jueves, junio 09, 2011

Incondicionales


Hace no muchos años salían en la televisión, ocupaban cargos públicos en gobiernos pasados, aparecían detrás de su líder. Fueron sus incondicionales. Hoy viven en grandes casas. Conducen carros de lujo. Siguen haciendo sus negocios. Pero su poder frente al Estado ha sido reemplazado por nuevos incondicionales.

Si los incondicionales de antes decían ser de derecha, los de hoy dicen ser de izquierda. Da igual. Son tan parecidos. Lo que importa es estar cerca del poder, ocupar un cargo importante, obtener grandes contratos, ser parte del reparto de la torta. Para eso nada mejor que este nuevo socialismo, con un Estado metido en todo, manejándolo todo, repartiendo fondos ilimitados por todos lados, contratando a dedo, despilfarrando sin control ni fiscalización.

A varios incondicionales les suele ir mal antes de ser parte de un gobierno. Tienen deudas, negocios fracasados, periodos de desempleo. Pero su militancia en el gobierno cambia eso de inmediato. Se vuelven exitosos, con nuevos negocios, grandes casas y sus hijos estudiando en el extranjero. Cosa extraña para los que ocupan cargos públicos, pues no deberían tener otro ingreso que su sueldo. Pero ellos saben hacerlo rendir. Y multiplicarlo con nuevas empresas, socios y jugosos contratos con el Estado.

El incondicional no cuestiona. Sabe decir siempre sí al jefe. Sale a defenderlo ante las cámaras, en cocteles y frente a sus amigos. Dice ser un convencido de las políticas del líder. Apoya incluso sus abusos o se hace de la vista gorda cuando estos ocurren.

Si antes era periodista y defendía la libertad de expresión, hoy ataca y busca callar a los medios siguiendo el estilo de su jefe.

Si el jefe pide otra cadena nacional para atacar, los incondicionales la producen al instante. No importa el abuso y despilfarro de fondos públicos. No importa que las cadenas deban usarse de manera excepcional. Los incondicionales arremeten con todo. Desprestigian, tergiversan la verdad, manipulan.

Si el jefe necesita apoyar una nueva ley, los incondicionales asambleístas votan sin cuestionar. No tienen problema en defender públicamente ideas con las que están en desacuerdo. Que todo sea por el jefe, por el proyecto, por el acceso al poder.

Si el gobierno necesita desempolvar un caso ya juzgado para atacar a un medio de comunicación, sus incondicionales dirán que no buscan perseguir ni perjudicar a nadie. Que esto es un tema técnico y jurídico. Que solo quieren hacer justicia y recuperar fondos para el Estado. Un buen incondicional sabe mentir y repetir el mensaje presidencial.

Los abusos nunca son obra de una sola persona. El jefe de un gobierno no puede hacerlo todo. Necesita a su equipo de incondicionales que no cuestionen, que actúen, que lo protejan. Gente leal que ejecute sus órdenes. Gente dispuesta a todo.

Pasará el tiempo, pasará el gobierno. Algunos incondicionales tendrán problemas, enfrentarán juicios, huirán, se refugiarán en el extranjero. Al final, tranzarán su libertad, regresarán y siempre encontrarán algún bolsillo interesado en recibirlos. Y los veremos en sus grandes casas y carros de lujo, mientras nuevos incondicionales ocupan sus puestos. Su número y poder dependerá del tamaño y disponibilidad de la torta pública, que hoy es más grande que nunca.

2 comentarios:

Carlitox dijo...

Y tú, de quién eres incondicional?

Anónimo dijo...

Ser incondicional en la vida práctica no es necesariamente malo. De hecho, personas con muy elevada calidad ética sólo puede seguir sus preceptos (equivocados o no)hasta las ultimas instancias. En Política las cosas nunca han sido tan nobles. La "Corte del Rey" de turno caera, más temprano que tarde. Nosotros el pueblo estaremos allí, como lo hemos estado siempre.