lunes, junio 20, 2016

Manos manchadas

Al comienzo nos repetían una y otra vez el cuento de las “manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes”. Ahora se limitan a decir “somos más, muchísimos más”. La cantidad de seguidores reemplazó a la calidad. Ya no importa que sean limpios o lúcidos. Solo importa que sean muchos.

Van saliendo a la luz con mayor frecuencia y con más ceros en las cuentas los escándalos y negociados de este nefasto experimento político llamado Socialismo del Siglo XXI. El modelo que incluyó cambio de constitución, control de todas las instituciones del Estado, lavado colectivo de cerebros con propaganda oficial y despilfarro de recursos, parece tener su capítulo final en una gigante corrupción.

En Argentina detienen a un exfuncionario kirchnerista intentando esconder varios bolsos con más de 8 millones de dólares. La hija de Hugo Chávez, ese que decía que ser rico es malo, es considerada la persona más rica de Venezuela con varios miles de millones de dólares. En Brasil, los escándalos por sobornos han dominado la escena política de los últimos meses. Y Ecuador no se queda atrás. Se van descubriendo casos de enorme corrupción.

La razón para esta corrupción socialista es sencilla. Un sistema estatista será por definición corrupto. Un sistema donde se asigna a funcionarios públicos presupuestos multimillonarios por los que nadie responde a título personal, invita a la corrupción. Un sistema que gasta y malgasta por todos lados, encontrará siempre funcionarios y allegados listos para llevarse su tajada, listos para hacerse ricos robando en lugar de produciendo. Un sistema donde el Gobierno controla todas las funciones del Estado, donde no existe fiscalización, donde la justicia se dedica a callar las críticas, es el escenario ideal para el enriquecimiento instantáneo.

Acá la ley de comunicación se ha encargado de amordazar a quienes investigan los trapos sucios. La Asamblea ha mirado para el otro lado para evitar fiscalizar. La justicia continúa en su siesta. Se limitan a repetir que yo no sé, yo no vi, yo no lo conozco. Nada saben de la corrupción que inunda los pasillos ministeriales con su olor a petróleo y hormigón.

A pesar del silencio y complicidad oficialista, la corrupción no se puede esconder. Va apareciendo hasta que el Gobierno no tenga otra opción que aceptarla y enfrentarla. Hoy ciertos asambleístas correístas finalmente hacen como que fiscalizan.

El discurso de las manos limpias expiró. Ya ni lo pronuncian. Nadie lo cree. Las manos socialistas del siglo XXI están manchadas en toda la región. Los gobiernos que se llenaron la boca de discursos clichés contra la riqueza resultaron ser el camino más rápido para el enriquecimiento ilícito.

El consuelo es que al final todos pagan. Hasta los más poderosos enfrentan tarde o temprano la justicia. Ahí está Fujimori pagando sus abusos y corrupción con 25 años de cárcel. Pasó de todopoderoso a un preso más. Con el cambio de gobierno en Argentina se empieza a destapar toda la porquería del kirchnerismo. Cristina y compañía tendrán que responder. En Venezuela inevitablemente sucederá lo mismo.

Acá también, los nuevos ricos dizque revolucionarios enfrentarán la justicia. Los resultados de las próximas elecciones definirán qué tan pronto sucederá. 


lunes, junio 06, 2016

La década derrochada

“¿Qué es ese edificio?”, pregunté a mi papá señalando una inmensa estructura gris en la avenida Machala en el centro de Guayaquil. “Es un elefante blanco”, contestó.

Yo tenía unos 10 años y ese día, frente al horrible edificio del Ministerio de Agricultura, “la licuadora”, aprendí sobre despilfarro, gastos desproporcionados y elefantes blancos construidos en épocas de bonanza petrolera militar.

La bonanza petrolera correísta nos trajo también una interminable lista de elefantes blancos y miles de millones de dólares desperdiciados. Triste episodio de la política ecuatoriana. Triste década derrochada.

El Gobierno, siempre listo para crear eslóganes vacíos de contenido, nos quiere vender que esta es la “década ganada”. Nadie se cree el mal chiste.

Lo que sí creemos, porque está ahí, a la vista de todos, es el enorme derroche del Gobierno en estos nueve años. Hace poco, en las redes sociales sonó con fuerza el #RankingDelDespilfarro. Muchos compartieron varios ejemplos: 1.200 millones de dólares botados en la invisible Refinería del Pacífico, edificio de Unasur con su estatua de Kirchner como vergonzoso homenaje a la corrupción, dos aviones para el presidente, dos aeropuertos sin aviones, helicópteros que no vuelan, infinita publicidad estatal, sabatinas, marchas de sánduche y cola, Yachay, crecimiento descontrolado de la burocracia, nuevas secretarías e instituciones públicas con funciones imaginarias, presupuesto estatal multiplicado, sobreprecios en carreteras y obras públicas, “contratos complementarios” para aumentar el reparto, corrupción, gigante deuda con China, medios públicos. Y la lista continúa.

Esto es lo que se ve. Lo que se conoce. Poco a poco van apareciendo escandalosos casos de corrupción donde se multiplica aún más el despilfarro. Millones que se quedan en bolsillos de intermediarios, amigos y empresas fantasmas.

El Gobierno se dedica a vender su propia ficción. Correa dijo en su informe del 24 de mayo: “No hay gobierno que haya ahorrado más que el nuestro, la tasa de ahorro nacional se ha duplicado en nuestro periodo...”. Entendemos bien por qué su credibilidad baja día a día.

Tanto han ahorrado que están desesperados por vender todo para tener liquidez. Ahora sí dizque quieren eliminar entidades públicas. Ahora sí parecerían entender que las empresas manejadas por el Estado están destinadas al fracaso. Ahora sí dicen que se liquidarán, fusionarán o venderán empresas públicas como Tame, Banco del Pacífico y los medios incautados.

Este 24 de mayo Correa lanzó también una de las mejores frases que haya pronunciado en su vida política: “El próximo año, en un día como hoy habrá un nuevo presidente”. Música para nuestros oídos. Empieza la cuenta regresiva del fin del derroche, del abuso, del estatismo agobiante.

Nos queda hacer todo lo posible para que al menos este último año frenen el despilfarro. Para que no nos quiten más dinero con nuevos impuestos. Y evitar que nos sigan endeudando para pagar su irresponsabilidad y darse sus últimos gustos en el poder.


Cuando paso por la avenida Machala ya no está ese edificio que me enseñó de derroche y elefantes blancos. El correísmo se dio el lujo de demolerlo y construir un parque. Los niños que ahí juegan no tienen idea de la inmensa deuda que ellos deberán pagar tras esta década de despilfarro.