lunes, enero 16, 2017

Pensar diferente

Hace diez años un hombre revolucionó nuestras vidas. Era Steve Jobs.

El 9 de enero de 2007, Jobs presentaba a su público y al planeta entero el primer iPhone. Fue sin duda un evento importantísimo para muchos socialistas ecuatorianos y de todo el mundo que adquirieron de inmediato el novedoso teléfono diseñado en California y fabricado en China para transmitir con más eficiencia que nunca sus mensajes anticapitalistas. Solo una semana después, el 15 de enero, otro hombre que se autodenominaba revolucionario asumía la Presidencia del Ecuador.

En medio de tantas noticias de corrupción y escándalos que embarran al Gobierno ecuatoriano me encontré con esta noticia de la presentación del primer iPhone. Y fue inevitable hacer la comparación entre aquellos verdaderos revolucionarios que han cambiado el mundo desde el campo privado logrando avances sorprendentes y esos otros que desde la política les encanta hablar de revolución y autoproclamarse grandes revolucionarios logrando enormes retrocesos en sus países. Fue inevitable comparar el impacto opuesto que en estos diez años han tenido las acciones de los unos y los otros en nuestras vidas.

Mientras el iPhone ha revolucionado en esta década la forma como nos comunicamos, ha generado incontables nuevos empleos alrededor del mundo y ha abierto la puerta a grandes avances tecnológicos y nuevas aplicaciones, los dizque revolucionarios de nuestra región solo han logrado empobrecer a los países que gobiernan. Los verdaderos revolucionarios logran desde el campo privado innovaciones y cambios que benefician a millones de personas. Y lo hacen, casi siempre, en sociedades libres, abiertas, donde se fomenta, no se persigue, la iniciativa privada.

Hace diez años no existían muchas de las empresas que hoy facilitan nuestras vidas. No existían Airbnb, Uber, Snapchat, Instagram o WhatsApp. Twitter tenía menos de un año de existencia. No es coincidencia que todas estas compañías se fundaron en Estados Unidos. Nacieron en un país donde se celebran la iniciativa privada, la creación de riqueza, el éxito de los innovadores.

Hoy, socialista local que se respeta, tuitea contra el capitalismo desde su iPhone, y comparte por Instagram y WhatsApp las fotos junto con sus amigos con camisetas verde flex. No entienden que todos esos avances tecnológicos que ellos disfrutan se dan con políticas contrarias a las que ellos promueven, con más libertad, menos intromisión del Estado, menos trabas al empresario. Acá nuestro dizque revolucionario cree que despilfarrando millones de dólares para fundar Yachay tendremos mágicamente nuestro Silicon Valley criollo. No comprende que los innovadores huyen de gobiernos metiches como el nuestro y se instalan donde pueden respirar aires libres.

En diez años se puede lograr mucho. Y se puede destruir mucho también. Apple presentó un dispositivo que en esta década ha impulsado avances impresionantes y ha generado incontables oportunidades para emprendedores en todo el mundo. Steve Jobs tuvo la suerte de vivir en una sociedad libre. Tuvo la suerte de no nacer en un país donde se frenan las iniciativas de los verdaderos revolucionarios.

Steve Jobs invitaba a través del eslogan de Apple a pensar diferente. Nuestros socialistas continuarán su misión de imponernos su pensamiento, mientras clavan la mirada en el Instagram de su flamante iPhone.

lunes, enero 02, 2017

El monigote de la jueza

El monigote de la jueza ardiendo en llamas representa lo que debería ser nuestro propósito para el 2017 como país. Quemar el abuso y la prepotencia personificados en ese año viejo.

La ahora famosa jueza es solo una pequeña muestra de un problema mucho más grande en el país. Ese vergonzoso episodio que hoy todos conocemos gracias al video que hizo un policía que no se dejó intimidar, refleja un mal que vivimos como sociedad. Un mal que debemos quemar de raíz, para siempre: la prepotencia de quienes creen estar por encima de la ley y de los demás.

Fue refrescante ver en las veredas de la ciudad el monigote de la jueza con su vestido naranja entre años viejos de princesas, superhéroes, artistas y futbolistas. Porque esa es la idea original de los años viejos: representar a aquellos personajes que han sido los más populares o relevantes del año por algo negativo. Al quemar a esos monigotes no quemamos cualquier cosa. Al llegar la medianoche del último día del año quemamos lo malo que ellos representan. Los despedimos para siempre. Así nos renovamos, dejamos lo negativo atrás, nos damos una nueva oportunidad. Dejamos el pasado y miramos al futuro.

Al quemar ese año viejo de la jueza quemamos el irrespeto, la humillación, la corrupción. Quemamos el país del “tú no sabes quién soy yo”. El país del “hago lo que me da la gana porque soy pana de tal ministro o tal funcionario”. El país del “yo me paso la cola, hago trampa y no cumplo la ley porque tengo plata, porque soy muy bacán”. El país del “no sabes con quién te has metido”. El país del insulto, la violencia, la intimidación, el miedo.

El 2016 ha terminado dejándonos un sabor amargo. La elección de Donald Trump en Estados Unidos contagió de pesimismo al mundo. Aquí sufrimos un terremoto en Manabí y otro peor con su epicentro en Carondelet que viene resquebrajando durante casi diez años, y en especial este último, las frágiles estructuras de este país. Vivimos una crisis económica que el Gobierno se niega a aceptar pasándole la cuenta al próximo gobierno. Pero sobre todo, enfrentamos una profunda crisis ética, donde se defiende a corruptos y sinvergüenzas, donde muchos se creen intocables, como la jueza.

Hoy arranca la primera semana del 2017. Es un nuevo comienzo. Una nueva oportunidad para quemar lo malo, mirar adelante y escoger lo bueno. Para ser optimistas.

Empieza un año crucial para todos. Un año en el que nuestro voto tendrá quizá más importancia que todos nuestros votos pasados. Yo no recuerdo un voto tan urgente y trascendental como el del próximo febrero. Con nuestro voto podremos hacer que los que hoy abusan de su poder prueben nuestro poder. El poder de una mayoría desesperada por un cambio de rumbo.

Se han apagado los fuegos artificiales. Amanecemos renovados después del baile, el brindis, los abrazos. Con todas las ganas de que este 2017 sea un año de cambio. Desterrar a esa jueza en nosotros y entre nosotros será un buen comienzo para lograrlo.