lunes, agosto 19, 2019

Para no llorar como Argentina


Los resultados en las primarias argentinas reviven al fantasma del socialismo del siglo XXI, el populismo y la corrupción descarada en la región. Muchos señalan el gradualismo adoptado por el gobierno de Macri como el gran culpable.

El argumento es que Macri, en lugar de enfrentar los errores y horrores del kirchnerismo y hacer los cambios necesarios, ha sido muy tibio en sus políticas económicas, no redujo el gigante tamaño del Estado, ni el déficit fiscal. En fin, no se atrevió a ser el presidente que debía ser y ahora está pagando por su falta de decisión.

Difícil comprender la causa de fondo. La política no siempre hace sentido. Juegan más las emociones, pasiones y percepciones que la razón. Es difícil entender cómo la gente puede votar a favor de Cristina Fernández, culpable directa de la crisis que viven. Y en lugar de castigarla con el voto, castigan al gobierno que intenta, aunque sin éxito, sacarlos de esa crisis.

Como siempre, lo que sucede en otros países de la región nos lleva a pensar en el nuestro. Tenemos un pasado reciente muy similar. Ambos países venimos de experimentar las desastrosas consecuencias de gobiernos corruptos y populistas alineados al socialismo del siglo XXI. En ambos países, los gobiernos actuales buscan cambiar los errores del pasado.

Hay una obvia diferencia. Mauricio Macri fue el candidato de oposición que ganó con una plataforma de cambio. Lenín Moreno fue el candidato gobiernista que ganó con una plataforma de continuismo. De Macri se esperaba un cambio radical de un modelo estatista, controlador y populista a uno moderno, abierto, liberal y eficiente. De Lenín esperábamos más de lo mismo. Más despilfarro, más estatismo, más populismo.

No fue del todo así. En lo político, Lenín nos sorprendió distanciándose casi de inmediato del socialismo del siglo XXI. Y ha logrado desmantelar en buena medida el correísmo y desnudar su corrupción. Será difícil para Correa y su pandilla volver como Cristina. Pero no podemos estar seguros. Siempre puede aparecer otro populista que ocupe ese espacio disponible a la izquierda del tablero electoral.

En lo económico sí encontramos preocupantes similitudes con Argentina. Por un lado, este gobierno tiene importantes figuras que empujan la apertura comercial, el libre mercado, la reducción del Estado, entre otras políticas clave. Por otro, parecería que el aparato burocrático, la inercia estatista, o fuerzas dentro del Gobierno renuentes al cambio, se encargan de bloquear los intentos por liberalizar nuestra economía. Avanzamos por el camino correcto, pero muy lento y con desvíos inciertos.

Mientras avanzamos hacia la integración regional y acuerdos de libre comercio, mantenemos sectores protegidos, aranceles, trabas y rigidez laboral. Mientras se hacen ciertos recortes en el sector público, continuamos con un gasto público irresponsable. Vamos lentos, temerosos, a lo Macri. Tenemos, eso sí, una gran ventaja frente a los argentinos: nuestro dólar, que nos libera del pánico, nos da tranquilidad.

Ojalá lo de Argentina nos abra los ojos. Las buenas intenciones importan poco si no hay trabajo y plata en los bolsillos. Los abusos, la corrupción y la incompetencia del correísmo no garantizan su desaparición política. Es momento de que el Gobierno tome decisiones postergadas y camine firme hacia los cambios urgentes.


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