lunes, julio 03, 2017

Enemigos íntimos

Se escuchan las apuestas por todos lados. La duda dejó de ser si se distanciarán. La apuesta es cuándo sucederá. En qué momento Correa se convertirá en el principal opositor de este Gobierno.

Desde su discurso de posesión Lenín ha sido, a su manera, crítico del gobierno de Correa. Si Rafael era el gran insultador, siempre echando lodo a cualquier crítico u opositor, Lenín busca posicionarse como el conciliador, que acerca a la oposición, que da la bienvenida a las críticas. Si Correa era la cabeza de un gobierno plagado de escandalosos casos de corrupción y de una impunidad vergonzosa, Lenín busca desmarcarse de esa corrupción, permitiendo que en su gobierno ocurra lo que en diez años de correísmo casi no vimos: que los corruptos enfrenten la justicia. Si Correa era el líder omnipresente en cadenas, sabatinas y en cada espacio de nuestras vidas, Lenín mantiene un perfil bajo.

Lenín juega el difícil juego de posicionarse como el anti-Correa al mismo tiempo que declara su amistad y admiración por el expresidente. En cada gesto y declaración, Lenín levanta una crítica al correísmo. Sus reuniones con alcaldes y políticos de oposición son una crítica a la política de división y confrontación del correísmo. La decisión de eliminar sabatinas y no colgar su retrato en oficinas públicas se ve como un rechazo a la vanidad correísta. Los casos de corrupción que se van destapando son una crítica a la impunidad del régimen pasado.

El legado del correísmo poco a poco se va aclarando, resumido en palabras como corrupción, despilfarro, elefantes blancos, censura y más corrupción. Ahora, a pesar de que tantas veces ofreció que se alejaría de la política para descansar del país y que descansemos de él, Correa sigue presente. Extraña el poder. Continúa vendiendo humo. Con una gran diferencia: antes lo hacía desde los parlantes gigantes de su poder mediático. Hoy, solo una minoría lee sus desesperados tuits. Ya no hay sabatinas, cadenas, publicidad y monólogos disfrazados de entrevistas para vender fantasías.

Lenín ha logrado desmarcarse de los abusos del correísmo durante sus primeros dos meses en el poder, pero sigue siendo un misterio si traerá cambios de fondo. No es difícil aparecer como un presidente decente y coherente después de diez años de Correa. No hay gran mérito en eso. El reto será pasar de cambios simbólicos a reales. Por ejemplo, asegurando una elemental libertad y estabilidad que facilite el emprendimiento y la generación de empleo en lugar de las restricciones, trabas y exagerados controles con los que el correísmo ahuyentó inversiones y exprimió empleos y empresas. Por ejemplo, poniendo a las personas, no al Gobierno, en el centro de las políticas públicas. Por ejemplo, asumiendo el hecho de que el problema económico de fondo se resuelve limitando el gasto público, no restringiendo importaciones o con más impuestos que encarecen la vida de todos.


Si Lenín escoge el camino del respeto, la transparencia, la lucha contra la corrupción, la libre empresa; en fin, un camino coherente y decente contrario al de Correa, inevitablemente aumentará la furia ex presidencial y en poco tiempo lo tendrá de opositor. Es el camino complicado. Pero el único que traería oportunidades y cambios. Las apuestas siguen abiertas.


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