lunes, abril 01, 2019

¿No puede ser?


Un estruendoso y desesperado grito de “no puede ser, noooooo”, se escapó por las ventanas de las casas, se filtró por las redes sociales y se escuchó por todo el país. Esa noche de domingo, revisamos atentos nuestros celulares mientras los canales de televisión, que en un pasado no muy lejano informaban resultados electorales, transmitían el Pájaro Loco y Shrek. El grito fue tan fuerte, sobre todo en Quito, que llegó hasta la última esquina de Guamote, donde su flamante alcalde electo seguro festejaba con un merecido bailecito de tecno-folklore andino.

Los rumores, los cálculos, los chismes vaticinaban el peor de los escenarios imaginables para este país que intenta levantarse: el resurgir del nefasto correísmo. Que si Correa se lleva el Consejo de Participación Ciudadana, que si gana el correísmo, que el loco del ático está vivito, que está listo para volver, que esto y lo otro. La ley seca no impidió que el lunes amanezcamos con un terrible chuchaqui postelectoral colectivo.

Pero ahora que, una semana después, el polvo de los rumores y las especulaciones se ha asentado, podemos ver tranquilos nuestra realidad y actualidad política. Podemos entender la verdadera situación del correísmo que tanto preocupa. Y la realidad es que Correa no ganó gran cosa en estas elecciones y más bien continúa su descenso en la política ecuatoriana. No ganó en la elección del CPCCS (metió 2 delegados en ese organismo supuestamente apolítico), mientras un contundente 45% de los votantes mostró su rechazo con sus nulos y blancos. Tampoco ganó gran cosa en alcaldías o prefecturas. La realidad es que el correísmo está más débil que nunca, obteniendo menos votos y dignidades que en cualquier elección pasada.

Lo que sí ocurrió es que hasta ese domingo de elecciones estuvimos muy equivocados. Pensamos que los fans del loco del ático habían desaparecido mágicamente del mapa político del país. Las encuestas así lo mostraban, tal vez distorsionadas por el nuevo voto vergonzoso. Por eso nos sorprendió ver al correísmo ganando con las justas la Prefectura de Manabí (donde siempre han barrido) y la de Pichincha, o alcanzando el segundo lugar en la Prefectura del Guayas y en la Alcaldía de Quito.

Pensamos que esa lista 5 ni asomaría. Pero tenía que asomar. Diez años de despilfarro, populismo paternalista y lavado colectivo de cerebros no pasan en vano. No van a cambiar de un día para otro sus preferencias políticas todos aquellos que se sintieron beneficiados por el gasto alegre del correísmo o quienes terminaron convencidos de lo que les repetían en cada transmisión de fútbol, cada eterna sabatina, cada programa interrumpido por una nueva cadena nacional.

Si la justicia hace lo suyo no debemos preocuparnos de Correa y gran parte de sus funcionarios. Un gobierno con tanta corrupción, despilfarro y abuso de poder no puede quedar impune. Pero mientras haya espacio para el populismo, y sus primos hermanos el proteccionismo y nacionalismo, habrá espacio para políticos como Correa.

El correísmo no ha ganado nada especial en estas elecciones. Pero tampoco podemos festejar, bailando como Delfín Quishpe, pensando que el peligro verdeflex ha desaparecido. Sigue presente hasta que en las próximas elecciones probemos lo contrario.


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