jueves, marzo 26, 2009

Buques en el mar

Estoy trotando por el malecón de Salinas. Cuatro buques militares me interrumpen el azul del mar. Descansan grises y pesados frente a la playa. Me pregunto: ¿los necesitamos?

Lo militar acompaña nuestras vidas. Desde la escuela marchábamos como pequeños soldados con el izquier, dos, tres, cuatro. A los 18 debimos presentarnos para que nos examinaran y nos entregaran un carné. Los jóvenes de hoy al menos se ahorrarán ese trámite. Si algo bueno dejó la Asamblea Constituyente –al menos una cosa– fue terminar con la ridiculez del servicio militar obligatorio.

Los militares reaparecen por diversos motivos. A veces los vemos junto al presidente de turno en las graderías de sus desfiles donde hacemos alarde de todo el dinero gastado en tanques y aviones. A veces aparecen como “garantes de nuestra democracia” decidiendo quién se queda o quién se va de Carondelet.

El mundo está acostumbrado a la presencia militar. Vemos casi normal que se despilfarre el dinero de países chiquitos y pobres como el nuestro en aviones que nunca irán a una guerra, en buques que jamás enfrentarán un enemigo, en fusiles que se dispararán solo en simulacros. Y nuestros gobernantes, que necesitan el apoyo de las fuerzas armadas, aprenden desde el primer día a mantenerlas contentas gastando nuestra plata en ellas.

Se puede entender que las grandes potencias tengan grandes ejércitos. Les toca. Pero países como el nuestro, ¿necesitamos grandes ejércitos y tanto armamento para pelear con enemigos que no tenemos? Perú no es nuestro enemigo. Firmamos la paz con el Perú y acabamos con ese absurdo conflicto. Colombia no es nuestro enemigo, aunque Correa diga lo contrario.

Esa postura presidencial de hacer del gobierno colombiano nuestro enemigo –más que a las FARC– solo sirve para justificar un mayor gasto militar. Nada como crear un enemigo externo para botar plata en más armamento.

En Latinoamérica somos tan parecidos. Somos la misma gente. Y sin embargo nos continuamos armando hasta los dientes. ¿Será porque nos tenemos real desconfianza? ¿O será porque hay que mantener la idea del peligro latente para justificar más bases, aviones y armamento? Latinoamérica arma ejércitos para jugar a la guerra entre países vecinos, cuando en realidad el peligro es interno.

Sin duda las Fuerzas Armadas nos han enorgullecido muchas veces. Les debemos respeto por protegernos. Pero yo me sentiré más seguro como ecuatoriano el día que nos ocupemos mucho más de la seguridad interna que de supuestas amenazas externas. El real peligro está aquí entre nosotros, en la delincuencia en las calles, sin importar la nacionalidad del criminal. Ahí debe estar el enfoque del gasto en seguridad. Esa delincuencia se combate con una Policía profesional y bien equipada. Se combate con más educación. Y eso cuesta plata, tantas veces desperdiciada en gastos militares innecesarios.

Sigo trotando, ahora en Chipipe. La calle continúa pero no puedo avanzar. Ahí está, inmensa y desperdiciada, la Base Naval de Salinas. ¿Qué misión real cumple esa base para nuestra seguridad? Doy media vuelta y continúo mi camino, mientras sueño que un día ese espacio de pocos será de todos. Que un día tendremos un gobierno con la decisión para iniciar el verdadero cambio hacia un Ecuador más seguro donde lo militar pase desapercibido.

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