jueves, junio 07, 2007

‘Edukadores’


El otro día vi la película alemana Los Edukadores. Me hizo pensar sobre la ideología predominante en este Gobierno y muchos actores políticos del país. La película nos presenta a tres jóvenes idealistas y revolucionarios, enojados con el capitalismo y los lujos, que se hacen llamar los Edukadores.

Estos jóvenes aplican un original método para expresar su descontento y así “educar” a los ricos: entran a sus mansiones, ponen todo patas arriba –el equipo de música dentro del refrigerador, el sofá en la piscina, etcétera– y dejan una nota para cuando regresen los dueños de casa que dice: “Sus días de abundancia están contados.” Los Edukadores no roban nada. Solo se aseguran de que las familias ricas vivan intranquilas sabiendo que alguien las está viendo y juzgando.

Es fácil simpatizar con estos personajes. Sus acciones se inspiran en un idealismo que busca un mundo con menos injusticias. El problema es que el enemigo en quienes enfocan su rabia es el equivocado: combaten la riqueza cuando deberían combatir la pobreza.

Muchos aprobarían el discurso de los Edukadores: los problemas del mundo son culpa del capitalismo, de las grandes corporaciones, de una minoría llena de lujos, etcétera. Es un discurso que suena revolucionario, pero que no conduce a soluciones. Transita una delgada línea entre la conciencia social y el resentimiento, donde el deseo de un mundo con menos pobreza se mezcla con un resentimiento hacia las personas con éxito económico. Es un discurso que se concentra más en atacar y ridiculizar al rico, que en ayudar y motivar al pobre a alcanzar éxito y bienestar económico. Que busca males en el sector privado y productivo antes que en las prácticas corruptas de entes públicos e improductivos.

Lo irónico es que para los personajes de la película que viven en la próspera Alemania de hoy, la pobreza del mundo es solo una idea, algo que conocen por internet. Vistos desde una perspectiva global, estos tres jóvenes de clase media que se quejan de la riqueza de otros, viven vidas de ricos en comparación a lo que se vive en países pobres. Tienen seguridad, salud, educación, comida en la mesa, transporte, apartamento con electricidad y agua caliente. Viven el bienestar económico y no sufren en carne propia la pobreza justamente porque son parte de una sociedad capitalista, libre, y con poca corrupción. No hay sociedad ni sistema perfecto, pero el que ellos viven –y critican– se acerca más a ello.

El idealismo juvenil, como el de los personajes de la película, es vital para una sociedad. Debemos cultivarlo y fomentarlo. La actitud de nuestro Presidente ha reflejado mucho de ese idealismo. Y eso es bueno. Lo importante es que lo canalice constructivamente.

Esas ganas por acabar con las injusticias y la pobreza que ha demostrado este Gobierno darán buenos resultados mientras fomenten en los ecuatorianos el deseo por el éxito y el bienestar económico, no lo contrario. Mientras el Gobierno haga del éxito económico un objetivo a seguir, no a tumbar. Y sobre todo, mientras brinde las facilidades y contagie en los ecuatorianos las ganas de trabajar duro para ser todos más prósperos, en lugar de motivarnos a esperar acostados en una hamaca que el Estado nos alimente en la mano.

1 comentario:

Kojudo Mayor dijo...

Don Ignacio,

Muy cierto lo que usted dice: no hay que combatir al rico sino a la pobreza. Apelar a los bajos instintos y al resentimiento social de clases no es la actitud adecuada. No debemos apuntar nuestras armas a los ricos o a la riqueza, sino a combatir la pobreza. Sin embargo, los sistemas capitalistas, neoliberales por su propia naturaleza, no contribuyen a disminuir la pobreza, solo facilitan el engrandecimiento de la riqueza y de quienes la poseen. En sistemas capitalistas, el individualismo es la base y la esencia de los mismos. El egoísmo es lo que mueve al capitalismo, y por ende, la avaricia, la mezquindad son sus expresiones naturales. Cierto es que se defiende la libertad, pero también se aboga por el quemeimportismo... o como le dije a un admirador suyo de tinte radical, militante, irónicamente pobretón, de las huestes ultra derechistas, el neoliberalismo es la “teología” del “amiquechuchismo” (me disculpa la expresión). Me explico: en el sistema neoliberal, se pregona que todos son libres de optar por hacer o no negocios y que de esta manera, el mas apto sobrevive. Los humanos hemos superado el nivel animal en donde las reglas de la selva se pueden aplicar: “survival of the fittest” no puede ser la premisa a seguir. La solidaridad, una cualidad netamente humana-racional y evidencia de la evolución de la especie humana, (no instintiva como el egoísmo) no encuentra cabida en el sistema neoliberal. La limosna, la dádiva, la lástima ocupan su lugar. Aunque según su admirador, todos nacemos esencialmente “pobres” pues, según este personaje, nacemos sin posesiones, bienes ni riquezas, lo cierto, es que las circunstancias en las que cada uno de nosotros nacemos son diferentes, pues quienes han conformado el hogar que nos acogerá, han forjado o no un patrimonio. Ahí radica la diferencia, no todos nacen rodeados de patrimonio, y no todos tienen la suerte de que sus progenitores hayan tenido acceso a todo lo que otros progenitores si: educación, salud, trabajo, seguridad, estabilidad. Entonces, si el capitalista perfecto se ocupa de sus “business” y no se mete con nadie, esperando así mismo, que nadie se meta con él, el resultado es que esta persona no se preocupe por nadie mas que si misma. Dado que no todos nacen en igualdad de condiciones, es imposible esperar que las leyes del libre mercado se puedan aplicar. ¿Por qué? Porque la teoría pura del libre mercado parte de la presunción de que todos son iguales y tienen las mismas oportunidades para competir y así cada uno llegar mas o menos alto. Cuando la responsabilidad social es tomada en cuenta, es imposible ser partidario del neoliberalismo. Tampoco se puede ser partidario del comunismo o socialismo. Cuando se cree que aquellos que han nacido y viven en desventaja económica, social, cultural, educacional, sanitaria, habitacional, etc, merecen que alguien intervenga por ellos para que puedan “igualarse” a los mas afortunados y entonces ahí si competir, solo ahí se puede entender la necesidad de que haya un estado que, a través de regulaciones, leyes e impuestos, propende el bienestar de todos. Eso no significa paternalismo, pues no hay peor cosa que regalar las cosas. La gente tiene que aprended a apreciar lo que reciben-obtienen. Tenemos que enseñar a pescar, no a regalar los peces. Pero alguien tiene que facilitar este proceso, y para ello, se debe procurar que todos satisfagan las necesidades básicas para dar paso a otras mas complejas luego, como son el libre mercado y sus reglas.

Este ha sido, a vuelo de pájaro, un breve repaso del porque el capitalismo tampoco es una opción justa o valedera para combatir la pobreza.