jueves, febrero 10, 2011

Espejos en Carondelet


¿Se va quedando solo Rafael Correa?

Todavía tiene muchos fieles e incondicionales seguidores en su Gobierno, en la Asamblea y en otros espacios de poder. Colaboradores que aún creen en el proyecto, o en lo que su presidente Correa diga que es el proyecto. Funcionarios que saben que apoyarlo es buen negocio, que viven los beneficios de tener un puesto público en el círculo reciclable, donde sin importar su rendimiento y resultados, tendrán trabajo y sueldo asegurados.

Además de sus colaboradores, Correa tiene a millones de ecuatorianos que lo apoyan. Ecuatorianos que viven mejoras en su vida gracias a la obra social que el gran gasto público ha logrado. Gente que agradece a Correa el bono que reciben, la carretera reconstruida, el hospital remodelado, la casa nueva, el contrato con el Estado, el puesto público para el familiar desempleado. Personas que nunca olvidarán que Correa fue el primer presidente en visitar su pueblo. Y lo siguen también otros muchos que, aunque no sienten un cambio en sus vidas, compran la millonaria campaña publicitaria con la que este Gobierno vende ilusiones y ataca opositores.

Correa conserva un gran apoyo popular y vive rodeado de partidarios. No está solo. ¿O lo está? A pesar de la multitud a su lado, parece caminar cada vez más solitario. Lo van dejando los miembros de su equipo cercano, con quienes todo empezó, en quienes se apoyaba. Al “más ferviente acostista” lo dejó su querido Alberto, que entendió antes que el resto que con Correa el proyecto democrático que soñaron dejaría de serlo. Otros partidarios cercanos y respetados se han hecho a un lado. Su propio hermano es su opositor. Van quedando pocos que le digan de frente lo que piensan. Que le hagan ver la realidad, sus errores, sus abusos. Pocos con quienes hablar de verdad.

Eso preocupa. Un presidente rodeado de aduladores que a todo dicen que sí, solo se elevará aún más sobre el bien y el mal, sin planes de aterrizar.

Ya estamos viviendo las consecuencias. La convocatoria a una consulta popular, sin fundamentos y con preguntas absurdas, muestra poca discusión, debate y consenso entre sus asesores, y mucha imposición a funcionarios que acatan la decisión del jefe. No es coincidencia que opositores y partidarios critiquen la consulta. ¿Alguien le ha explicado a Correa su error? ¿Alguien le muestra la validez de las críticas?

No es el primero ni será el último mandatario que con la excusa de tener un gran respaldo popular, se cree con el derecho a imponerse, más allá de la legalidad o simple coherencia de sus decisiones.

La soledad no le conviene a Correa. No le conviene al país. Alguien debe decirle las cosas de frente. ¿Escuchará al menos una voz sincera que le ahorre papelones y nos ahorre más abusos y divisiones? No tendríamos el falso golpe del 30 de septiembre ni hablaríamos de la consulta con un presidente bien asesorado y dispuesto a escuchar.

Se puede estar muy solo rodeado de aduladores y millones de seguidores. A falta de consejeros, que al menos cuelguen espejos en Carondelet. Tal vez le sirva de algo ver su reflejo humano.

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