sábado, septiembre 20, 2008

Estamos gordos

En Wall-E, la última película de los estudios Pixar, los seres humanos son una raza de obesos que apenas pueden levantar su propio peso. Ni siquiera caminan. Se la pasan sentadotes comiendo, viendo televisión y hablando por celular en unas sillas flotantes que los transportan a cualquier lugar. Su vida es como un eterno domingo, de esos echados en el sofá frente al televisor comiendo papitas artificiales.

En la película es el año 2815. Un futuro bastante lejano. No creo que lleguemos a ese extremo de comodidad, reemplazando nuestras piernas por una silla voladora. Pero viendo como avanzan nuestras vidas modernas hipnotizados frente a monitores y pantallas planas, como que nos acercamos bastante rápido a ese estado de inmovilidad que imaginan los creativos de Pixar.

Lo digo con conocimiento de causa. Yo, que en un pasado no muy lejano no dejaba pasar ni un día sin hacer algún deporte, hoy estoy adolorido del “ejercicio” que hice ayer. Me duelen los brazos. Me duele la espalda. Me duelen los hombros. Fue toda una jornada deportiva: tenis, box, cien metros planos, cien metros con obstáculos, y hasta una carrera en la que tenía que esquivar trampas mortales y bolas de fuego.

Sí, con mucha vergüenza, debo confesar que me duele mi cuerpo por haber jugado Wii. Mi diaria inmovilidad frente al computador ha alcanzado niveles tan tristes que mi ejercicio de esta semana se ha limitado a un duelo virtual contra mi sobrino, moviendo como idiota un control remoto frente al televisor. Sintiéndome todo un Rafa Nadal, mientras mi muñequito –que se ve igualito a mi— gana partidos con un forhand envidiable y un saque imparable. Jurándome tan atleta como Jefferson mientras corro a toda velocidad por la pista, moviendo el control con mis muñecas, arriba y abajo, arriba y abajo. Los músculos se me tensan. Creo que me viene un calambre.

Toda una tarde frente al televisor jugando Wii, ese mágico invento de Nintendo que ha hecho levantar del sofá hasta al gringuito más obeso, ha sido suficiente para entender que necesito hacer más ejercicio. Tendré que inventarme alguna historia más interesante mañana cuando en el trabajo me vean caminar encorvado agarrándome la espalda. Diré que correr esa media maratón me dejó molido. O que cuatro horas de un partido de tenis pueden ser agotadoras. ¿Pero Wii? ¡Qué decepción! Mi profesor de gimnasia del colegio estaría avergonzado de ese alumno deportista que alguna vez tuvo. De castigo me mandaría atravesar la cancha haciendo sapitos.

Veo las barrigas de mis amigos y se que no estoy solo en este mundo de inactivos. Hasta hace no mucho jugábamos fútbol, tenis, corríamos de un lado para otro. Hoy nuestras panzas delatan partidos de menos y cervezas de más. Nos miramos y nos juramos que esto es temporal. Que el lunes empezamos gimnasio. Nos citamos para jugar tenis el próximo sábado. Armamos la alineación de ese equipo que nunca más pisará la cancha. Estamos gordos. Jóvenes aun, pero gordos. Y a mi me duele el cuerpo por jugar un jueguito de videos.

Ahora el Wii ha sacado una plataforma sobre la que te paras y puedes hacer rutinas de aeróbicos y ejercicios siguiendo las instrucciones de un instructor virtual. Lo que parecía increíble está ocurriendo: videojuegos que te hacen quemar calorías en lugar de acumularlas.

Pero eso tendrá que esperar. Todavía me duelo el cuerpo. Y debo cuidar mis muñecas para la revancha.


* Publicado en revista SOHO de septiembre

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