jueves, septiembre 08, 2005

A la cola

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO - Guayaquil, Ecuador

Empezó la repartición de los fondos de reserva, y con ella las colas, los empujones y la aplastadera tras una ventanilla. Al igual que tantas veces, se necesita fuerza, resistencia y paciencia para recibir un servicio del Estado. Hoy es la cola por los fondos de reserva, mañana la de la jubilación, todos los días la de la cédula. Los eternos himnos de la incompetencia del sector público: no hay sistema, se acabó el material, vuelva mañana o en cinco días, se escuchan en interminables filas y trámites que el subdesarrollo nos obliga a hacer.

El subdesarrollo de un país se puede medir por la cantidad de papeleos, trámites y el largo de las filas en entes públicos. El Tercer Mundo se aplasta, empuja y burla el sueño toda la noche haciendo colas interminables en las veredas para recibir del Estado lo que le pertenece. Las colas del primer mundo, en cambio, esperan el estreno de La Guerra de las Galaxias o el lanzamiento del nuevo tomo de Harry Potter.

Pero no todo es culpa de nuestros ineficientes entes estatales que se niegan a modernizar o pasar al sector privado. La culpa la tenemos también quienes hacemos la cola, o nos negamos a hacerla. Recuerdo el bar de mi colegio. Para comprar necesitábamos alguna estrategia que permitiera evadir la masa de estudiantes gritándole a la madrina. Imperaba la ley del más fuerte, la del brazo más largo o la del que recurría a los estudiantes tramitadores, que sentados en el mesón del bar agilitaban la compra a cambio de quedarse con el vuelto. Así nos formamos y así continuamos, entre empujones y la ley del más sabido, como si aquí no pasó nada.

Debemos aplaudir a instituciones como el SRI que han implementado un sistema organizado en donde uno espera su turno sentado y tranquilo con numerito en mano. Esto demuestra que se puede cambiar y organizar los servicios. De igual forma, gracias al uso de la internet para realizar trámites, entidades públicas y privadas nos evitan largas filas y facilitan la vida. Pero la gran mayoría de ecuatorianos no tiene una computadora en su casa. Deben seguir de cola en cola, de empujón en empujón, de abuso en abuso.

No podemos pasar por alto las largas filas, empujones y reclamos en nuestras instituciones públicas, sobre todo nuestro Seguro Social. No podemos acostumbrarnos a ellas y aceptarlas como lo normal. Estas colas van más allá de la espera, los empellones, la pérdida de tiempo productivo y la incomodidad. Estas colas hablan de ineficiencia e indiferencia de las instituciones públicas. Hablan del quemeimportismo de quien no tiene competencia y no teme perder sus clientes. Hablan de corrupción, pipones y nepotismo. Hablan de un Estado que continúa interviniendo en sectores que deben estar en manos privadas. Hablan de falta de cultura de quienes hacemos la cola. Hablan de una mentalidad que se niega a cambiar.

Lastimosamente es difícil poner a competir a las instituciones públicas para que nos den un mejor servicio. Pero sí podemos reclamar. Sí podemos apoyar las iniciativas que busquen su privatización o su administración privada, en lugar de seguir creyéndole a cada candidato que defiende los empujones y colas del IESS como nuestro derecho natural. Solo así escucharemos menos el coro de “no hay material, no hay sistema” y la próxima cola la haremos sentados y en aire acondicionado.

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