lunes, marzo 20, 2017

Bienvenida, Lilian

Lilian Tintori camina por el mundo con una valentía y coraje admirables. Su esposo, Leopoldo López, lleva tres años preso por oponerse a la dictadura de Maduro en Venezuela. Y ella, incansable, siempre positiva, siempre con una sonrisa, pelea día a día para lograr justicia. Para que todos sepan del atropello del que son víctimas. Del drama diario que se vive en Venezuela. Para que su esposo recupere la libertad que el dictador venezolano le ha quitado. Para que sus dos hijos que apenas conocen a su papá por las visitas que hacen cada semana a la cárcel, muchas veces aguantando abusos y humillación de los guardias, puedan tenerlo nuevamente en casa.

Ahora Lilian viajó al Ecuador. Para continuar contando su historia. Para mostrar el infierno que millones de venezolanos viven bajo la dictadura del socialismo del siglo XXI. Pero Lilian no pudo entrar.

El dictador del socialismo del siglo XXI ecuatoriano se lo impidió. El mismo que tanto se ha llenado la boca hablando de ciudadanía universal, del libre tránsito de los seres humanos, le impide a una mujer, a una víctima del abuso político, visitar nuestro país. Como suele hacerlo, recurrió a una leguleyada para impedir su ingreso, con razones que no ha aplicado a varios amigos extranjeros de este gobierno dedicados a hacer politiquería libremente en el país.

Si alguna duda quedaba sobre el tipo de gobierno que vivimos, este nuevo abuso lo deja más claro. Aquí no se respeta la ley. Aquí no todos tenemos los mismos derechos. Aquí las instituciones sobran. Aquí el presidente, con aires de dictador, actúa como si el país le perteneciera. Él ordena y todos obedecen. Él es la ley.

Está desesperado ante las pifias de su pueblo, ante su desastroso legado que ya no puede corregir, ante el fin de ese poder que tanto ha gozado. Ahora, perdido en su vanidad e inseguridades, no sabe hacer otra cosa que abusar de ese poder que sabe pronto acabará.

Para Lilian esta es otra medalla de honor. Es otro reconocimiento a su valentía. Y una evidencia de la cobardía de quien tiembla de miedo ante lo que ella pueda decir.

Al final, este nuevo episodio de torpeza, prepotencia, abuso de poder y restricción a las libertades nos acerca más al cambio. Porque nos recuerda los peligros del correísmo y su continuismo. Porque le vuelve a quitar la máscara a los demagogos que nos gobiernan y que pretenden seguir gobernando.

Lenin, el del supuesto humor, amor y ternura, apoyó el abuso. No se atreve a contradecir al jefe de jefes. Aplaude que se humille a la esposa de un preso político, a la víctima de una dictadura.

Como siempre sucede, los dictadores caen, los corruptos deben pagar, los sinvergüenzas terminan tras las rejas. Sucederá en Venezuela. Y sucederá aquí. Lilian y Leopoldo caminarán nuevamente libres mientras sus opresores pagarán tanta corrupción y abuso.

Lilian será siempre bienvenida a nuestro país, que no es el mismo país de PAIS y su tirano. Espero ver a Lilian en la inauguración del nuevo gobierno ecuatoriano como símbolo de esa libertad recuperada. Y del fin del abuso correísta. 


lunes, marzo 06, 2017

Suficiente vergüenza ajena

Acerqué mi pluma a la papeleta. En el extremo derecho vi la imagen de la continuidad del abuso, de la prepotencia, del estatismo agobiante, de la restricción de nuestras libertades. Miré al espacio próximo en la izquierda. Ahí estaba. La cara del cambio. De una nueva oportunidad. Marqué con fuerza la línea vertical.

Me acompañaba mi hija. Pronto cumplirá diez años. Ella, que solo ha vivido bajo el correísmo, metió en el ánfora la papeleta. Me emocionó el significado de ese momento: un voto más por un país libre, con líderes decentes, que protejan su libertad, que no la avergüencen.

En ese momento no conocíamos las sorpresas que esa tarde y días siguientes traerían. El sospechoso retraso de un CNE, tan acostumbrado a atender de inmediato los antojos de Alianza PAIS y sus Pames y a ignorar los legítimos pedidos de la oposición, unió al país bajo el grito de democracia y libertad. Al final, la demora del CNE en anunciar una evidente segunda vuelta logró lo contrario a lo que esperaban en Carondelet: nos recordó que bajo el correísmo no existe institución en cuya independencia podamos confiar. Nos recordó que en esta elección está en juego nuestra libertad. Y unió a los más diversos sectores de la oposición bajo la bandera del cambio.

La reacción del oficialismo ha sido vergonzosa. Marcela Aguiñaga, exministra del error de buena fe; exportada de la revista Caras en su edición “Ministras de lujo: Las divas del gabinete” y asambleísta reelecta, mira a la cámara y dice con esos gestos tan Alianza PAIS: “Si ustedes vieran los delegados que tienen adentro, son los delegados de Chanel, de lentes de Cartier…”. Y uno no puede evitar sentir lástima y vergüenza por tan triste nivel de asambleístas que nos representan.

Pero ese odio y complejos no son aislados. Vienen desde arriba. Durante diez años los viene predicando a sus aduladores el jefe máximo. Unos días después, Rafael Correa escupe sus resentimientos en su micrófono sabatino. ¿Su gran argumento para descalificar a la oposición? Una foto en la que varias personas afuera del CNE miran a sus celulares. Para Correa esa es la “burguesía, peluconería, riqueza excesiva” que se debe derrotar. Correa no ataca la corrupción, ni la pobreza. Ataca a su propia gente. Descarga sus inseguridades contra esa foto, contra esas personas que ni conoce, contra todos aquellos cuyo respeto él quisiera tener.

Hoy somos testigos de un Correa desesperado al ver que su poder termina. De un Correa enfurecido al saber que el mundo critica su gestión. De un Correa que sabe que ni toda la publicidad del mundo, ni los noticieros mentirosos de esos canales que juró vender y mantuvo hasta el final, ni las sabatinas que le quedan, cambiarán su legado de despilfarro, abuso de poder y pésimo manejo de la economía.

Afortunadamente hemos despertado. El deseo de cambio ha sido más fuerte que las diferencias o antipatías que podían existir entre los distintos grupos de oposición. Sabemos que lo que está en juego es demasiado grande, demasiado importante, como para no estar unidos. Que ya hemos aguantado demasiada incompetencia, abuso y corrupción. Y suficiente vergüenza ajena.