jueves, mayo 26, 2011

Justicia dinamita

El Gobierno convocó a la reciente consulta y referéndum, entre otras cosas, para cambiar la justicia en el país. La idea es que, con la intervención directa del Gobierno, de ahora en adelante tengamos jueces rectos, imparciales y honestos.

Pero hasta que eso suceda, parece que el Gobierno ha decidido implementar su propia forma de justicia. La justicia inmediata y explosiva. La justicia militar. La justicia dinamita.

El Gobierno decidió frenar, por la vía militar, la actividad en unas minas ilegales en Esmeraldas que contaminan el medio ambiente. Para ello, el presidente decretó estado de excepción en la zona. El Gobierno argumenta, con razón, que la minería ilegal “ha provocado daños irreparables a los ecosistemas locales contaminando las fuentes de agua, afectando las actividades productivas agrícolas y perjudicando así la salud de los habitantes de las zonas”.

Sin embargo, la buena intención del Gobierno de proteger el ambiente y hacer respetar la ley, se dispara en el pie al tomar medidas exageradas.

Armaron un superoperativo que ya lo quisiéramos para detener a criminales y sicarios. Los militares aparecieron sorpresivamente y detuvieron la actividad de los mineros. Pero no se quedaron ahí. Llegaron al extremo de dinamitar cerca de cien excavadoras.

La explicación del ministro de Defensa es simple y preocupante: prefirieron destruir la maquinaria, porque si incautaban las máquinas, un juez podía obligar a devolverlas y así no lograrían nada.

Moraleja: cuando los jueces no funcionen –o no actúen según los deseos del Gobierno– los militares lo harán. ¿Para qué tanta consulta popular entonces? Si el problema son los jueces corruptos, más fácil es saltárselos, y recurrir a esta justicia armada. Si querían eliminar los casinos ilegales, y se quejaban que ciertos jueces les permitían operar, más fácil y efectivo era armar un operativo militar que clausure los casinos y de paso meterles unas cuantas dinamitas a los tragamonedas. Asunto resuelto. La venta de CD y DVD piratas también se la podría resolver facilito con este método, sin tanto abogado ni demanda. Métanle dinamita a las tiendas y listo.

El Gobierno quiere intimidar, mostrando su poder y autoridad. Montaron, como tiene que ser en esta revolución mediática, todo un show producido para la televisión, con cientos de militares descendiendo en helicópteros, ocupando sorpresivamente las minas y haciendo estallar los tractores. Todo esto se transmitió, no podía ser de otra manera, en cadena nacional en horario estelar.

Pero en lugar de mostrar autoridad, el Gobierno revela un Estado débil y sin institucionalidad. Con este tipo de acciones aceptan que no hay intención de respetar las instituciones ni operar de manera civilizada.

El Gobierno debe luchar por la protección del ambiente y hacer respetar la ley. Pero la forma es tan importante como el fondo. De lo contrario, estas empresas y grupos ilegales, que antes no tenían argumento para reclamar, ahora lo tienen. Los mineros tomarán acciones legales contra el Estado. Podrán denunciar la destrucción de su propiedad privada. Y al final, todos terminaremos pagando la irresponsabilidad y abuso del Gobierno con dinero de nuestros impuestos.

La maquinaria destruida es un pésimo precedente. Abre las puertas a la ley de la selva.

jueves, mayo 19, 2011

Feliz día, Sofía

Y así, de repente, desaparecieron tus pañales, tus chupones y tus llantos a media noche. Ahora, mientras te acuesto a dormir, me explicas el poder mágico que tiene el pelo de Rapunzel. El tiempo pasó volando. Cumples cuatro años.

¿Te cuento un secreto? Tú has crecido y madurado muchísimo más que ese señor que sale a cada rato en la tele, siempre bravo y gritando cosas feas. Sí, el presidente. ¡Tantas veces me has reclamado cuando te cambio tus dibujos animados por los noticieros donde él aparece!

El otro día te llevamos a votar por primera vez. De mentiritas nomás, aunque algunos quisieran que las niñas de tu edad puedan votar para así sacar los votos que los adultos no les dan. ¡Mejor ni pensarlo! Interrumpirían tus programas con cadenas animadas y música de Disney plagiada.

¿Puedes creer que en tus cuatro años de vida he tenido que votar como seis veces? Yo tampoco. Lo que pasa es que al presidente –sí, el que usa camisas de dibujitos– le encanta que votemos a cada rato. Así, tiene la excusa para salir en más cadenas nacionales, comerciales y entrevistas hechas a su medida, y permanecer de candidato, en lugar de asumir su trabajo. Digamos que es como si tú, a tus cuatro añotes, siguieras gateando y actuando como bebé. Algo así es seguir comportándose como candidato.

Eso solo hace que la gente se insulte y se pelee más. Sí, como Peter Pan y el Capitán Garfio. Y que yo me preocupe más por ti. Por tu seguridad, tu libertad, tu futuro. Por dejarte un país mejor que el mío y el de tus abuelos.

Cuando yo tenía tu edad caminaba tranquilo con mi mamá por la ciudad. No había garitas que atravesar ni guardias vigilando la heladería de la esquina. Ahora, en cada semáforo que nos detenemos, miro atento para todos lados. En los últimos meses han asaltado a tu tío y a tus cuatro abuelos. Los ladrones los apuntaban con pistolas de verdad, mientras les quitaban las cosas. Nosotros hemos tenido suerte. Solo nos han robado una vez. ¿Te acuerdas cuando rompieron el vidrio del carro?

Ese no es el país que quiero para ti. No quiero que pases tu vida entre garitas, guardias armados, robos, violencia y muerte. Pero parecería que a esos políticos que gritan en la tele no les importa. Dicen que es percepción, que exageramos las cosas. Y en lugar de trabajar para solucionar el problema, tratan de convencernos de que aquí no pasa nada, que todo es una maravilla. Por suerte manejas bien el control remoto, y apenas sale la bandera con la musiquita anunciando otra cadena nacional, tú cambias a tu canal, donde la fantasía sí es real y nadie dice mentiras.

Por tus cumpleaños, quisiera regalarte un lugar más libre y seguro para vivir. Pero eso tendrá que esperar. Puedo prometerte, al menos, denunciar a esos señores que tratan de engañarnos. Y cuidarte todos los días y educarte bien para que nunca te creas sus mentiras.

Tranquila, Sofía. Sigue tan linda y contenta como ahora, mientras apagas emocionada tus cuatro velas. Si tú estás feliz, nosotros también.

jueves, mayo 12, 2011

Perder ganando

El Gobierno logró perder habiendo ganado. El triunfalismo exagerado y apresurado y esa actitud tan correísta de sacar la lengua al perdedor, los golpearon en la cara y los sentaron en la realidad. Ganaron, sí. Pero por tan poco, que el triunfo terminó oliendo a derrota. ¿Aprenderán algo del papelón?

Actualizo la página web del CNE que lentamente va cargando los datos –¿tendremos algún día un conteo de votos civilizado y eficiente, en lugar de retrasos, gritos y caos?–. Los tres objetivos que Correa aseguró haber cumplido –ganar en las diez preguntas, en el mayor número de provincias y con la mayor diferencia de votos– se escapan de sus manos. El Sí y el No están cerca en todas las preguntas. En la mitad de las provincias podría ganar el No. Y dos preguntas claves casi empatan.

Los personajes del Gobierno desfilan por esos medios que hoy controlan y aquellos contra los que tanto despotrican. Dicen que de todas formas han ganado. Aseguran que la diferencia de votos aumentará. Que el problema es que enfrentan a una prensa corrupta, a los poderes fácticos, a la partidocracia, y otros enemigos imaginarios. Que la oposición hizo campaña con comedia en lugar de ideas. Incluso, con un cinismo monumental, dicen haber estado en desventaja en la campaña por las críticas recibidas en los medios, cuando el Gobierno copó todos los espacios con recursos públicos, llegando incluso al abuso y descaro de transmitir, durante la última semana de campaña, varias cadenas nacionales prohibidas.

Se quejan, reclaman y reiteran su triunfo. Pero no los veo entender el mensaje de esta votación. Que no pueden continuar dividiendo a los ecuatorianos. Que deben gobernar para todos, y no para unos y contra otros. Que deben dejar los ataques, el abuso, las persecuciones, la manipulación mediática, los insultos. Que deben enfrentar a los criminales que nos están matando, y no a los ciudadanos que expresan sus opiniones. Que para recuperar la confianza y el apoyo de la gente, no servirán bonos, borregos, luchas de clases, ni el Cholito y Bonafont atendiéndose en hospitales que la realidad esconde.

No han entendido. Siguen igual que antes. Quieren imponerse a como dé lugar, a pesar de haber perdido el apoyo de la mayoría. Para ellos la oposición se limita a los medios y unos cuantos grupos extremos. No ven que medio país los ha rechazado. No han aprendido nada.

Nunca es tarde. Este sabor a derrota debería ser lo mejor que les haya pasado, para abrirles los ojos, para ver la realidad que su vanidad ocultaba, para entender que deben cambiar. Tal vez ahora sí se den cuenta de que estamos desesperados entre tantos robos y violencia en las calles, mientras en la cárcel mantienen a un preso político. Tal vez entiendan que nuestras vidas no les pertenecen. Que somos libres. Tal vez recuerden que su poder es temporal.

Correa ganó su consulta, pero perdió el apoyo de la mayoría del país. Perdió ganando. Su Gobierno podría ganar de verdad y hacer que ganemos todos. Bastaría con aprender la lección que este voto deja. Bastaría con cambiar de actitud. Deberían hacerlo. Pero parece que no les interesa.

jueves, mayo 05, 2011

¿La última vuelta de la ruleta?

Nunca me han llamado la atención los casinos. Si de ganar plata con suerte se trata, prefiero la lotería. Pero ese soy yo. No tengo derecho a impedir que otros jueguen en casinos y gasten su plata como quieran.

Este sábado fui a un casino después de muchos años sin visitar uno. En poco tiempo lo perdí todo jugando a la ruleta. A mi lado, una señora se fumaba hasta los dedos regando fichas por toda la mesa y un par de gringos apostaban sin miedo. Este sábado decidí ejercer mi derecho a gastar mi plata como me dé la gana. ¿Terminará esa libertad el próximo sábado?

Mientras ponía mis fichas sobre la mesa esperando que la bolita de la ruleta se detenga en mi número, me sentía como debieron sentirse los gringos hace casi un siglo, a inicio de los años 20, mientras tomaban su último trago de alcohol legal antes de la prohibición. Seguro ninguno pensaba en dejar de beber. Pero sabían que, a partir de ese momento, tendrían que hacerlo de forma ilegal, con los costos y riesgos que ello implica.

De igual forma, dudo mucho que la señora a mi lado deje el juego. Se le nota en la cara, en la emoción cada vez que gana, en la forma como aniquila su cigarrillo en tres pitadas mientras la ruleta da vueltas. No dejará el juego, pero tendrá que jugar ahora en lugares clandestinos, sin los controles –ni aporte al fisco– que hoy sí existen en los casinos en los hoteles.

Escuchaba a Correa decir en su cierre de campaña –cierre temporal, porque antes que presidente, Correa será siempre un candidato en campaña– que no es posible que un padre de familia se gaste todo su sueldo jugando en casinos. Si es así, vamos con todo y prohibamos el alcohol para que la gente no gaste su plata en borracheras. Y ya que estamos en plan moralista, prohibamos la pornografía, para que las mentes de los ecuatorianos se mantengan limpias.

Ante la incapacidad del Gobierno por eliminar las salas de juego clandestinas, prefieren cerrar todos los casinos. Brillante lógica: como hay muchos casinos ilegales, prohibamos los legales. Resultado seguro: más salas de juego clandestinas corrompiendo a más autoridades para poder operar.

De la mano con limitar nuestra libertad, el Gobierno parece empeñado en eliminar empleos. La política laboral del Gobierno se basa en ofrecer reponer los miles de empleos perdidos por sus malas decisiones, en lugar de generar nuevos empleos adicionales. Dicen que no son tantos los empleos que se perderían con la salida de casinos o el fin de las corridas de toros. ¿No sería mejor mantenerlos y generar nuevos? Necesitamos trabajo. Repartir puestos públicos no es generar empleo.

El caso de los casinos resume un tema de fondo en esta consulta. Este sábado debemos contestar si queremos mayor control del Estado, o sea de Correa, sobre nuestras vidas; o si preferimos ser libres y dueños de nuestras propias decisiones con mínima interferencia del Gobierno. Simple.

¿Qué va a hacer si gana el Sí en la consulta?, pregunté, al salir, a una de las empleadas del casino. “Ojalá que no gane”, me contestó esperanzada.