jueves, agosto 28, 2008

Envidia

Veo a Hillary Clinton dar su discurso de apoyo a Barak Obama en la Convención Demócrata. Y siento envidia. ¿Alcanzaremos algún día ese nivel de madurez política que permite a rivales ver más allá de sus narices y pensar en la unidad de su partido y del país? Hillary asume el rol que le corresponde: dejar atrás la rivalidad con Obama y apoyarlo públicamente. Entender que es más lo que los une, que lo que los separa. Que sus seguidores y el país merecen una actitud madura y conciliadora de sus líderes.

La versión ecuatoriana de Hillary Clinton al perder frente a Obama se hubiera peleado públicamente con él. Le hubiera sacado en cara todos sus defectos y errores. Hubiera formado un nuevo movimiento con sus seguidores. Se hubiera lanzado a la presidencia quitándole votos a su propio partido. Y al final, hubiera permitido que el verdadero candidato opositor gane las elecciones.

Por nuestros barrios la idea de un partido político basado en una ideología y principios compartidos está muerta. La idea de políticos uniéndose por defender tesis e ideas comunes por encima de ambiciones individuales parece inalcanzable.

Lo vemos por la izquierda y la derecha. Al partido de gobierno más que una ideología o principios comunes, lo une el poder y un líder carismático (¿lo sigue siendo?). Sus candidatos a asambleístas sabían que con Alianza PAIS aseguraban su triunfo y por eso se unieron de inmediato. Por eso vimos gente de diversas tendencias vistiendo la camiseta verde. Por eso los mejores amigos de ayer, hoy están marginados del partido. Por eso, al igual que tantos partidos basados en un líder y su capacidad de ganar, tarde o temprano Alianza PAIS desaparecerá.


Por la derecha, la misma cosa. Partido Social Cristiano, UNO, UDC, Fuerza Ecuador, Prian y alguno más comparten, en general, los mismos principios y la misma ideología. Pero cada uno va por su lado. Se unen temporalmente. Luego se dividen. Permitiendo que ideologías probadamente fracasadas como la de este Gobierno y su Constituyente, lleguen al poder, se fortalezcan y hundan más al país.

Pero la unión no se da por puro patriotismo. Se necesita un sistema que la motive. El sistema electoral gringo, en el que solo hay un ganador por distrito, obliga a formar bloques fuertes. Los partidos pequeños no tienen oportunidad de ganar y necesitan unirse. Acá, vamos contra la corriente, inventando fórmulas electorales caseras que fragmentan los votos en mil candidatos y mil tendencias. La Constituyente nada ha aportada en este terreno.

A veces se necesitan situaciones extremas para generar la unidad que el país necesita. Tal vez, solo cuando la profundización del modelo chavista se apodere progresivamente del país y nuestras vidas, quienes hoy andan divididos entiendan la importancia de unirse. Pero me late que esa unión sería pasajera para vencer a un enemigo común, para luego volver a dividirse en absurdas peleas.

¿Aprenderá nuestra clase política a mirar un poco más allá de sus intereses personales inmediatos? ¿Escucharemos algún día discursos del candidato perdedor, como el que escuchamos de Hillary Clinton, brindando todo su apoyo al ganador? ¿O estamos destinados a una eterna fragmentación donde cada uno jala para su lado, y a seguir soñando estancados mientras el mundo avanza en nuestras narices?

sábado, agosto 23, 2008

…and World Peace

No lo digo con orgullo: estoy viendo Miss Universo en la tele. Ese ritual anual en el que espectaculares mujeres de todo el mundo tratan de convencernos que ellas no están ahí por su curvas, sus largas piernas, sus estómagos planos, su gran pechonalidad, y su rostros de Barbie; sino por sus estudios universitarios, los cinco idiomas que hablan, su gusto por la literatura y su compromiso social con los más necesitados.

Ahí van las aspirantes a reinas, luciendo sus trajes de baño, sus vestidos de noche, sus trajes “¿típicos?”, sus sonrisas congeladas, sus pestañas postizas y sus escotes operados, en uno de los últimos bastiones de la cursilería mundial, gobernado por Donald Trump y su rubio tupé. Y ahora vienen las preguntas. El momento de la verdad que pone a las candidatas a temblar.

Quien redacta esas preguntas debe tener un buen sentido del humor. En este evento superficial por excelencia, todas las preguntas tienen que ver con el rol de la mujer en la sociedad actual y cosas serias por el estilo. ¿No se han dado cuenta los miembros del jurado que le están preguntando a jovencitas de diecinueve años disfrazadas con kilómetros de falsas pestañas y litros de maquillaje y lápiz de labios, cuya mayor preocupación es caminar erguidas manteniendo su sonrisa? No parecen precisamente las más indicadas para hablarnos del rol de la mujer actual.

Pero no son tontas las niñas y contestan diplomáticamente. El truco es apuntar siempre al centro. No sonar tan liberales, o asustarán al jurado de Mr. Trump con la imagen de mujeres independientes que no necesitan de un hombre para ser felices. Ni muy conservadoras, o darán la impresión de amas de casa a tiempo completo sin otras aspiraciones. Si la respuesta falla no todo está perdido. Siempre funciona el cierre de oro que toda reina que se respete debe conocer: mirar al público, poner cara de solidaridad y desear “world peace”.

Las preguntas en realidad están de más. El jurado ya ha tomado su decisión basado en aspectos más importantes como el color de los ojos y la curvatura de las caderas. Cualquier respuesta vale, salvo que metan las dos patas como la ya famosa Miss South Carolina en el último Miss Teen America. Su respuesta se convirtió en un clásico instantáneo de los concursos de belleza, inmortalizada gracias al poder viral de You Tube. La candidata llevó a extremos sorprendentes el estereotipo de las rubias tontas. Para los que no han visto el video, que cuenta ya con varios homenajes y parodias en You Tube, la pobre Miss South Carolina se enredó con una simple pregunta sobre la educación en Estados Unidos. Terminó hablando de Irak, Sudáfrica e inventando un nuevo gentilicio para los gringos: “U.S. Americans”. ¿Serán esos los “Americans” de pura sangre, a diferencia, por ejemplo, de los “Italian Americans”? Eso sí, la candidata no olvidó el cierre de oro, y después de tantas incongruencias terminó diciendo “así construiremos un mejor futuro para nuestros niños”. Bravo.



Esta vez me quedo con las ganas de reír con una de esas meteduras de pata que justifiquen mi bastante tercermundista y vergonzoso acto de ver Miss Universo una noche de domingo. Y digo tercermundista porque los concursos de belleza son patrimonio de nuestros países subdesarrollados –y de esos rednecks gringos que envían a sus hijas de seis años todas maquilladas y con permanente a concursos infantiles de belleza--. A nuestra cursi cultura le encanta jugar a reinas desde chiquitas y desfilar saludando al público. Sino que lo digan las princesitas que pueblan cada barrio de Venezuela, que a falta de buenos futbolistas han hecho esto de las reinas su deporte nacional. Y por acá no nos quedamos muy atrás.

Está de más que les cuente quien ganó este Miss Universo. Por encima de todo, ganó Donald Trump que hace plata de idiotas que, como yo, terminamos viendo el show, apostándole a nuestra favorita, y hasta creyéndoles que, tras esas curvas y escotes perfectos, solo están ahí para hacer de este un mundo mejor.


* Publicado en revista SOHO de agosto

jueves, agosto 21, 2008

50 majaderos

Hace poco más de tres años el entonces presidente Lucio Gutiérrez intentó desprestigiar y minimizar a los jóvenes que protestaban en su contra diciendo que eran solo un puñado de forajidos. Ese puñado era más grande de lo que Gutiérrez imaginó y poco tiempo después lo echaría fuera de Carondelet.

Este sábado, Rafael Correa se refirió a los estudiantes de la Universidad Católica de Guayaquil que protestaban en su contra y en contra del proyecto de Constitución, como unos pocos “majaderos”. Si sigue así, se asegurará que cada día sean más.

Al final de su cadena radial en la Universidad vino el anuncio de que afuera había estudiantes protestando en su contra. Ahí salió en escena ese lado de Correa que tanto daño le hace a este país. “Yo no voy a dejar ofender la majestad presidencial…”, dijo Correa, como advirtiendo que podría aplicar una vez más esa ley que le permite arrestar a quien lo “ofenda” en el camino. Y continuó muy al estilo Correa: “Así que chicos, ustedes resuelvan mismo el problema, ustedes son 400, los otros 50, díganle a esos majaderos que aprendan a ser democráticos...”.



Por lo visto, para Correa la democracia se basa en imponer la voluntad de la mayoría y en callarte la boca si eres minoría. Gran concepto de democracia socialista del siglo XXI. Pero no fue necesario que actúen los 400. La policía se encargó de hacerlo por ellos, abriendo espacio a golpes y patadas para que nadie pudiera ofender la majestad presidencial.

El Presidente incita a la violencia y a la vez su Ministro de Gobierno anuncia la prohibición de filmar o fotografiar muertos o heridos. ¿Coincidencia? Veamos: si un policía le parte la cara a un estudiante o hay un muerto producto de enfrentamientos, ese policía está obligado a impedir que se tomen fotos de la víctima. Porque la prohibición no va contra la publicación de las fotos que es lo que en teoría les importa. No, el Gobierno quiere asegurarse de que no existan esas fotos, no sea que acaben en internet. Aunque quién sabe, tal vez si el herido es considerado pelucón por el Gobierno, se hace la excepción para que le tomen la foto. Pues, como dijo el Ministro de Gobierno, con ese resentimiento tan correísta, existe “una especie de inequidad en la que solo los pobres salían exhibidos y no los ricos o pelucones”.

Si ser majadero es rechazar el autoritarismo, los abusos, la concentración de poder, y la imposición a como dé lugar de la ideología caduca de este Gobierno, entonces somos muchos los majaderos, y cada vez seremos más. Correa todavía tiene seducida a esa mayoría acostumbrada a votar por promesas vacías y demagogia. Esa mayoría que ayer votó por Bucaram y Gutiérrez. Pero tarde o temprano despertarán del letargo. Y cuando eso suceda ya no serán 50 ni 100 los majaderos. Serán más de los que Correa pueda contar. Salvo que cambie de actitud y entienda que su papel no es controlar y dirigir la vida de cada ecuatoriano, sino brindarle las garantías para vivir y trabajar en libertad. Pero de eso, hace tiempo que perdimos las esperanzas.

jueves, agosto 14, 2008

La chinita del vestido rojo

“Era una cuestión de interés nacional”, dijo el compositor chino Chen Qigang, para justificar el habernos hecho creer a millones de espectadores alrededor del mundo que Lin Miaoke, la linda chinita del vestido rojo, cantaba realmente la Oda a la Patria en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos en Beijing.

Entre tantos impresionantes vestuarios, coreografías, música, bailes y escenografías, el ver y escuchar a esa niña sonriente fue uno de los momentos más emocionantes de la ceremonia. Pero ahora resulta que ella no era la que cantaba. La voz le pertenece a otra chinita, algo gordita y con los dientes chuecos, que no era lo suficientemente bonita para los organizadores. Entre tantos millones de chinos no pudieron encontrar a la persona indicada. Y recurrieron al viejo truco de Milli Vanilly.

Parece una tontería, pero al hacer esto en un evento de tanta relevancia mundial, China le está diciendo al mundo que la imagen es todo. Lo que haya detrás de esa imagen es secundario. Se lo puede esconder y maquillar. La tierra se la barre debajo de la alfombra.

Un maquillaje similar nos pone nuestro Gobierno, para amagar y esconder sus deficiencias y los oscuros tiempos que vive el país. El otro día nos lo recordaba en su divertido monólogo Francisco Pinoargotti (se los recomiendo). Pinoargotti se burlaba de esa campaña que hace unos meses sacó el Gobierno –una de las muchas–, la que decía “Sonríe Ecuador, somos gente amable”. La campaña no duró mucho. Seguramente se dieron cuenta a tiempo de la ironía. Como decía más o menos Pinoargotti: no importa que la vida esté más cara, que no haya trabajo, que encuentres a tu mujer con otro, que este Presidente nos lleve a la ruina, si tenemos un gobierno que nos dice “sonríe, eres gente amable”.

Las últimas encuestas muestran que ese optimismo inicial que suele darse con los nuevos gobiernos ya se está perdiendo. Las expectativas de que las cosas mejorarán desaparecen. La preocupación por la falta de empleo, por los altos precios y el mal manejo del Gobierno crecen. No provoca sonreír ante el panorama del país. Por mucho que las campañas a favor de la nueva Constitución nos quieran pintar un mundo color de rosa, sabemos que nos venden pura imagen vacía. ¿Lo sabrá a tiempo la mayoría del país?

Se puede vender una falsa imagen por un tiempo. Pero tarde o temprano se conoce la realidad. Se la siente en los estómagos vacíos. Se la vive en una economía que no camina. Se la percibe en el aire estancado.

En este Gobierno del show, tarde o temprano el país sabrá lo que hay detrás del telón. La niña del vestido rojo nos sonríe. Pero cada día, más gente sabe que la voz no es de ella. ¿Por cuánto tiempo le servirá al Gobierno el show que tan bien ha sabido dirigir Vinicio Alvarado? ¿Cuánto tiempo lograrán hacer sonreír a una parte del país a base de cancioncitas, bonos y promesas?

Tal vez la ceremonia de inauguración de las Olimpiadas no hubiese sido igual sin la niña del vestido rojo. Pero el papelón de los organizadores al ser descubiertos fue más grave. Al final todo se sabe y la realidad nos golpea.

viernes, agosto 08, 2008

Presidencia TV


Tarde o temprano caemos. Inocentemente cambiamos de canal en nuestro televisor. Nada interesante que ver. De repente, sin darnos cuenta nos detenemos ante un tipo musculoso que nos muestra el último aparato para sacar abdominales de acero con solo 10 minutos de ejercicio diario.

Al comienzo nos reímos de la exageración. Sabemos que esos cuerpos perfectos no se logran con diez minutos de ejercicio. Peor aun con esta extraña máquina que simula una mezcla de movimientos de patinaje, esquí y jogging. Pero por alguna razón, fuera de nuestro control, no cambiamos de canal. Seguimos viendo con atención. Escuchamos a una serie de felices usuarios que nos cuentan como sus vidas cambiaron desde que iniciaron sus ejercicios con este aparato. Y nos muestran sus fotos del antes y después. Increíble. ¿Dónde se fue toda esa grasa? El aparato nos empieza a interesar. Y cuando aparece esa famosa actriz recomendándolo, empieza a sonar aun más interesante. Si ella lo dice algo de cierto debe tener. Y lo mejor de todo, este fabuloso aparato entra convenientemente debajo de nuestra cama. Se lo dobla y listo. Y si llamamos en los próximos diez minutos, nos envían un juego de pesas gratis.

Hoy el fabuloso aparato descansa lleno de polvo en la bodega de la casa. Lo usamos durante una semana. Fue suficiente para saber que necesitaríamos bastante más de 10 minutos diarios de ese aburrido ejercicio para ver resultados.

La publicidad puede convencernos que necesitamos cosas inservibles. Sobre todo estos infomerciales que nos tienen embobados por varios minutos. Así, la gente compra desde super exprimidores de jugos y mágicos quita-manchas, hasta nuevas religiones. Los tele-predicadores brasileños de “Para de Sufrir” saben el poder que tienen estos infomerciales. Y mientras más se repitan y más los veamos, más convencidos quedaremos.

El gobierno ecuatoriano también ha sabido usar magistralmente la publicidad. Con una bien organizada y cohesionada estrategia comunicacional, nos venden promesas a toda hora del día. Todos los ministerios e instituciones gubernamentales están alineados a una misma línea y estrategia publicitaria. Hasta las empresas estatales que en teoría son independientes, como Alegro, se unen a la voz del gobierno. Así, ¿cómo no terminar comprando el mensaje presidencial?

En lo que va de este gobierno, a los ecuatorianos nos ha costado más de 14 millones de dólares las campañas oficiales donde nos repiten que la Patria ya es de todos. Más de lo que cualquiera de los últimos gobiernos ha gastado.

Según nos cuenta un reciente reportaje de diario El Universo, el gobierno hace seis horas de publicidad al día. Una reciente caricatura de Bonil en ese diario ilustra lo que vivimos a diario frente a nuestros televisores. Un niño echado en el sofá viendo tele dice quejándose: “Mamáaaa…son el colmo estos canales de televisión…a cada rato interrumpen con películas y noticieros…y no dejan ver tranquilo la propaganda del gobierno”. Nada más cierto. El gobierno se mete hasta en la sopa.

¿Hasta qué punto la popularidad del gobierno se basa en su publicidad y hasta qué punto en una real sensación de bienestar de la población? Es más, ¿hasta qué punto la sensación de bienestar de las personas se debe a una mejoría real en sus vidas, o a tener un gobierno que le dice todo el día que la vida está mejor, que el cambio y el bienestar ya están llegando?

Salvo que vivamos aislados de la realidad nacional, viendo cable el día entero y escuchando nuestro iPod en lugar de la radio, camino al trabajo, es prácticamente imposible evitar la publicidad del gobierno. Con más razón, la mayoría de familias ecuatorianas cuya principal fuente de distracción e información es la televisión nacional, no tienen escape a la publicidad oficial. El país desayuna, almuerza y cena con su Presidente Correa, con su socio País, su Sonríe Ecuador, su salud ya es de todos, su justicia ya es de todos, su Guayaquil ya es de todos, su revolución ciudadana, su ley de justicia financiera, sus bonos solidarios. ¿Cómo no terminar convencidos que la patria realmente ya es de todos? ¿Cómo no comprar esa inservible máquina de ejercicios después de tanta insistencia?

Ahora le toca su turno publicitario a la nueva Constitución. Si nos dicen todo el día que esta es la mejor constitución de la historia, que el oscuro pasado nacional quedará sepultado y que empieza una nueva era, ¿cómo no creerle? ¿Cómo no comprar este maravilloso aparato que hará nuestras vidas tan felices?

Mientras no exista un límite al gasto gubernamental en publicidad será difícil combatir este lavado colectivo de cerebros. En un país donde cada vez se leen menos diarios y pocos tienen acceso a Internet, la televisión controla los mensajes. Y este gobierno, con una campaña magistral y un gasto exagerado está controlando la televisión.

¡Llame ya! ¡Vote ya! La revolución ciudadana le garantiza felicidad instantánea con esta nueva constitución. Y no se despegue del televisor, que ya mismo viene la próxima promoción.


* Publicado en revista Clubes de agosto.

jueves, agosto 07, 2008

Extrañas compañías

A veces toca. El objetivo común exige una estrategia en común. Y exige alianzas, incluso con aquellos que jamás imaginaríamos de nuestro lado. Eso sucederá ahora con la campaña en contra de esta Constitución que apesta a centralismo, estatismo, boinas rojas, y burócratas metiéndose por todos lados. Por el No o el nulo –que no es lo mismo pero es igual– hay todo un arco iris de ideologías, acentos y visiones de país.

Ahí está la izquierda serrana que votó por Correa confiando que sería un presidente de izquierda moderna, no un fiel seguidor del caudillo venezolano. Ahí está el oportunismo político de Lucio Gutiérrez, que ayer fue de izquierda, hoy de derecha, y mañana de lo que convenga. Ahí está la derecha costeña, liderada por Jaime Nebot, que no puede ver ni en pintura a quien desde Carondelet busca dividir la ciudad donde alguna vez nació y vivió.

Ahí están los conservadores católicos y evangelistas, soñando con alcanzar el desarrollo de Europa y Estados Unidos, pero eso sí, sin aborto, ni gays, ni pastillitas del día después. Ahí está la izquierda radical, con sus acostistas –los de verdad, no como Correa cuyo acostismo fue puro show– y sus indigenistas, esos que dicen que Correa es neoliberal y que suspiran con ese verde mundo donde todos disfrutemos del “buen vivir” conversando en quichua.

Ahí están los pocos que han leído y entendido el proyecto de Constitución, o están en proceso de hacerlo, y saben el peligro que representa para el país una herramienta tan conveniente para consolidar el poder total.

En fin, ahí estamos todos los que nos negamos a caer en las garras de un gobierno que lava cerebros por televisión, se alimenta del odio y la confrontación, y pretende que dejemos que nuestras vidas sean conducidas y regidas por lo que decida una todopoderosa autoridad central.

¿Cómo unir a gente tan distinta? ¿Cómo sentar en una misma mesa al banquero que quiere evitar que los apetitos políticos y antitécnicos del populismo controlen lo que se hace con la plata de los depositantes, junto al ecologista radical que quiere impedir que este gobierno explote a dedo recursos naturales? ¿Cómo hacer que ambos contribuyan a una misma campaña por razones tan diversas?

Ese es el gran reto. El Gobierno tendrá todo nuestro dinero y tiempo en los medios a su disposición para convencernos de lo maravilloso que será el país con la nueva Constitución. Ya lo están haciendo.

La oposición, en cambio, dispara por todos lados. Cada uno dice No por su razón particular. Sin una estrategia colectiva, que unifique tantas voces diversas, sus esfuerzos serán en vano. El No sonará débil y fragmentado.

Toca unirse entre extraños y opositores. Ese es el reto. Ya vendrán otros tiempos para pelearse nuevamente. Mientras tanto, ese gran objetivo de evitar la profundización del modelo chavista en Ecuador es más grande que cualquier diferencia.

La campaña recién empieza. Nuestros televisores no han sido todavía golpeados con toda la fuerza de Carondelet. El momento exige aceptar y promover las extrañas compañías. Exige unir fuerzas en una estrategia y campaña bien organizada que pueda competir con la maquinaria presidencial. ¿Alguien se apunta a liderarla?

miércoles, agosto 06, 2008

Revista la U. - Agosto 2008

Ya está circulando la U. de agosto en tu universidad!!!



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