jueves, octubre 20, 2005

¿Quién quiere ser presidente?

Por Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Diario EL UNIVERSO – Guayaquil, Ecuador


“Cuando estaba en la universidad/… yo también soñaba con ser presidente/pero ahora me da una flojera infinita/… Yo no quiero ser presidente.../no quiero servir al pueblo /yo sólo deseo fervientemente /servirme a mí mismo... /qué pereza ser presidente/despertarse temprano /inaugurar carreteras... / dar discursos memorables... /tener fe en el futuro…”, escribe Jaime Bayly.

Muchos, al igual que Bayly, abandonan la idea de ser presidente. La presidencia complica a la familia y saca demasiadas canas. Sucede en todos lados. Nuestro problema es que a los sacrificios naturales del poder debemos añadirle una segura orden de arresto. Así, ¿quién quiere ser presidente, o ministro, o lo que sea?

Los noticiarios nos acaban de mostrar a dos ex presidentes siendo escoltados a su encierro. Es vergonzoso y alarmante que todos nuestros ex presidentes a partir de Abdalá han tenido órdenes de arresto. Más allá de que sean víctimas de persecuciones o de su propia sinvergüencería, la figura del presidente ha pasado de ser respetada a condenada.

Los extremos siempre son malos. El extremo con gobernantes infalibles e intocables nunca es bueno. Pero el extremo al que hemos llegado, en el que ser presidente viene acompañado de persecuciones garantizadas, es peor. Obviamente, se debe castigar siguiendo el debido proceso legal los actos deshonestos de quienes nos gobiernan. Pero, en nuestro país lo legal y lo justo ya perdieron su significado. Si los últimos años sirven de ejemplo, antes que pensar en la constituyente o la refundación de este hundido país, Palacio debería buscarse un buen abogado y un plan de escape.

¿Quién quiere ser presidente en el país de la prisión preventiva, la Corte inexistente y los jueces comprados? ¿Quién quiere entrar en política en la tierra donde todo depende de la voluntad de unos cuantos políticos poderosos?

Me asusta pensar en quienes sí quieren ser presidentes: o son muy valientes, o confunden el ¿quién quiere ser presidente? con ¿quién quiere ser millonario?, o tienen tanto dinero que esto de ser presidente suena divertido, o están algo locos.

Palacio se encontró con la presidencia que aspiraba en silencio. Hoy habla con frases serias e importantes. Que no pierda su tiempo. Conque ayude a que más gente preparada quiera entrar en política, habrá hecho mucho por el país. Conque en lugar de insistir en consultas y constituyentes que acabarán en más escándalos y letra muerta se concentre en asegurar una Corte con jueces independientes, preparados y honestos que permitan a su sucesor gobernar con tranquilidad, para algo habrá servido su estadía en Carondelet.

Mientras la persecución, la cárcel y el exilio acompañen los puestos públicos nadie que sea honesto y valga la pena querrá ocuparlos. El tiempo vuela y ya mismo votaremos por un nuevo gobernante. Si nada cambia, Palacio y sus sucesores pasarán a la creciente lista de exiliados que cometieron el grave delito de ser presidentes.

Bayly termina escribiendo “yo no quiero ser presidente /por todo eso y algo más: /porque ser el preferido de la mayoría /suele ser una vulgaridad”. Ya quisiéramos que acá los presidentes fueran los preferidos de la mayoría, como sucede en Colombia y otros países. Mientras se puedan seguir ordenando arrestos de un telefonazo, dudo que alcancemos buenos gobernantes.

¿Quién quiere ser presidente?, pregunta la profesora. Hoy se levantan pocas manos.

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