jueves, marzo 03, 2011

Para no olvidar


¿Cuánto dura una noticia sobre un escándalo político o una denuncia en este país? ¿Unos días? ¿Una, dos semanas? Y ahí muere. Impune. Semiolvidada. Reemplazada por una nueva bomba lanzada desde el micrófono de los sábados.

Cada semana, el Gobierno nos distrae con algo nuevo. Rafael Correa domina hábilmente la agenda de los medios y de nuestras discusiones políticas. Así han transcurrido ya cuatro años de gobierno en los que nos siguen despistando y vendiendo la idea de que esto recién comienza. Pasa el tiempo, y nos enfocamos más en lo que el Presidente dice que en lo que hace, o deja de hacer.

A veces el despiste parece voluntario. El Gobierno encuentra hábilmente temas secundarios con los cuales distraernos, ponernos a opinar y discutir. Por ejemplo, incluir en la consulta popular temas irrelevantes para el bienestar y seguridad en el país, como toros, gallos y casinos, pareciera una acción bien pensada para desviar nuestra atención.

Otras veces, en cambio, parece que les sale de forma espontánea. Correa dice algo, o se le ocurre alguna idea de última hora, y pone a hablar a todo el país. Por ejemplo, lo de los calefones este sábado. Dudo que Correa y sus asesores le hayan metido mucha cabeza a esta absurda idea de prohibir los calefones a gas. Imagino que alguien comentó el tema de pasada y Correa tomó la espontánea decisión, sin considerar consecuencias. De hecho, tres días después, Correa dijo que había que debatir más profundamente el tema. Primero prohíbe, después llama a debatirlo. Seguramente nunca se haga efectiva la prohibición cuando analicen su costo político y económico. Mientras tanto, evitan la decisión de fondo, la de acabar con el subsidio al gas o focalizar su uso. Pero el golpe mediático está dado. Calefones aparecen en noticiarios, diarios, y en este último párrafo.

Así, muchas veces los medios se dejan llevar por el último insulto o el nuevo absurdo salido del poder, y postergamos investigaciones y reportajes de fondo. Afortunadamente, no siempre.

La última edición de la revista Vanguardia, por ejemplo, ha publicado un reportaje de esos que molestan al poder. Con el titular ‘Impunidad: 8.000 denuncias en el limbo’, nos cuenta cómo leyes obsoletas, trabas, falta de fiscalización e intereses políticos han favorecido la impunidad.

El reportaje presenta una lista de varios casos y escándalos que han quedado impunes u olvidados, como si aquí no hubiera pasado nada. Casos que van desde los Pativideos, el Congreso de los Manteles, pasando por el comecheques del Ministerio de Deportes, al más reciente caso de los contratos de radio La Luna.

Estos medios y periodistas, que investigan, denuncian y van más allá, reciben generosos calificativos desde el Gobierno, como “sicarios de tinta” y “corruptos”. A estas alturas, un insulto venido del Gobierno es un reconocimiento al buen trabajo.

Es difícil desviarse de la cambiante agenda mediática que se maneja con habilidad desde Carondelet. Investigar a fondo le cuesta plata y posibles problemas a los medios. Pero es necesario en este país donde lo inmediato nos hace olvidar tan rápido lo de fondo.

Ese olvido solo contribuye a la impunidad. Los medios independientes del Gobierno pueden y deben ayudarnos a recordar.

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