias en las instituciones públicas. Al menos aquí sus asambleístas le dijeron que no al veto, haciendo respetar el laicismo en el Ecuador.

En lo que a comunicación y libertad de expresión se refiere, el correísmo resulta tan o más moralista que el Municipio de Guayaquil, que ha decidido impedir a nuestros artistas presentar obras “sexualmente explícitas” en el Salón de Julio. Mientras en el Museo Municipal atentan contra la libertad imponiendo “arte sin sexo”; Betty Carrillo, una de las responsables de la nueva Ley de Comunicación, nos dice que un programa de farándula como ‘Vamos con todo’ “no debe ser presentado en ningún horario”. Correa antes ya sacó del aire a “Laura en América”. El Gobierno como censor de chismografía.

Para rematar, el socialismo moralista del siglo XXI nos impide tomarnos un trago una tarde de domingo o apostar nuestra plata en un casino.

Estamos apachurrados entre moralismos de izquierdas y derechas instalados en el poder. La libertad reclama un cambio de ideas y liderazgo en nuestra política.