lunes, noviembre 18, 2019

Días extraños


Estos son días extraños para el país. Vivimos en una tensa calma política. Poco pasa. Y mucho puede pasar.

La violencia y el caos político se multiplican a nuestro alrededor. Las imágenes llegan sin filtro y en tiempo real a nuestras pantallas. Vemos otro edificio arder en Chile en manos de criminales manifestantes; vemos a argentinos votar por el regreso de la corrupción y el estatismo; vemos en Bolivia huir a un presidente ilegítimo que intentó, como tantos otros, aferrarse al poder; vemos a líderes indígenas ecuatorianos amenazar con volver a levantarse y caotizar el país si no se hace lo que ellos piden, si no se atienden sus berrinches.

La amenaza del caos está aquí, latente, cercana, a pesar de la aparente calma. Ya vivimos días de tensión, violencia y destrucción. Y sabemos que nada garantiza que esa situación no se repita. Nuestros días avanzan sabiendo que la tranquilidad de hoy puede cambiar repentinamente mañana. El gobierno amaga con cambiar las cosas mientras sigue haciendo lo mismo de siempre. Los líderes indígenas y de “grupos sociales” esperan alguna nueva medida del gobierno que les sirva de excusa para entrar a la cancha, generar caos y lograr el protagonismo que alimente su vanidad y aspiraciones políticas.

Y mientras esto ocurre, a pesar de los problemas, las empresas siguen avanzando e innovando para facilitar nuestras vidas con nuevos servicios, productos, tecnologías. Pequeños y grandes empresarios, emprendedores y profesionales siguen haciendo su trabajo, produciendo, ganándose su pan legítimamente.

Por eso, algo anda mal cuando los protagonistas de la historia de un país son quienes tanto daño hacen y no los empresarios y profesionales a quienes les debemos todos los avances. Algo anda mal cuando quienes producen, generan empleo, pagan impuestos, ganan dinero honestamente, deben responder y doblegarse frente a políticos y grupos dizque sociales expertos en destruir, atacar y tomar lo que no es suyo. Algo anda mal cuando la principal preocupación de nuestro gobierno es cómo sacarles más plata a los empresarios para pagar su despilfarro, en lugar de cómo ayudarlos para que crezcan, produzcan y vendan más.

El progreso, los avances científicos, los empleos, el bienestar en nuestras sociedades se los debemos, al final del día, a nuestro sector privado. El atraso, corrupción, despilfarro, pobreza y desempleo en nuestras sociedades se los debemos, casi siempre, a nuestros políticos y grupos que viven del Estado. A pesar de ello, estos últimos siguen decidiendo por el resto, metiendo trabas, haciendo y deshaciendo a su antojo, mientras el sector privado está en segundo plano y debe pedir permiso a los políticos para trabajar.

Por eso hay que desconfiar y rechazar a políticos que insisten en dar mayor poder y protagonismo a un Estado todólogo, gordo y metiche, mientras atacan a empresarios y al sector privado. Solo con menos Estado, menos plata en manos de nuestros políticos, y un mayor enfoque en impulsar la iniciativa privada, podremos salir de esta situación.

Pero aquí seguimos, con unos pocos políticos y aspirantes a políticos, marcando la agenda de todo el país y frenando a un sector empresarial ya bastante golpeado. Seguimos con estos días raros, que se vuelven cada vez más normales. 


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