lunes, julio 15, 2019

De igual a igual como Carapaz


Dejamos Unasur, ese bloque retrógrado de la región, dejamos su elefante blanco, dejamos los discursos embarrados de socialismo. Y ahora, estamos cerca del bloque pragmático y racional, la Alianza del Pacífico. Finalmente, abandonaríamos el aislamiento y el proteccionismo para apostarle a la apertura comercial e integrarnos al mundo.

Deberían ser obvios los beneficios de la integración comercial. Todos ganamos al comprar productos más baratos, libres de aranceles y al poder vender nuestros productos a un gran mercado regional. Pero ciertos empresarios locales, acostumbrados a vivir de la protección y privilegios del Estado, insisten en mantenernos aislados del mundo, en perpetuar nuestra nociva tradición nacionalista.

Luego de la noticia de que Ecuador se incorporaría este año a la Alianza del Pacífico junto con Perú, Chile, Colombia y México, se publicó un comunicado de la Cámara de Pequeña y Mediana Empresa de Pichincha, la Cámara de la Industria Automotriz Ecuatoriana y la Federación Ecuatoriana de Industrias de Metal mostrando su preocupación. Ahí indican que este acuerdo comercial pone en riesgo miles de empleos de sus industrias, profundizaría el déficit comercial, aumentaría la salida de divisas y pondría en riesgo la dolarización. Todo un combo de esos cucos que durante diez años le escuchamos a Correa.

Se entiende la preocupación de ciertas industrias que no podrán competir con sus pares de los otros países una vez que se retiren aranceles. Pero no podemos seguir perjudicando a millones de consumidores para favorecer unas pocas industrias protegidas. No podemos desaprovechar ese gran mercado de potenciales consumidores de nuestros productos. No podemos seguir postergando el desarrollo de todo un país por mantener a un pequeño sector industrial incapaz de competir.

Con la Alianza del Pacífico y la apertura comercial seguramente desaparecerán algunas empresas hoy protegidas. Sobrevivirán las más fuertes, las más eficientes y modernas. Tendremos que concentrarnos en lo que hacemos bien, en los sectores donde sí somos competitivos.

Con la apertura comercial no queda más que competir. Se acaban privilegios y toca ponerse a trabajar de verdad. Al final nos beneficiamos todos al poder elegir mejores productos de cualquier lugar del mundo, al mejor precio.

Cuando nuestra selección sub-20 gana en el Mundial o vemos a Richard Carapaz en el podio se nos infla el pecho y gritamos que sí se puede, que podemos competir con cualquiera. A nadie se le ocurre pedir condiciones especiales para nuestros deportistas por ser ecuatorianos. Pero cuando nos toca competir en el mercado internacional ahí sí lloramos para que nos protejan. Ahí ya no nos gusta eso de competir de igual a igual.

Ahora que estamos en la onda del acuerdo nacional, pongámonos de acuerdo en renunciar para siempre al proteccionismo, en ser un país abierto, libre y competitivo. Así como con la dolarización se acabó para siempre la posibilidad de que un populista encienda la máquina de imprimir billetes, debemos blindarnos de cualquier arancel creado dizque para proteger la industria nacional.

Lenín Moreno resumió bien en un tuit lo que significa la Alianza del Pacífico: “Más mercados internacionales para pequeños y medianos productores, más oportunidades de inversión y comercio; es decir, más empleo y trabajo para los ecuatorianos”. Esa es.


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