jueves, diciembre 22, 2011

Un casi cuento de Navidad


Una voz lo despertó. “¿Quién eres?”, preguntó alterado. “Soy el fantasma de tu pasado”, le contestó. Él rio. “Ese cuento ya me lo sé compañerito. ¿Quién te envió acá? ¿Mi ñaño? ¿La prensa corrupta? ¿La CIDH?”, reclamó. “No perdamos tiempo, tenemos mucho por recorrer”, dijo el espectro.

Lo llevó a su escuela. “¿Te acuerdas de este lugar? Ahí estás estudiando, siempre tan aplicado”. Luego se vio con su uniforme y pañuelo anudado al cuello liderando un grupo de boy scouts. “Esos chicos sí te admiraban, te respetaban”.

Viajaron a través de tiempos y espacios. Universidades, clases de economía, pequeños pueblos y grandes ciudades. Y se vio a sí mismo hablando de desarrollo, justicia, respeto a los derechos humanos y democracia. “Mírate protestando junto a los forajidos. ¿Imaginas cómo reaccionarías hoy ante protestas similares?”, lo increpó el fantasma. “Era otra situación. Teníamos derecho a reclamar contra quien controlaba a los jueces y pretendía controlar todos los poderes”, se defendió. “Parece que hablaras de ti mismo”, ironizó el fantasma. Entraron a un estudio de televisión. “Mírate sonriendo. ¿Recuerdas esa entrevista al día siguiente de ganar las elecciones? Escúchate refiriéndote al entrevistador como una buena persona de manos limpias. ¿En qué momento cambiaste? ¿Acaso los periodistas solo eran buenos mientras te apoyaban?”.

De repente todo oscureció. “¿Quién eres tú? ¿Quién te envía? ¿La izquierda infantil, los banqueros?” preguntó alterado al verse nuevamente en su cama frente al segundo fantasma. “Vengo a mostrarte tu presente”, le contestó. Aparecieron en una habitación con miles de televisores y radios, con su imagen y su voz repitiéndose al infinito frente a millones de espectadores obligados a verlo y escucharlo atados a sus sillas. Y aparecieron abogados y jueces callando a quienes interrumpían. Luego entraron a una casa vacía. “Es la casa de tu primer perseguido. Pasará esta Navidad lejos de su familia y amigos”, le dijo el fantasma.

Cuando llegó el tercer fantasma a su habitación, pidió a su guardia que lo arrestara. Pero fue imposible colocarle las esposas. “No pierdas el tiempo. Conmigo tu poder no funciona”, le dijo mientras tomaba su mano para llevarlo al futuro. “Seguro te ha enviado la oposición”, le gritó furioso. Pero su malestar se detuvo de inmediato. Llegaron a un lugar donde se respiraba un ambiente de libertad, progreso y bienestar, con gente feliz y niños disfrutando la Navidad. “Gracias por traerme aquí, compañero fantasma. Este sí es el país del futuro por el que estoy trabajando. Con esta evidencia de mi éxito le tapo la boca a la oposición y a la prensa”, dijo orgulloso. El fantasma rio. “Se nota que no has aprendido nada”, le dijo. “Este no es el futuro de tu país. Esto es Bélgica, donde vives ahora. En tu país no quieren saber de ti”.

Despertó enfurecido. Pidió a sus abogados que enjuicien a esos fantasmas por injurias. Y ordenó transmitir cadenas nacionales que prueben la incuestionable relación de la prensa con estas visitas fantasmales. Sus órdenes se ejecutaron de inmediato. Sonrió sabiendo que su poder seguía intacto. Que solo en los cuentos la gente reflexiona y cambia. Que aquí él manda y no tiene por qué escuchar a nadie.

jueves, diciembre 15, 2011

Prohibido olvidar ®


Antes de que el Gobierno se apropie de la frase “prohibido olvidar”, me adelanto y la utilizo aquí como título para que no olvidemos lo que estamos viviendo. No pasa de ser otra anécdota absurda esto de querer registrar la frase “prohibido olvidar” y términos como “30S”, como quien registra el nombre de su restaurante o un eslogan publicitario. Cosas que solo se dan en este gobierno de la propaganda en el que la imagen manda.

Pero esta anécdota que ha dejado en ridículo a los funcionarios de la propaganda, es un paso más en la construcción de un Gobierno producido para la televisión. Y preocupa el legado que deja para futuros gobiernos y políticos.

El enorme gasto en publicidad, cadenas y campaña permanente le ha servido al Gobierno para callar y desprestigiar a opositores y mantener su popularidad. Ha marcado lo que muchos ven como un nuevo estándar en la comunicación política si se pretende conservar altos índices de popularidad. Y ahí está el problema: que futuros políticos recurran a la misma medida de propaganda abusiva y despilfarradora como herramienta para conservar su poder. Es cierto que este Gobierno ha hecho un buen trabajo en la comunicación al unificar mensajes e imagen de ministerios e instituciones públicas, presentándonos una sola voz. Pero este acierto se pierde frente al ruido de ataques y gritos pautados en horario estelar.

Parece que existe una relación directa entre la presencia de propaganda de un Gobierno y el control (abusivo muchas veces) que este ejerce sobre la sociedad. Basta darse una vuelta por países civilizados. Difícil imaginar una valla junto a una carretera que diga que esta fue construida por Obama o Sarkozy. O encender la televisión en Inglaterra y encontrarnos con publicidad que nos repita mil veces las obras del Gobierno, o lo maravilloso que es su primer ministro, o lo malvada que es la oposición. Simplemente no sucede. El gobierno respeta los espacios privados de los ciudadanos.

Pero acá, en estos y otros barrios caudillistas, no pasan unos minutos sin que uno se cruce con algún mensaje oficial. Hemos pasado del letrero que nos decía que esta es otra obra de tal político, a la saturación de cada espacio en nuestras vidas con campañas publicitarias del Gobierno, que en muchos casos manipulan la verdad o se dedican a atacar a quien piensa distinto.

Los próximos gobiernos tendrán que luchar contra la tentación de repetir esta mala práctica instalada por el actual Gobierno. Ese éxito en comunicación del que tanto se habla, ha tenido un costo demasiado alto para nuestra libertad y nuestro elemental derecho a vivir sin que el Gobierno invada nuestro tiempo y nuestro espacio.

La manipulación mediática del 30 de septiembre, esa fecha de violencia y muerte que han querido transformar en una falsa gesta heroica del presidente, y cuyo nombre hasta pretenden registrar, es uno de los ejemplos más claros de lo bajo que se puede caer por producir y vender una historia oficial que les haga ganar puntos de popularidad.

El legado de abuso mediático que deja el correísmo es todo menos un ejemplo a imitar por futuros gobiernos.

jueves, diciembre 08, 2011

Cacerolazos en Caracas



Estuve en Caracas mientras los presidentes del continente, excepto gringos y canadienses, se reunían llenos de propuestas y promesas, en la primera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Al bajarme del avión, me recibe en el aeropuerto un afiche que dice: “Nuestras aduanas garantizan el desarrollo Económico, Soberano y Socialista”, con el cierre “Patria, Socialismo o Muerte”. Frases patrioteras que acá el Gobierno imita, aunque por ahora evitan sonar tan socialistas.

Al salir del aeropuerto, un tipo ofrece cambiarme dinero como quien vende droga. Yo iba bien advertido de no cambiar plata en bancos, ni usar cajeros automáticos o la tarjeta de crédito, donde aplican el ficticio cambio oficial impuesto por Chávez. En el mercado negro se consigue, al verdadero tipo de cambio, el doble de bolívares por cada dólar.

Me puse a pensar en la suerte que tenemos los ecuatorianos de tener al dólar como moneda. ¿Imaginan a Correa con moneda propia? ¿Lo imaginan controlando la maquinita para imprimir billetes? Al despilfarro que vivimos se añadiría una terrible devaluación o controles absurdos como los de su maestro venezolano.

La carretera que lleva del aeropuerto a Caracas recibe a los visitantes presidenciales con vallas publicitarias llenas de alegres mensajes revolucionarios, muy al estilo de los nuestros. La imagen de Chávez se repetía en vallas, paredes y grafitis. Cualquier turista que ignore la actualidad política de Venezuela descubre de inmediato que está en tierras donde un caudillo lo decide todo. Algo similar sucede acá. Basta recorrer nuestras carreteras para encontrarse en la entrada de cada pueblo la imagen de Correa. El caudillo por encima de las instituciones.

Caracas parece una típica capital latinoamericana. Los carros avanzan entre el terrible tráfico (eso sí, avanzan casi gratis. Con una gasolina ultrasubsidiada, más barata que el agua, los venezolanos llenan su tanques con apenas un par de dólares). Está siempre presente la amenaza de robos y violencia. Y en los restaurantes no falta dinero para buen vino y platos caros. Pero si vemos más de cerca, descubrimos que en tiendas y supermercados faltan artículos tan básicos y necesarios como leche o carne, cortesía de los controles chavistas.

La noche del viernes, mientras se instalaba la cumbre de la Celac, la ciudad se llenó del ruido de ollas y cacerolas sonando desde balcones y ventanas de casas y edificios, acompañadas por los pitos de los carros en las calles. Era el sonido de la esperanza y la demostración pública, frente a los presidentes de la región, del descontento y la desesperación de un país que se ahoga entre abusos y corrupción, en un mar de dinero malgastado.

Los discursos de los presidentes en la cumbre poco lograrán para traer el cambio en la región. Son muchos de ellos, empezando por el anfitrión y sus amigos anticorbatas, los que nos tienen en el atraso. La posibilidad del cambio no está en estos caudillos con aires de grandeza. Está en las calles, en la gente, en los cacerolazos. Después de tantos años, la gente en Caracas vuelve a creer que ese cambio es posible. Que los días de los caudillos están contados.

jueves, diciembre 01, 2011

La juma del poder


Si quieres ganar un juicio en este país, no gastes en abogados caros. Mejor pídele a Rafael Correa que te acompañe a la corte y listo. Triunfo asegurado.

Su récord perfecto lo garantiza. Sus visitas a la corte para clavarle su poderosa mirada al juez en tres juicios distintos han terminado en tres triunfos y más de 40 millones de dólares en indemnizaciones: seiscientos mil contra el Banco Pichincha, 40 millones contra EL UNIVERSO, y ahora 100 mil en el juicio de Vinicio Alvarado contra Mónica Chuji. Los supuestos juicios privados vienen acompañados de una poderosa comitiva presidencial que siempre se da un tiempito para intimidar al juez con su presencia.

La demanda contra Mónica Chuji es otro vergonzoso capítulo en los abusos contra nuestra libertad para expresarnos. La intención es clara: crear un clima de miedo y autocensura para que nadie se atreva a criticar a los funcionarios del Gobierno. Correa lo acaba de decir clarito: “De hoy en adelante persona que nos calumnie tendrá su respuesta legal”. Pero ya sabemos que en estos tiempos la definición de “calumnia” la decide el ánimo del Gobierno. Y la palabra “legal” significa lo que ellos quieran que signifique. Eso de legal, en un régimen que tiene a la justicia rendida a sus pies, es un decir.

Están borrachos de poder. En lugar de haber madurado y entendido que su posición pública les exige ser más tolerantes y civilizados, los funcionarios de este Gobierno, liderados por el mal ejemplo de Correa, están obsesionados con controlar las críticas. Disfrutan su estatus todopoderoso. Saben que basta presentar una demanda, por absurda, abusiva o disparatada que sea, para que el juez de turno tiemble ante su presencia y les dé la razón. No importa que el fallo contradiga la ley, la justicia o el más elemental sentido común; ellos se convencen y tratan de convencernos de que aquí no hay abuso ni atropello del Gobierno, sino una simple defensa de sus derechos.

Quieren que la gente se arrodille ante ellos. Que les pidan perdón. Si se disculpan les quito el juicio y se acaba todo, les dice Correa a los autores del libro El Gran Hermano, demandados por revelar aquello que el mismo hermano del presidente y una veeduría formada por el mismo Gobierno han afirmado. ¡Cuánta magnanimidad! Les da la oportunidad de continuar libres y sin más gastos legales si solo se agachan y dicen pegue patrón.

¿Y ellos, cuándo nos piden perdón? ¿Cuándo piden disculpas por la manipulación, las mentiras y los ataques con los que inundan los canales de televisión malgastando nuestra plata? ¿Cuándo nos piden perdón por utilizar sus puestos y sueldos públicos para intimidar y dividir, en lugar de gobernar? ¿Cuándo se disculpan por enlodar la reputación de ciudadanos con millonarias cadenas y propaganda que todos pagamos? ¿Cuándo muestran un mínimo remordimiento, un gesto o deseo de cambiar?

No, ellos no se disculpan. No entienden de democracia o libertad. Aquí la ley no protege a los individuos del poder del Estado, sino lo contrario. La juma del poder los hace creerse invencibles, infalibles, dueños de la verdad. Ni imaginan el chuchaqui que les espera.