jueves, septiembre 14, 2006

¿Dónde estabas?

Hay días, hay momentos, hay instantes que nunca se olvidan. En diez, veinte, cuarenta años recordaremos el lugar exacto donde estábamos la mañana de septiembre cuando dos aviones se estrellaban contra las Torres Gemelas. Recordaremos esa llamada avisándonos que encendamos la televisión. Recordaremos dónde y con quién estábamos mientras veíamos las imágenes, sin poder creerlo, de lo que estaba pasando.

¿Dónde estabas cuando el hombre pisó la Luna?, le pregunta mi generación a nuestros padres. ¿Dónde estabas cuándo se derrumbaron las Torres Gemelas?, preguntarán nuestros hijos a mi generación. Mejor no sacar conclusiones de la diferencia entre estas preguntas sobre el mundo que vivimos.


Yo estaba en Nueva York. Tenía dos semanas de haber llegado a esa ciudad. Ese día, a esa hora, iniciaba una clase de economía en la universidad, varias calles arriba del World Trade Center. Alguien entró a nuestra clase con la noticia. Un avión se acababa de estrellar contra una de las torres. Salimos a ver lo que pasaba en la televisión de la sala de reunión de estudiantes. Luego vino el otro avión. Y las imágenes de las torres cayendo. Recuerdo a varios estudiantes llorando mientras intentaban comunicarse con amigos o familiares que trabajaban en las Torres Gemelas. Recuerdo las caras, nuestras caras, de horror.

Esa noche al salir de la universidad, la ciudad caminaba a otro ritmo. Los taxistas no pitaban en las calles, en el metro todos se miraban en silencio, adivinando los pensamientos en todas las cabezas. Los días siguientes, las paradas de bus estaban llenas de fotos de los desaparecidos con mensajes que dejaban sus familiares angustiados. Todos sabíamos que no había nada que hacer. No quedaba nada ni nadie que rescatar.

Ese fin de semana los bares estuvieron vacíos. No provocaba brindar por nada. Pero la vida continúa y la ciudad volvía poco a poco a la normalidad. Las clases, el trabajo, la música, los taxistas pitando, y la vida neoyorquina a mil por hora regresaban. No hay pena que dure para siempre. Esta no era la excepción.

Cinco años después, lo más triste es que las muertes y la tragedia del 11 de septiembre son pequeñas frente a la tragedia que se vive en Iraq, que nada tuvo que ver con los atentados. Bush tuvo en sus manos la oportunidad de oro de unir al mundo. La mañana del 12 de septiembre ciudades y periódicos en todo el planeta se unían a la frase “todos somos norteamericanos”. El mundo entero se unía a Estados Unidos y sus ideales de libertad y democracia. Pero pocos meses después el mundo rechazaba las acciones de Bush. En lugar de aprovechar el momento histórico de unir al planeta detrás de todo lo bueno que representa Estados Unidos, dividió al planeta tratando de justificar una invasión a Iraq. Chávez, Fidel y todos quienes representan el atraso en Latinoamérica se lo agradecen profundamente a Bush. Las acciones del Presidente tejano hicieron más fuerte la causa de los gobiernos que caminan para atrás. Cayó Hussein, que nada tenía que ver, en lugar de Ben Laden, que anda por ahí campante. Siguieron otros atentados. Y el mundo no se siente más seguro.

Esa mañana de Nueva York marcará de cierta forma nuestra generación. ¿Dónde estabas? ¿Qué sentías? Esperemos que no haya más días similares que recordar. Pero dudamos de que las políticas de Bush ayuden a lograrlo.

1 comentario:

enriko dijo...

Increible tu pagina, felicitaciones por tu trabajo.