jueves, junio 19, 2008

Aprendiendo de Tim


La semana pasada murió Tim Russert, uno de los grandes del periodismo político. Cada domingo desde Washington, en su programa ‘Meet the Press’, Tim nos daba una lección de cómo entrevistar a profundidad a líderes, gobernantes y políticos, sin perder la cordialidad, respeto y sentido del humor. Quienes pasaban por su programa le temían tanto como lo respetaban. Sabían que él estaría preparado hasta el último detalle para hacer las preguntas precisas y más difíciles.

El candidato Barack Obama dijo sobre Tim Russert: “Me enseñó a ser un mejor servidor
público forzándome a contestar preguntas, incluso cuando estas eran incómodas”. Tan incómodas, que cuando le preguntaron a John McCain sobre sus experiencias en el programa ‘Meet the Press’, contestó que después de una entrevista le había dicho a Russert: “No me había divertido tanto desde mi último interrogatorio en el campo de prisión” (McCain fue prisionero de guerra en Vietnam durante cinco años y medio, siendo torturado en varias ocasiones).

Nuestros entrevistadores y canales de televisión pueden aprender mucho de Tim Russert y su programa. Pueden aprender de su nivel de preparación y de la inversión que hacen estos programas en investigar a profundidad los temas y los invitados.

Aquí poco se invierte. Con sus excepciones, nuestra televisión se limita a entrevistas improvisadas que basan su información en los titulares y rumores del día. Y claro, el pobre nivel de los políticos y funcionarios invitados tampoco ayuda al debate.


Así sucedió en la última entrevista al presidente Rafael Correa. Fue vergonzosa. Alfonso Espinosa de los Monteros y Tania Tinoco, respetados conductores de noticias, estuvieron muy lejos de ser buenos entrevistadores. Sufrí una mezcla de vergüenza ajena y rabia al ver desperdiciarse una oportunidad tan valiosa.

Rafael Correa dominó el encuentro. Jugó como local, con sus sonrisas irónicas y sus acusaciones de siempre. Los entrevistadores se limitaron a lanzar preguntas secundarias, cargadas de prejuicios y con escasos argumentos. Y el país se quedó con las ganas de escuchar explicaciones de su Presidente.

Fue una oportunidad perdida para exigirle a Correa que conteste las preguntas incómodas. Oportunidad para que dé explicaciones, y no las excusas y amagues de siempre, sobre las acusaciones de que su campaña recibió fondos de las FARC. Para que explique cómo puede burlarse del país desconociendo el estatuto que dice bien claro que cualquier reforma hecha por la Asamblea Constituyente solo entraría en vigencia con la aprobación en referéndum. Para debatirle con ejemplos y argumentos ese absurdo cuento de que estaremos mejor repartiendo nuestra pobreza antes que generando riqueza, o que regresando todo a manos de una burocracia estatal se solucionarán nuestros males. Para que responda por ese lavado de cerebros colectivo que su gobierno practica a base de un despilfarro publicitario. Oportunidad perdida. Requería preparación, investigación y valentía.

Correa dijo que salió decepcionado de la entrevista. Estoy de acuerdo. Pero no olvidemos que es el mismo Correa quien huye de otros entrevistadores dispuestos a confrontarlo con más fuerza.

Hasta eso, necesitamos canales de televisión y entrevistadores que entiendan el papel crucial que juegan como defensores de la democracia. Que inviertan en ello. Que aprendan de periodistas como Tim Russert. Nos deben esa entrevista frontal con el Presidente.

1 comentario:

observador dijo...

La estrategia de Correa en las entrevistas no es ninguna genialidad, simplemente aplica una actitud de mofa y descalificación ante el entrevistador.

Esa misma actitud la he visto aplicada por el zángano del barrio en discusiones sobre fútbol en cualquier esquina de Guayaquil, y parece que los entrevistadores no están preparados para una entrevista en esas condiciones.

Estoy seguro que con mayor preparación y mucho autocontrol, los entrevistadores pueden desnudar las falencias del Presidente que son muchas.